Con padres como Ele y Carlos, creadores de una banda tan influyente en la música cubana como Síntesis y con un hermano renovador como Equis, le era imposible a Eme Alfonso Valdés desviar su ruta o dedicarse quizás al estudio de la electroencefalografía. Hijo de gato caza ratón y en la casa de la familia Alfonso se come música. Tan es así que Cairo, el hijo de Eme, ya repasa las notas musicales con su mamá.
Hace poco se conoció sobre el nuevo disco de Eme, licenciado por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), titulado Voy, el cual la artista lo presentará al público cubano el 21 de diciembre en el Teatro Mella de La Habana. Bastante le costó, según nos cuenta, reinventarse y producir un material de este tipo. Cualquiera pensaría que a la hija más pequeña de la familia, todo se le hace fácil, que pensar, pedir y cumplir es lo mismo. Pues, resulta todo lo contrario: Eme sabe sacrificarse y trabajar duro.
¿Cómo desde la maternidad comienzas a entender la música?
La verdad es que yo me lo he tomado muy bien. Es algo que he visto en mi casa y estoy repitiendo el patrón: todo es posible y los hijos se suman a la vida de los padres, los hijos nunca restan. Me tocará llevarlo a todas partes, a compartir mis ensayos, a corretear por los teatros de La Habana como mismo hice yo en mi tiempo y Equis en el suyo.
Me ha aportado mucho: soy mejor persona y cuando eres mamá sabes por qué estamos aquí en la vida. Es una especie de objetivo cumplido.
En familias como las tuyas cada cual se preocupa por buscar su estilo, respetando la tradición. ¿Cómo sucedió en tu caso?
Realmente no recuerdo ni la hora o la fecha en que empecé a cantar con Síntesis. Cuando hice las primeras apariciones en la banda, yo me lo sabía todo. Por tanto, hay como un vacío en mi memoria. La música de Síntesis siempre la he llevado en mi mente y la música de mi hermano también, por naturaleza me conozco su trabajo, casi mejor que él.
Cuando salí de la Escuela Nacional de Arte, quise empezar a hacer mis composiciones y mi propia música. Trabajé con muchos estudiantes que eran mis compañeros y que hoy son grandes como Harold López-Nussa, Alfredo Rodríguez, Michael Olivera… Yo me fui más al jazz, en cambio mi familia parte más del rock sinfónico y progresivo de los años 80. Mi hermano parte del hip hop, de la música cubana y yo me enlacé con el jazz y creo que es lo que más me diferencia de ellos en cuanto al estilo.
Siempre he querido tener mi propio sello y me ha costado más trabajo de lo que todo el mundo se piensa. A veces, las personas creen que por tener una familia como la mía, eso te abre puertas y es todo lo contrario: la gente tiene una expectativa demasiado alta con respecto a tu música y conoce profundamente la música de mis padres.
Eso me ha hecho mucho bien porque me ha obligado a estudiar, involucrarme en proyectos que me gustan mucho, a investigar y siempre que hago algo, lo realizo lo mejor que puedo, con esfuerzo.
Para cumplir con esas exigencias, ¿musicalmente de quién te nutres?
Me gusta desde la música clásica hasta el metal progresivo. Hasta de lo que no te gusta se aprende. Tengo muchas influencias de las grandes cantantes de jazz norteamericanas, como es el caso de Billie Holiday, mi cantante preferida. También Ella Fitzgerald y Omara Portuondo que me da siempre consejos y he aprendido de su técnica vocal, y de mi madre Ele Valdés. Ella tiene su sello propio, algo muy importante cuando haces música.
¿Cuándo te reconoces seriamente como una cantautora?
La parte compositiva es algo que realizo desde que tengo siete años, te lo digo seriamente. Recuerdo que en la escuela yo me inventaba mis propias obras, incluso mucho antes de cantar o querer cantar. Yo pensaba en ser compositora, no cantante. La composición es un pilar muy importante de mi trabajo. Lo que escribo refleja esencialmente lo que soy. Me inspiro en un buen libro, una historia… es un proceso muy puro y orgánico.
¿Bajo qué influencias llega el CD Voy?
Es un disco que empecé a hacer cuando estaba viviendo en España, hace casi tres años. Cuando terminé mi producción anterior, me dio mucho trabajo hacer un nuevo material.
Tuve la oportunidad de estar inmersa en muchos proyectos como el Havana Wolrd Music en el que recibí comunicación con artistas de otras partes del mundo y sentada como público aprendí bastante hasta como intérprete. Fábrica de Arte Cubano también me dio la posibilidad de estar vinculada con otras manifestaciones como la danza y el teatro.
Empezó mi cabeza a llenarse de ideas y a inspirarme con estas nuevas incursiones y empecé a desarrollar el disco. El disco es un viaje y creo que hay una coherencia en cuanto a la música: pasa desde mis ancestros, la música afrocubana, mi familia hasta un pensamiento más crítico en el cual soy una persona social inconforme con lo que pasa a mí alrededor y tengo la necesidad de decir algunas cosas.
Marcado por la nostalgia…
Sí, de hecho hay una canción dedicada a La Habana, Veo. Estar lejos de tu casa te hace reivindicar tu identidad.
¿En la producción del disco influyó el ser una niña mimada de la Wolrd Music?
Yo no soy mimada. Intento esforzarme mucho en todo lo que hago. Yo no trabajo para tener una repercusión popular, no me gusta. Lo que quiero es que a la gente le guste y me entienda. No quiero imponer, ni hacer facilismos, ni reducir las cosas a lo más simple para que entren más fácil. Jamás caería en eso.
¿Cuánto hay de banal en la música joven que se hace hoy en Cuba?
Estamos inundados. Es algo que no entiendo. Las escuelas de arte de Cuba son tan exigentes y este país tiene tantos artistas buenos que no comprendo cómo hemos podido caer en este punto, en el que se ve afectada hasta la educación de las próximas generaciones.
Me siento una anciana en cuanto a lo que defiendo, parece que soy de otra generación y solo tengo 32 años. La oleada de banalidad y mal gusto supera todas las expectativas, pero no todo está perdido. La guerra no se hace prohibiendo, vetando, quitando, la guerra se hace impulsando lo que está bien.