Por: Lohania Aruca
Faltan solamente 4 años para que La Habana, refundada por tercera vez (1519) en la costa norte, junto al litoral oeste de la vasta bahía, alcance la categoría del medio milenio. Esto último, constituye un gran desafío para la población residente y para quienes trabajan con tenacidad ejemplar por hacer de la ciudad maravilla, un legado realmente valioso para todos los cubanos y cubanas que vivimos, o, que vivirán en ella, y en atención a los nacionales o extranjeros que la visitan fervorosamente.
La mítica capital de la República de Cuba, despierta el interés de muchos. En verdad, es una ciudad excepcional al compararla con la red de urbanizaciones fundadas, erigidas y desarrolladas en nuestro archipiélago, durante la época colonial o en la primera etapa de la República.
Por su jerarquía efectiva de ciudad capital de la Isla de Cuba, otorgada por la monarquía española a fines del siglo XVII, y el privilegio de puerto único para el comercio legal intraimperial -mantenido hasta 1818-, centró los recursos de toda índole para su crecimiento urbano, densidad poblacional y riqueza económica y cultural.
Una ciudad estratégica por su posición geográfica y las características aventajadas de su bahía de bolsa, amplia y protegida, que consecuentemente influyó en su histórico vínculo a la acumulación primaria del sistema capitalista mundial: concentrando las flotas del oro y la plata de América en su viaje de retorno a España, y uniéndose al comercio interoceánico. Puerto y ciudad se “posicionaron” en la nueva ruta marítima que marcó, a las naves y los viajeros, la corriente del Golfo, en su salida al Océano Atlántico a través del Estrecho de la Florida y la culminación de su derrotero frente a las Islas Canarias.
Es sabido, que en La Habana, junto al puerto, estuvo el almacén principal del Real Estanco del Tabaco en Cuba -desde 1717 hasta 1817-, donde se acumulaban las hojas seleccionadas por su calidad única para el abastecimiento de las Reales Fábricas de Tabaco sevillanas, y, que se consideró la Renta del Tabaco como la segunda más importante del Imperio hispano durante la primera mitad del siglo XVIII.
El tabaco exportado por La Habana, el habano o puro, fue otro de los símbolos por los que se le conoció internacionalmente, especialmente en el ochocientos. Y fue una singularidad el que, entonces, la ciudad fuese de las menos contaminadas por el humo de las fábricas, encontrándose entre aquellas cuya producción manufacturera o industrial (cigarrera) ocupaba la mayor parte de su población trabajadora (libre o, esclava hasta 1886).
Las litografías que adornaron entonces las olorosas cajas de puros habanos, recorrieron el mundo del lujo y de la nobleza europea, con imágenes y leyendas de sus fábricas, y con las medallas con que fueron premiados sus exquisitos productos en las ferias comerciales de esa época.
La Habana, y sus fortalezas de imponente arquitectura masiva, que le conformaron parte del paisaje cultural integrado, hasta hoy, al relieve de la ciudad histórica. Entre aquellas, se destacan como centinelas insomnes, el Castillo de los Tres Reyes del Morro, con el más tardío Faro de O´Reilly, el Castillo de San Salvador de la Punta y el de San Carlos de la Cabaña.
Asimismo, la ciudad de los portales extendida como genial solución urbanística para el ordenamiento de los sucesivos ensanches extramuros de La Habana decimonónica, es parte de su propia identidad, a la que se refirió en un ensayo de gran belleza uno de los más famosos escritores cubanos (1):
No hace falta recordar aquí que, en La Habana, podría un transeúnte salir del ámbito de las fortalezas del puerto, y andar hasta las afueras de la ciudad, atravesando todo el centro de la población, recorriendo las antiguas calzadas de Monte o de la Reina, traontando las calzadas de El Cerro o de Jesús del Monte, siguiendo una misma y siempre renovada columnata, en la que todos los estilos de la columna aparecen representados, conjugados o mestizados hasta el infinito. (Carpentier, p.32.)
Infelizmente, esta zona de la ciudad histórica, en la actualidad, todavía padece del deterioro acumulado por mucho más de medio siglo.
La “lenteja” original de La Habana intramuros se multiplicó en el tiempo y su espacio acogió con muy diversos estilos o, “sin estilo”, una población urbana multiétnica, cosmopolita, a la que marcó la huella de su espíritu citadino.
“La Habana es ciudad y lo demás paisaje”, sentencia vulgar de una cultura burguesa con aspiración metropolitana, “habanocentrista”, que indujo sentimientos de “subalternidad” neocolonial entre los habitantes de otras ciudades y poblaciones cubanas: el fatalismo geográfico o, “la desgracia de no vivir en la capital” para progresar con ella.
(En el fondo, aquella es la expresión del desarrollo aún inarmónico, o, del sub desarrollo latente en la economía, la sociedad y la cultura cubana contemporáneas.)
Las transformaciones revolucionarias (que definen a la 2ª etapa Republica), hasta el momento, han impactado de modo positivo y/o negativo sobre La Habana, su historia y cultura. Nuevos símbolos han aparecido, como la Plaza de la Revolución, mientras que otros, lamentablemente, han sido borrados de la faz urbana -como los cines de los barrios, o el culto ordenamiento urbano, el cual se introdujo, al nivel más alto científico técnico, con las Ordenanzas para la Ciudad de La Habana de 1861.
No obstante, vale celebrar un ¡feliz cumpleaños habanero! el muy cercano 16 de noviembre. Y proponernos, con voluntad y sinceridad, hacer de La Habana, más allá de la ciudad histórica, hermosa, higiénica y lúdica, el marco urbanístico requerido por una colectividad humana con sólidos valores culturales y espirituales, apropiados a la etapa de la historia nacional en que vivimos y al desarrollo humano que aspiramos alcanzar con nuestro proyecto de Cuba socialista.
Nota:
- Carpentier, Alejo: La Ciudad de las Columnas, Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, Cuba, 1982.
Fuente: Cubarte