Tras dos años de espera, 2022 podrá por fin acoger la 59ª edición de la Bienal de Venecia, la exposición de arte más importante del mundo. La ciudad de los canales acogerá una edición inevitablemente marcada por la pandemia del Covid-19 y por la influencia de la invasión rusa en estos últimos meses, donde la propuesta del Pabellón de España pretende principalmente hacer reflexionar al visitante, a través de la propuesta Corrección, del artista Ignasi Aballí. Charlamos con él sobre la obra que presenta y lo que supuso trabajar en un contexto de incertidumbre.
¿Qué supone para ti participar en este proyecto de la Bienal de Venecia?
Para mí, supone un gran privilegio, puesto que la Bienal es uno de los momentos más importantes dentro del mundo del arte. Es un escaparate por el que van a pasar las personas más importantes de este ámbito, y estar ahí, en los Giardinni della Biennale, donde se ubica el Pabellón de España, es un gran privilegio.
¿Qué supuso la pandemia para el desarrollo del proyecto?
Supuso, principalmente, trabajar con más dificultad. De hecho, se prolongó el tiempo de realización un año, ya que fue suspendida la Bienal en 2020, y fue trasladada a 2022. Eso ha tenido cosas buenas y malas. Lo positivo es que hemos tenido más tiempo para desarrollarlo, pensarlo, etc. Lo negativo es que, cuanto más tiempo tienes, más vueltas le das al proyecto y más dudas te entran, de forma que uno no sabe si tener tanto tiempo es bueno o malo. Pienso que ha ido bien poder hacerlo con más tiempo, y en nuestro caso ha habido más ventajas que problemas. Sí es cierto que, para reuniones, viajes, etc, ha sido difícil, porque en ciertos momentos no había ni posibilidad de ir a Italia, o suponía muchos problemas. Estar en Venecia con todo cerrado, solo en San Marcos, te permitía ver la ciudad de una manera diferente, pero dificultaba llevar adelante el proyecto.
¿Influyó esa manera de ver la ciudad en el desarrollo del proyecto?
El proyecto estaba ya presentado, pero creo que sí ha influido en el sentido de llevarlo a un punto más radical, al no poner otras obras y dejar solo la construcción y los libros. Una escenografía vacía que espera que el público le dé sentido.
Hablabas de la importancia de entender el pabellón y la ciudad de Venecia a la hora de presentar una exposición.
Me interesaba llevar el proyecto no solo al pabellón, sino al ámbito más extenso posible, y si era factible, incluir la ciudad como parte del proyecto, como así ha sido. Eso me parecía algo bonito, no limitarse al Pabellón y a los Giardinni della Biennale, sino lanzar una propuesta a la ciudad, ampliando el ámbito de intervención.
¿Qué quieren expresar con el cambio de disposición y de perspectiva del Pabellón?
En primer lugar, una nueva imagen del Pabellón, una nueva arquitectura, un punto de vista que no ha tenido hasta ahora, pero también está claro que el Pabellón tiene un simbolismo político de representación nacional, y es bueno cuestionar esa idea de qué significa representar a un país en un lugar como la Bienal de Venecia.
¿Qué dificultades ha supuesto llevar a cabo ese proyecto?
En Venecia, todo es más complicado que en cualquier otro sitio (risas), porque la logística es muy especial. Todo tiene que llegar en barca, luego donde acaba la barca hasta el pabellón hay otro transporte…, pero hemos trabajado con una empresa italiana que ha sido muy eficaz y que ha cumplido los plazos absolutamente bien, y todas las complicaciones la han asumido los que han llevado adelante las dos propuestas.
¿Qué pueden expresar esos espacios que aparecen tras la convivencia de dos disposiciones arquitectónicas distintas?
