Del 5 al 31 de marzo, el pintor brasileño Gonçalo Ivo realiza su primera exposición individual en España, en la galería Materna y Herencia (C/ Ruiz de Alarcón, 27, junto al Museo del Prado y el Jardín Botánico). El artista presenta 20 obras llevadas a cabo en los últimos tres años, entre pinturas al óleo, tempera, acuarelas y objetos.
La obra de Gonçalo Ivo deviene de la poesía y de la música. Sus composiciones, estructuradas geométricamente, armónicamente entonadas, poseen un ritmo interno contenido y sutil. Cada cuadro sugiere una partitura rebosante de equilibrio y de color en el que las notas emergen entre las texturas con sugestiva sensualidad. Obras exquisitas, elegantes, atractivas, fruto de una técnica excelente y depurada.
Nacido en Río de Janeiro en 1958, desde hace 15 años reside en París, donde tiene su estudio y donde regularmente expone. Hijo del poeta Lêdo Ivo, cuya obra ha sido ampliamente traducida y publicada en nuestro país, Gonçalo Ivo es uno de los pintores brasileños más notables y reconocidos de la actualidad. Su temprana vocación y su formación artística estuvieron sensiblemente influidas por la extraordinaria personalidad de sus padres, poseedores de una extensa biblioteca, coleccionistas de arte y grandes amigos de intelectuales y de artistas.
Siendo muy joven frecuentó los talleres de pintores modernos y de vanguardia como Iberê Camargo, María Leontina, Ione Saldanha o Lygia Clark. En los años 70 fue alumno del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, donde estudia pintura y diseño con el artista neoconcreto Aluisio Carvão. A partir de ahí desarrolla un universo pictórico propio, definido por claves que se van afirmando y perfeccionando con el devenir de los años, hasta llegar al momento actual, en plena madurez, con una firma plástica muy definida y reconocible.
La relación de Ivo con España data de finales de los años 70, cuando encadena diversas estancias entre Portugal, Madrid, Barcelona y Londres. Su interés por la pintura española, en particular del siglo XVII, le lleva a instalarse en Madrid, donde alterna residencia con París. Aquí lleva a cabo el proyecto expositivo que ahora presentamos y da continuidad a un libro de ensayos y reflexiones sobre el arte moderno, antiguo y contemporáneo, uno de cuyos ejes cardinales es la pintura del Siglo de Oro español: Zurbarán, Ribera, Velázquez...
Su reciente exposición en la Galerie Boulakia en París, de diciembre 2014 a enero 2015, fue saludada con inusual repercusión mediática. El periódico francés Libération publicó una extensa reseña sobre la misma bajo el título" Las gamas pictóricas de Gonçalo Ivo “, en la que el crítico de arte Dominique Poiret afirmaba:
"Impregnado probablemente por los colores de su tierra natal, de las telas de los pescadores bahianos y africanos, así como del azul del océano y del cielo, Gonçalo Ivo nos ofrece composiciones armoniosas y contemplativas que parecen transidas por la luz, desde dentro hacia afuera, como vitrales. Algunas de sus pinturas sugieren constelaciones celestes, misteriosas, que emanan espiritualidad y hondura".
La obra pictórica de Gonçalo Ivo ha sido objeto de diversos libros publicados en su país natal (Frederico Morais, Roberto Pontual y Paulo Venancio Filho) y en Europa (Italia, Lionello Puppi, 2003; Francia, Gilbert Lascault, 2004; Marcelin Pleynet, 2012). Él mismo es también escritor y ensayista, colaborando asiduamente con revistas de arte y de literatura (Universidad de Florencia).
Creaciones del artista forman parte de numerosas colecciones públicas y privadas, como el Museum of Latin American Art, Long Beach, California, EE.UU; Museum of Geometric Art, Dallas, Texas, EE.UU.; Museu de Arte Contemporânea, Niterói, Rio de Janeiro, Brasil; Museu de Belas Artes, Rio de Janeiro, Brasil; Museu de Arte Contemporânea, São Paulo, Brasil; Pinacoteca do Estado de São Paulo, São Paulo, Brasil; Museu Oscar Niemeyer, Curitiba, Parana, Brasil y Museu de Arte do Rio, MAR, Rio de Janeiro, Brasil.
Geografías de Gonçalo Ivo, por Martín López-Vega
Hace un par de años tuve la suerte de pasar unos días en el Sítio São João, un pequeño valle escondido cerca de Teresópolis que no sale en las guías turísticas de Brasil y que, sin embargo, concentra mucha de la mejor energía creativa de aquel país. Allí tenía uno de sus escritorios el poeta Lêdo Ivo; allí estaban parte de sus libros más queridos, allí escribió muchos de sus mejores poemas. Y allí está el taller (o, mejor dicho, los talleres) del pintor Gonçalo Ivo, hijo, amigo, alma distinta y gemela.
Por eso sé que Gonçalo Ivo se levanta como los monjes, para maitines, pero no para rezar, sino para comenzar a pintar. Sale de casa antes de que amanezca, asciende el camino que lleva hasta su estudio, pone música y entra en ese trance de los pintores que es atención minuciosa, una extraña conexión con el interior y el exterior, con la memoria y el deseo. No siempre pinta en Brasil; a veces lo hace en París, a veces, desde hace poco, también en Madrid, en su estudio muy cerca del Prado, que es, como quien dice, su claustro.
Cuando el día comienza para la mayor parte de los mortales, Gonçalo Ivo casi ha cumplido ya su tarea. Lo primero que sorprende en sus cuadros es que no tienen relieve: tienen geografía. Son mundos a la vez conocidos y desconocidos, imanes de meditación como los almiares de Monet. Firmamentos cruzados por los hilos de nuestros destinos que penden de ellos, como en su serie de parcas: ellas sostienen el hilo, pero quien lo mueve es nuestro apetito. Contemplación y apetito: he ahí lo que a mí me sugiere la pintura de Gonçalo Ivo. Luz a través del color, incluso en sus pinturas más oscuras. Apetito de saber y de vivir. Atención al detalle, que es arruga y valle.
Los poetas siempre envidiamos a los pintores, que son capaces de transmitir todo lo que nosotros querríamos y lo hacen además de la forma más perfecta: en silencio. Precisamente: transmiten, y no cuentan. Nos invitan a una conexión instantánea que no lo es sólo con su obra, sino, de alguna misteriosa manera, con el sistema nervioso del universo. En eso, la pintura se parece a la música, el otro arte que más envidian los poetas.
Así que todas las palabras, aquí, están de más. Torpes intentos de emular el color. Oraciones que piden, en vano, la iluminación que sólo el arte nos regala. Esa iluminación, en los cuadros de Gonçalo Ivo, no es cegadora: abre nuestra percepción a una dimensión nueva. En la geografía de sus cuadros hay retazos de música, de sonidos de la selva y de las calles de París, granos de color soplados desde un cuadro de Ribera o desde un vaso de agua del mar griego. Todo sin una palabra: porque tiene todas las palabras dentro.
Cuando estuve en el Sítio São João, Gonçalo y Denise Ivo me llevaron por un camino en la montaña hasta el lugar en el que habían planeado construir una capilla como una que habían visto en Grecia y les había gustado pero dedicada, esta suya, al arte. Así son los cuadros de Gonçalo Ivo: vidrieras de la catedral de la observación minuciosa, cálices de luz desbordada, resurrección de la vida perdida, canto inconmensurable de toda la vida todavía por venir.
Gonçalo Ivo
5.03.15-31.03.15
Galería Materna y Herencia
C/Ruiz de Alarcón, 27
Madrid
Junto Museo del Prado y Jardín Botánico