El habanero barrio de San Lázaro tal vez sea uno de los menos conocidos por los habitantes de esta ciudad. Sus límites suelen ser imprecisos pues por una parte comienza en la calle de (la) Infanta y su cruce con la calle 23 y se extiende por esta arteria hasta la Calzada de San Lázaro; mientras que bordea la avenida del Malecón hasta la calle Marina y tiene como cierre la avenida que da nombre a la barriada. Geográficamente es como una bolsa dentro de la estructura de la ciudad; y constituye la puerta de entrada al barrio de Cayo Hueso.
Los habaneros comunes no logran definir este barrio, aunque conocen los dos símbolos que le identifican: la Fragua Martiana y el Edificio de la emisora Radio Progreso. La Fragua es lugar de culto vinculado a la vida del más ilustre de los cubanos; pues allí se encontraban las canteras de San Lázaro donde fue recluido siendo adolescente por sus ideas patrias.
El otro espacio destacable de este lugar citadino es el edificio que ocupa la emisora Radio Progreso, tal vez una de las emisoras más populares en toda la historia de la radiodifusión cubana. El inmueble es testigo de aquellos años en la ciudad comenzó su crecimiento; pero también era lugar de reunión de las grandes figuras de la música, no solo cubana, sino también internacionales que por los años cincuenta visitaron y vivieron en esta ciudad. Paralelo a él se extiende la calle Príncipe.
En una de las casas de esta calle se estableció, y fundó su familia, desde mediados de los años cincuenta el pianista Guillermo González Rubalcaba; quien además del piano ejecutaba el violín, la guitarra, el bajo y el saxofón; por lo que se le puede considerar un multi instrumentista. El establecerse en esta calle habanera respondía a la posibilidad de estar cerca de los espacios donde se podía encontrar trabajo como músico individualmente y para su recién fundada orquesta: la Charanga Rubalcaba.
Guillermo era nieto de don Jacobo Rubalcaba, un pianista, compositor y director de orquesta pinareño que en los años treinta había compuesto y popularizado danzones, donde destacaba El Cadete Constitucional; obra que aportó nuevos elementos formales y estructurales a un género que para ese entonces comenzaba a buscar nuevos aires de la mano del flautista Antonio Arcaño y su orquesta. El Cadete fue durante años pieza obligada del repertorio de las más importantes orquestas cubanas –no solo charangas y/o típicas—sino de otros formatos que le versionaron.
Decir Rubalcaba en la música cubana era reconocer no solo una tradición musical, sino sinónimo de talento desbordante; y de ello darán fe los hijos de Guillermo: Richard en el bajo; Jesús en el piano y el menor de ellos Gonzalo Emilio como baterista y pianista.
Cuentan los allegados a la familia que al existir un solo piano en la casa familiar se estableció un orden para el estudio del instrumento; primero Guillermo, después Jesús y por último Gonzalo (a quien todos llamaban Gonzalito); quien muchas veces veía interrumpidos sus horarios de estudios bien por la presencia de los amigos del barrio prestos a un buen piten de pelota; o por la cercanía de la vivienda a un taller de mecánica y chapistería vehicular donde una sinfonía de martillos y otros ruidos interfería su horario. Aun así, las tres horas de estudios eran cumplidas rigurosamente bajo la mirada de la exigencia materna. Para comienzos de los años ochenta –tras graduarse en el Conservatorio Amadeo Roldán en piano y batería— Gonzalito comienza su carrera profesional, que será totalmente ascendente.
Cuentan sus biógrafos que una de sus primeras apariciones profesionales fue como integrante de la legendaria orquesta Aragón sustituyendo al legendario pianista José “Pepito” Palma, en una gira por Europa y África. Cuentan quienes vivieron esa experiencia que era tal su ductilidad como ejecutante del instrumento que, los fanáticos de la orquesta en esas regiones, aplaudieron su capacidad para mantenerse fiel al modo de ejecutar del pianista original.
Meses después era llamado a hacer una suplencia en la orquesta Los Van Van en tiempos que su pianista Cesar “Pupy” Pedroso se ausento por una lesión ortopédica. Si su paso por la orquesta Aragón fue apegarse a la tradición charanguera (algo que le era muy cercano familiarmente, pues alguna que otra vez su padre le había llevado a suplirlo a él o a su hermano mayor en la orquesta familiar) la tropa de Formell le dio la oportunidad de desatar toda su creatividad e inventiva para enfrentar la música popular bailable cubana. Fue tal su impacto esos dos meses que ya se comenzaba a hablar de su impronta dentro de la orquesta.
Sin embargo; el mundo espiritual y musical de Gonzalito giraba alrededor del jazz. Durante sus años de estudiante junto a un grupo de condiscípulos había fundado en el Conservatorio un grupo musical que respondía al nombre de Proyecto donde además de buscar nuevos caminos para la música popular cubana se enfrascaban en darle al jazz cubano un nuevo aire; un aire profesional que le llegara cuando pasa a formar parte del grupo Sonido Contemporáneo del Saxofonista Nicolás Reinoso y en que compartirá atriles con instrumentistas de la talla de José Carlos Acosta, Horacio Hernández, Germán Velazco, Lucia Huergo; entre otros.
Reinoso; considerado más que un instrumentista destacado un gran promotor musical, que había fundado años antes la agrupación Afrocuba a la que todos consideran una de las bandas lideres dentro de la música cubana de los años ochenta y que reunió a parte de los músicos más talentosos de aquel momento; deja en manos de Rubalcaba y de JC Acosta la dirección musical de SC quienes conforman un repertorio donde conviven los temas tradicionales del jazz y aquellos que por entonces comenzaban a componer estos músicos.
Gonzalo también es llamado a participar en la serie discográfica más interesante producida en Cuba en esos años ochenta y que marcó un punto de giro en la forma de hacer y pensar la música popular cubana; los temas en los que intervine son parte del mito fundador de eso que en Cuba se conoce como Timba.
Pero será un Festival de Jazz Plaza y la presencia del trompetista norteamericano Dizzie Gillespie el detonante de su reconocimiento como uno de los pianista de jazz de mayor peso en el género en Cuba; pasando a formar parte de una lista en la que figuraban Jesús “Chucho” Valdés y Emiliano Salvador; fue tal el impacto de su trabajo como pianista y líder del grupo Proyecto (en esta segunda etapa con nuevos integrantes) lo que hizo que su nombre corriera de boca en boca como el nuevo renovador del jazz afrocubano desde ese instrumento.
Lo demás es una historia que está por escribir. No existe un lugar en el mundo donde no haya sido reclamada su música y forma de ejecutar el piano, bien sea en solitario o en una etapa con Proyecto y recientemente con Volcán su nueva formación musical. Un piano que rezuma una cubania que comenzó cuando su bisabuelo Jacobo Rubalcaba escribiera un danzón memorable y que aprendiera en su casa de la calle Príncipe en el habanero barrio de San Lázaro; un barrio habanero al que a pesar de la fama y la gloria conquistada regresa una y otra vez en busca de los fantasmas y sonidos urbanos que la abrieron las puertas de la música y la vida.