Por: Sandra Levinson
Si eres un hombre del audiovisual, ¿por qué decidiste involucrarte casi por entero desde hace algunos años a la fotografía?
La fotografía ha sido siempre la pasión de mi vida. Durante más de dos décadas dediqué mis mayores esfuerzos a una labor sostenida e ininterrumpida como camarógrafo, director de fotografía y documentalista. Ahora comparto la labor cinematográfica con la foto fija, lo cual amplía el diapasón de mi obra y trae a mi vida nuevas emociones.
¿Por qué escogiste el tema de las raíces africanas en la vida cubana?
Escogí este tema con el fin de indagar en nuestras raíces y herencia africanas, impulsado esencialmente por un incurable deseo de crear.
Siento inmensa atracción y curiosidad por el mundo mágico-místico que rodea a las religiones de origen africano y sus expresiones en la sociedad cubana. Así nació este proyecto, que ya comienza a alzar vuelo, y que si Dios me da salud, fuerzas y lucidez, continuaré y llevaré a otras latitudes.
Explica la técnica fotográfica que utilizaste en este proyecto, ¿por qué la mayor parte de las fotos son en blanco y negro?
El proyecto ha sido concebido en base a la fotografía digital. No es que desprecie la película, jamás, pero no se puede negar el desarrollo, y mucho menos, las ventajas de las nuevas tecnologías. Las primeras fotografías de esta serie fueron en Guanabacoa, un poblado situado en la periferia de La Habana, donde nuestras raíces africanas tienen gran arraigo. Las fotos nacieron a todo color, pero a la hora de editarlas, preferí hacerlo en blanco y negro. El proyecto creció y se expandió a otros sitios del país, ya más concentrado en la religiosidad, y a pesar de la riqueza de color que afloran en esos rituales, sigo dándole preferencia al blanco y negro porque me ofrece mayor expresividad y más dramatismo. No son imágenes para decorar espacios, son imágenes para indagar en la naturaleza humana, la espiritualidad y la fe.
¿Cuál es la propuesta de esta exposición?
El reencuentro con nuestras raíces y ancestros africanos; un viaje al paraíso espiritual de aquellos hombres y mujeres que fueron arrancados de sus tierras nativas y traídos por la fuerza a la nuestra, sin otras pertenencias como no fueran sus memorias, ritos, cantos, lenguas, bailes y, por supuesto, sus creencias religiosas.
Todo comenzó en Guanabacoa. Después, mi lente rebasó las fronteras de este pintoresco poblado habanero y llegó a otras zonas de la capital y del país: Regla, Centro Habana, Párraga, Marianao, Orozco, Jagüey Grande, Cárdenas, Perico, Agramonte, Palmira, Trinidad, Santiago de Cuba. Un viaje que espero continuar y así poder recorrer más temprano que tarde, otros sitios donde perviven arraigadas nuestras raíces como Remedios, Cruces, Santa Isabel de las Lajas, Sagua la Grande. En fin, hay camino por delante, este es solo el comienzo.
¿Qué zonas de las religiones cubanas de origen africano son las que más te impactan o interesan?
Generalmente se habla de la santería, término incorrecto e incompleto. Pues son cuatro las religiones cubanas de origen africano: la Regla de Osha (la tan nombrada santería); el culto a Ifá, el Palo Monte (o Regla Bantú) y las Sociedades Abakuá. Todas tienen sus misterios y sus encantos; todas por igual me impactan y me sobrecogen.
¿Cuál es tu deidad preferida?
Las deidades, como las estrellas, no se comparan, cada una tiene su esplendor, su espacio, su virtud, pero en el ánimo de responder de alguna manera a tu pregunta, puedo decirte que de niño fui devoto de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Inconscientemente, sentía apego hacia ella por su efigie, la leyenda que la envuelve, y sus milagros. En la religión Yoruba, esa virgen que tantos cubanos veneran, se representa con la deidad de Oshún: y es, la lucha por la vida, la dueña de los ríos, los arroyos, los manantiales. Es también la diosa del amor y la fertilidad.
