No dice Antonio Núñez Jiménez. Habla de su jefe y amigo y menciona solo su primer apellido: Núñez. Ha vuelto a Holguín para presidir el panel «Antonio Núñez Jiménez. Una obra para la historia», en honor al aniversario 95 del natalicio del destacado revolucionario cubano, en el XIII Congreso de Pensamiento y como parte de la edición 24 de la Fiesta de la Cultura Iberoamericana.
Ángel Graña rememora los más de treinta años que acompañó al científico, geógrafo y espeleólogo, quien creara en 1994 la Fundación de la Naturaleza y el Hombre, de la que Graña es en la actualidad vicepresidente. De todas las andanzas junto a su maestro, no olvidará nunca la que lo llevó a integrar la mítica expedición «En canoa del Amazonas al Caribe».
Arte por Excelencias dialoga con él en vísperas del 28 de octubre, fecha en que se conmemoran tres décadas de que arribaran Núñez Jiménez, él y otros expedicionarios a la bahía de La Habana, tras más de seiscientos días de travesía. La fecha en que se realiza en Bariay la Fiesta de los Pueblos Nuevos.
¿Cómo surge la idea de realizar la expedición?
El propio Núñez, en un congreso sobre arte rupestre que hubo en 1983 en La Habana, planteó la posibilidad de organizar una exposición internacional que recorriera los grandes ríos suramericanos y que llegara hasta la isla de San Salvador. Ya estaba creada la comisión cubana por el quinto centenario, cuyo presidente era Núñez. En ese evento, auspiciado por la Unesco, se aprobó el proyecto. Hubo también una reunión en Costa Rica en 1984, y él lo presentó a las comisiones de los demás países, pidiéndoles ayuda para que aportaran el personal científico para la expedición: geógrafos, biólogos, botánicos, espeleólogos…
A partir de entonces Núñez comenzó a visitar cada uno de los países suramericanos por donde pasaría la expedición: Ecuador, Perú, Colombia, Brasil y Venezuela. Pidió se nos diera protección vital mientras estuviéramos en esos territorios, y que estos ayudaran también en los gastos. Todos los mandatarios aprobaron la idea y aportaron el material humano y científico, generalmente profesores universitarios. Oswaldo Guayasamín, gran amigo de Núñez desde hacía muchos años, se comprometió en hablar con los indios quechuas de Misahuallí, sitio ecuatoriano en las márgenes del río Napo, para que construyeran las canoas con las mismas técnicas de hace miles de años, y así fue. Guayasamín dibujó además el emblema de la expedición, y Núñez lo nombró padrino.
Todo quedó preparado para que el 2 de marzo de 1987, desde Misahuallí, alrededor de ochenta personas iniciáramos la expedición «En canoa del Amazonas al Caribe».
Cuando Antonio le transmite su propósito de semejante aventura: ¿pensó para sus adentros que estaba en presencia de un cuerdo o de un loco?
Yo había empezado a trabajar con él en el año 1964, cuando aún no había cumplido los 30 años. Antes de lanzar aquello en el congreso, él había comentado conmigo y con otros compañeros que iba a organizar una expedición al Amazonas. Me quedé pasmado en la silla cuando lo dijo. ¿Al Amazonas?, ¿cómo que al Amazonas? Pero, bueno, ya yo había tenido experiencias similares a esa. Fíjate que me enteré un lunes que me iba con él para la Antártida, y ya el viernes estaba montado en un avión para volar a Moscú. Me lo había dicho como la cosa más natural del mundo, como si fuera ir a tomarnos una cerveza: el viernes te vas conmigo para la Antártida —¿a la Antártida?—. Luego estuvimos en la Isla de Pascua, sin contar las exploraciones que hicimos en Cuba. También lo acompañé en los estudios que hizo para demostrar que fue Bariay el lugar por donde llegó Colón. Hizo un estudio geográfico, porque Colón era muy descriptivo; cuando uno lee su diario, está viendo también, a través de sus descripciones, todos los accidentes geográficos.
Antes de esos estudios, ¿su teoría se centraba en que fuera Bairay?
Bariay, siempre Bariay. Yo tuve unos profesores, tanto en la secundaria como en el bachillerato, que planteaban eso mismo en sus clases. Comencé, cuando trabajé con Núñez, a conocer otros detalles que no manejaban mis maestros.
¿Usted habría propuesto esa misma trayectoria para el recorrido en canoa desde el Amazonas?
A Núñez no había que proponerle cosas, él estaba siempre delante de ellas. En el momento en que falleció, estaba preparando una expedición similar por el Nilo, ya tenía la aprobación de la Unesco, unos científicos franceses iban a aportar la embarcación. Íbamos a recorrer el Nilo desde su desembocadura hasta la presa de Asuán. Ya tenía seleccionadas las personas que iban a ir. No iba a ser tan internacional; repetirían algunos, pero los expedicionarios serían fundamentalmente europeos.
A él se le ocurría todo eso. Hasta el último momento estuvo trabajando, y hasta el último momento pensando en expediciones. Si no hubiera muerto cuando murió, hubiéramos ido al Nilo.
¿Qué cree Ángel Graña sobre la posición de la Casa de Iberoamérica de continuar con las celebraciones del llamado descubrimiento y seguir discutiendo sobre él?
Claro que hay que seguir haciéndolo. La característica del Congreso Iberoamericano de Pensamiento es la gran cantidad de jóvenes que acuden a él todos los años. Y hay que seguir transmitiéndoles eso. Cuando Colón llegó y desembarcó en Bariay, lo recibieron los indios. Los que habían descubierto Cuba fueron los indios arahuacos de la cuenca del Orinoco, y esa fue una de las hipótesis de nuestra expedición: demostrar que, en esas canoas que ellos hacían, podía navegarse por ríos y mares.
Tenemos que mantener la visión de que fue un encuentro de dos culturas: la europea y la indígena americana. Después habrá venido la colonización, las masacres indígenas, el saqueo, pero eso fue después. Cada una de las dos culturas aportó. Los nativos aportaron mucho también a los españoles; por ejemplo, ellos no conocían la hamaca, los españoles que vinieron en las tres carabelas dormían en el piso o en tarimas de madera. A partir del descubrimiento, los marinos, en los grandes viajes, usaron las hamacas.
Estoy invitado a venir otra vez el año que viene, se va a polemizar sobre si el almirante entró por Bariay o por Puerto Padre. Preparándome para esa discusión, encontré los documentos de hace veintiséis años, y me encontré una cosa sencilla escrita por Núñez, donde decía por qué Bariay y no Puerto Padre. Tan sencilla que lleva a la pregunta: caballero, ¿cómo no nos dimos cuenta de ello? He dicho que lo mantendré en secreto hasta el año que viene.
A nosotros nos lo puede decir en exclusiva. Le prometo que solo se enterarán nuestros lectores.
Ah, no, mejor trata de que te inviten de nuevo.
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