Por: Toni Piñera / Fotos: Evelio Palomino
Gesto, danza, emoción, entremezclados en los más variados estilos y formas de bailar en la península ibérica pasearán otra vez, por la centenaria escena de la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso
La magia de los estilos (2) reaparece en marzo como continuación de una etapa del Ballet Español de Cuba (BEC), en otro decenio, para resaltar las raíces. La belleza del gesto, la carga emotiva de cada movimiento, la profundidad de los sentimientos, la proyección escénica, el estudio de los diferentes estilos de baile…, constituyen un ejemplo elocuente de cuánto puede penetrar la danza en la naturaleza humana y en la idiosincrasia de un pueblo para expresarla con las tradiciones más puras del pueblo.
Gesto, danza, emoción, entremezclados en los más variados estilos y formas de bailar en la península ibérica pasearán otra vez, por la centenaria escena de la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso –los días 16, 17 y 18 del tercer mes-, que cumple en este abril su aniversario 180, de la mano de una agrupación que día tras día marca pautas en la Isla caribeña.
En un espectáculo caracterizado por la elegancia, y en el cual las tradiciones hispanas ocupan el primer plano, se sumará en la primera parte una suite de la Escuela Bolera, donde las raíces culturales, también entrelazadas, muestran esa savia nutricia que sobrevive el tiempo y la distancia con el mismo fervor, para regalarnos un espacio a la imaginación, el buen Arte, matizado con mucho lirismo. Cerrará este acto con el estreno de la coreografía El Cid (Suite), de la primera bailarina y coreógrafa Leslie Ung. Este divertimento está inspirado en la Suite de danzas de El Cid, que forma parte de la ópera homónima de Jules Massenet –estrenada en París hacia 1885-, basada en el legendario héroe medieval (1). Al igual que la original, esta Suite no tiene relación argumental con la trama, y fue estrenada, parcialmente en el 2014 –sala Avellaneda del Teatro Nacional- con sólo 4 de los 7 movimientos que podrán apreciarse en esta temporada del BEC. Son: Castellana, Andaluza, Aragonesa, Alborada, Catalana, Madrileña y Navarra, y en los que el público podrá disfrutar de la singular música, que cobrará vida/fuerza/poesía en el espacio, esculpido por los movimientos de la agrupación que este año celebra su aniversario 31.
Esta versión, como ha dicho su creadora “no intenta ofrecer un paseo por el folclore de cada región, como parece sugerir el título de cada movimiento, sino que fue concebida como una suerte de estilización en la que se combinan armónicamente, la escuela bolera y el flamenco, con pinceladas de cada región, “vistiéndolas” con sus atributos más característicos: castañuelas, abanicos, capas y mantones, alternando en ellas las zapatillas boleras con zapatos de tacón”.
El Cid (Suite) resulta, en este espectáculo, como un puente entre dos “aguas” escuela bolera/flamenco, pues la segunda parte estará dedicada a este último. De todas las formas de baile y canto en las distintas regiones de la península ibérica, el flamenco ha sido la más destacada más allá de las fronteras. Quizás, por su exotismo y diferencia, sus profundos gemidos en el cante jondo, sus vibrantes taconeos en el baile, y sus famosas batas de cola y mantones, flores y abanicos…, más el rítmico balance de la guitarra y el cajón. Son, pues, rasgos gitanos, moros, judíos, todo mezclado, amén del idioma castellano que los unió.
La magia de los estilos (2) regalará variados títulos que mostrarán diferentes perfiles y maneras de bailar. Para destacar, de esta manera, que cada uno tiene su forma distinta de canalizar y expresarse a través del movimiento, acentuando los variados colores/matices del folclore. Volverán a rasgar las guitarras, habrá lamentos en las voces, taconeo, se arquearán los cuerpos…, y las almas revolotearán con el ritmo, para nuevamente disfrutar y recordar…
(1) Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador. El libreto para la ópera se basa en la tragedia homónima de Pierre Cornelli, basada a su vez en Las mocedades del Cid, de Guillén de Castro, que se inspira en el poema del Mío Cid, primer cantar de gesta de la literatura castellana.
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