Parece un viaje en el tiempo, pero no lo es. El Palacio Real de Berlín, residencia de los reyes de Prusia y los emperadores de Alemania, ha renacido de sus cenizas. Y aunque vuelve rodeado de controversia, el edificio quiere ser en un signo de reconciliación, asumiendo el pasado colonialista del país, su poder como imperio y el efecto de todo lo que ha pasado aquí en la geopolítica mundial.
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Con la reunificación de Alemania comenzó también la idea de recuperar el desaparecido Palacio Real de Berlín (1443-1950), en ruinas tras la Segunda Guerra Mundial y destruido por el gobierno de la RDA para levantar su mítico Palacio de la República (1973-2008), sede de la Cámara del Pueblo.
Entre 1993 y 1994, unos andamiajes simularon sus fachadas, pero no fue hasta 2008 que el Bundestag dio luz verde a la reconstrucción. En 2012, el italiano Franco Stella ganó el concurso, con el proyecto que preveía el restablecimiento de las tres portadas barrocas principales, la cúpula y uno de los patios interiores. El resto presentaría un estilo sobrio y "atemporalmente moderno".
Las obras iniciaron en 2013 y terminaron en diciembre de 2020. El costo total ascendió a 677 millones de euros, 33 millones más de lo presupuestado. De esta cifra, 80 millones corresponden al costo de la fachada que ha sido financiada a través de donativos de particulares.
Tanto por su ubicación como por las colecciones que alberga (los antiguos museos Etnológico y de Arte Asiático se han mudado aquí), el Foro Humbolt se alza entre restos de la colonización y la historia global. Y aunque saben que no se librarán fácilmente de esos signos, se han propuesto abordar estas y otras cuestiones de manera intensa en los próximos años.
De momento, parece que van saliendo ilesos: todo el que ha pasado por Berlín en estos meses ha quedado impávido ante el palacio barroco, aunque para algunos solo sea una atracción más de la ya Patrimonio de la Humanidad, Isla de los Museos.