Tienen también una cierta resonancia de la ciudad. Venecia es una ciudad donde, por ejemplo, vas por una calle y de repente no puedes seguir porque hay un canal o una pared, de manera que tienes que volver atrás e ir por otro sitio. Está llena de rincones que no van a ninguna parte, de encuentros de edificios un poco absurdos. Todo eso está también dentro del Pabellón, y esa absurdidad acerca la propuesta a la escultura. Es casi una pieza escultórica de dimensiones arquitectónicas.
Cuenta que al principio del proyecto sí que había la idea de añadir otras propuestas dentro del pabellón, ¿por qué se desechó finalmente esa idea?
La idea de incluir otros trabajos siempre estaba supeditada a ver qué ocurría cuando estuviera hecha la construcción, si era necesario o si añadía algo a esa idea. Al estar terminada, nos dimos cuenta de que cualquier elemento que añadíamos asumía un protagonismo que prácticamente eliminaba la idea de la construcción. Es por ello por lo que decidimos no añadir nada más. Había incluso la idea de añadir un banco, y esto no se hará al final porque queremos despertar una actitud activa en el público y que el banco no esté ahí para descansar de la visita a otros pabellones. Quien esté ahí, tiene que estar físicamente activo.
Comentabas que la comisaria, Bea Espejo, y tú, habéis sido uno. ¿Qué importancia tiene la figura del comisario en este trabajo?
Para mí ha sido fundamental, porque es alguien que conozco muy bien. Ella también conoce mi trabajo desde hace años, y está muy al día con el arte actual, ya que su faceta de escritora y periodista ha estado muy vinculada a lo que se hace en la actualidad. La función principal es debatir, dialogar y confrontar ideas para llegar al mejor resultado posible. Es muy bonito que en ciertos momentos dudaba incluso de si las ideas venían de ella o de mí, y eso viene a expresar que el proyecto no es solo de mi autoría sino de todos los que han participado en ella.
¿Cómo han influido tus trabajos anteriores en esta propuesta para la Bienal?
De una manera inconsciente, porque cuando planteé el proyecto creía que era algo nuevo y especial, solo válido para Venecia y para el Pabellón, pero cuando ha estado acabado me he dado cuenta de que incorpora muchas obras anteriores de una manera nueva. Muchos de los trabajos que he realizado siguen estando ahí presentes.
¿Qué has querido expresar con las guías de viaje? ¿Qué importancia tiene tu forma de ver Venecia y tus obras pasadas en esos seis libros?
Es un poco lo que vengo a expresar en el Pabellón. Quizás aquí, de una manera más consciente, se trataba de llevar obras anteriores a un formato de libro, y recuperar algunas de las obras que pensaba que tenían vínculo con Venecia y con todo lo que la ciudad propone. En definitiva, darle esa forma de libro para que el público pudiera llevárselo y hacer el recorrido, llevándosela de Venecia a su casa.
¿Quizás también se presenta como una crítica a la forma en la que hoy en día viajamos, a la masificación que sufren muchas ciudades en la actualidad?
Más que una crítica, es una propuesta para salir del circuito oficial y ver otra Venecia, que también es muy interesante y muy rica, y ofrece otras imágenes que no te da la visita más típica. La intención es mostrar un camino paralelo para conocer otra Venecia.
Muchas veces ha comentado que no trabaja en clave política, pero que sus obras acaban teniendo una interpretación política, ¿ocurre también en este caso?
No era la primera idea, pero no hay duda de que lo tiene. Empezando por el título, la “Corrección” de un Pabellón nacional significa que ahí había algo que no encajaba, que no funcionaba del todo bien. Puede ser el espacio o cualquier otra lectura que podamos hacer de esa corrección. Es por eso que digo que tiene una interpretación política, y la reivindico, pero más que yo definir cuál es esa lectura política, me gustaría que cada espectador hiciera su propia interpretación acerca de qué es lo que se corrige del Pabellón de España.
Foto: Ignasi Aballí, artista de Corrección, junto con la comisaria de la obra, Bea Espejo.
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