¿Te ha sido fácil entablar relaciones íntimas con los protagonistas de este proyecto fotográfico?
Al primero que conocí fue a Enrique Hernández Armenteros, “Enriquito de La Hata”, barriada de Guanabacoa. Fue en el año 2006. Tanto él, como yo, quedamos gratamente impresionados el uno hacia el otro y nació una sólida amistad. Él tiene 98 años, yo, 61. En el presente, somos grandes amigos, casi familia. Siento gran admiración hacia él dados su carácter, tenacidad e infinita fe. Posteriormente, he conocido a muchos otros en diversos sitios de Cuba y todos me han abierto sus puertas. Son personas nobles, sin reservas, generosas. Si llegas a ellos con honestidad y buenos sentimientos, hallarás abrigo, encontrarás transparencia, recibirás afecto verdadero y humanidad.
Aprovecho tu pregunta para darle las gracias a quienes me han abierto las puertas de sus casas y sus templos, a quienes han abrazado mi alma y con plena confianza me han permitido perpetuar esos momentos que son parte de la historia de Cuba. A todos ellos: santeros, paleros, babalawos, abakuá, mi más sincera gratitud y mi Aché.
¿De qué manera influyó tu trabajo sobre la Revolución y la sociedad cubana para emprender este proyecto?
Los practicantes de las religiones cubanas de origen africano, son también la revolución, la sociedad, parte indisoluble de esta Cuba, de su historia e identidad. No es posible separarlos de la nación cubana, porque son portadores de nuestras raíces, exponentes de nuestra cultura. He puesto en los trabajos de carácter patriótico que he realizado a lo largo de toda ni vida, la pasión que ahora pongo en estos. Ni más ni menos.
¿Cómo comparar tu trabajo fotográfico-audiovisual con tus más recientes incursiones en la foto fija?
Me resulta imposible apartarme de mi estilo, de la manera individual de enfrentarme a la vida para perpetuarla o poetizarla en secuencias audiovisuales o fotografías. Miro con el corazón, tanto con la cámara de cine o vídeo que con la de foto fija. Siempre entrego lo mejor de mí, no reservo nada para mañana, todo lo que hago, es en la creencia de que vivo el último día de mi vida.
¿Qué te resultó más difícil en la realización de este proyecto?
Dejar de retratar momentos de una energía sobrenatural, de una vibración espiritual impresionante, para no violentar la ética de estas creencias y no defraudar ni traicionar a quienes me abren las puertas, no solo de sus templos y sus casas, sino de sus almas. Dejar pasar el trance sin apretar el obturador, dejar la cámara a un lado en el momento más intenso de un ritual, respetando así el código de ética que se debe cumplir.
¿Cuál fue la reacción del público cuándo presentaste esta exposición por primera vez en la Sala de la Diversidad de La Habana Vieja?
La Sala de la Diversidad es un espacio singular del centro histórico de La Habana. Las fotografías se exhiben en 7 displays de 42 pulgadas en secuencias animadas que admiten la proyección de decenas de imágenes. Además, hay espacio para 8 impresiones de gran formato y unas paredes donde pueden colocarse textos alegóricos al tema de la exhibición. Ese día, el 10 de diciembre de 2015, Día Internacional de los Derechos Humanos, vio la luz por primera vez el proyecto “Raíces, magia y mística” que ahora hemos bautizado como “Somos”. Se expusieron más de 300 imágenes digitales, la mayor parte en colores, en una sala repleta, y no solo de creyentes, sino también de personas que no profesan ninguna religión. Verlos allí a todos reunidos, impresionados, atentos, contemplando la obra fotográfica y audiovisual a la que tanto tiempo había dedicado, fue una bendición. No hubo quejas, solo elogios, admiración y aplausos.
¿Hay más seguidores de las religiones cubanas de origen africano ahora que hace 15 o 20 años?
La fe de cubanos y cubanas en las religiones de origen africano ha crecido. No me he dedicado a estudiar el impacto de estas religiones en nuestra sociedad, pero a simple vista se percibe un crecimiento de la fe religiosa en toda la Isla, en particular, las heredadas de nuestros ancestros africanos.
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