Una vez más está en Cuba Santiago Auserón, de nombre artístico Juan Perro (Zaragoza, España, 1954), quien no ha sido todo lo justamente valorado que merece como uno de los principales promotores e impulsores del reconocimiento que ha tenido la música cubana en la península española y en el mundo. Lideró entre 1982 y 1992 el grupo rockero Radio Futura, uno de los mejores de ese género en su país. Quizás nadie se acuerde de que con posterioridad, y años antes de que apareciera en la escena musical mundial ese objeto de culto que es el disco Buenavista Social Club, Santiago le produjo a Francisco Repilado, Compay Segundo, dos discos no menos importantes que ojalá algún día alcancen la misma cúspide de popularidad y de reconocimiento por parte de la crítica.
Asistir a cualquiera de sus pláticas va más allá del simple hecho de oír hacia dónde va su próximo proyecto cultural ―el presentado a Cubadisco-Primera Línea junto a su gran amigo el tresero Pancho Amat―, porque este graduado de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid es de lo que ahonda en los conflictos del hombre y de la época que le ha tocado vivir. Por eso los que asistimos a la conferencia de prensa ofrecida por él en el Hotel Iberostar Parque Central sentimos haber disfrutado ya de una coda al concierto que dará en La Habana en estos días. Por eso quien esto escribe prefiere no decir más y darle la palabra.
«Estoy muy honrado, y es uno de los días felices de mi vida, en los cuales mi destino personal se demuestra otra vez vinculado a Cuba. He sentido desde hace décadas la necesidad profunda de ese vínculo con esta tierra. En mi caso comenzó por la búsqueda de un grupito de rock gallego haciendo sus preguntas acerca del vínculo de la lengua materna con el engranaje del ritmo sincopado. En las conversaciones entre los muchachos que nos juntábamos en el local de ensayo de finales de los setenta en España estaba la idea de que en algún lugar del mundo tendría que haber una flexibilidad rítmica que ayudase a nuestra lengua natal a adquirir fluidez.
»Yo como niño me crié en la calle con el influjo del imperio mediático internacional, de la expansión de la música electrónica y de su poder formidable. Los chiquillos de mi generación queríamos imitar el caudal de sonidos que venían de Norteamérica a llenar las calles y los hogares en la fase final de la dictadura, cuando España quería ser “moderna”.
»En la época de mi primera formación: Radio Futura, un grupo que nació a finales de 1979, nos preguntábamos dónde estaba el lugar en el cual el verso cantado en español pudiera tener la conexión con África que a través del inglés a nosotros nos resultaba artificial.
»Con el primer dinerito que ganamos con el éxito de Radio Futura nos pagamos unas vacaciones en Cuba, unas vacaciones nada turísticas que consistieron en hacer pesquisas por todas las tiendas de música de La Habana buscando todo lo que había en los anaqueles más bien vacíos de aquella época, en los cuales, pese a todo, encontramos cosas inauditas, entre ellas una cinta de Faustino Oramas El Guayabero que se llama Sones del habla popular.
»Cuando regresamos a España con aquella cinta y la escuchamos, uno tuvo una revelación cuasi mística. Descubrimos nuestra lengua materna engranada por el ritmo del son, y con virtudes que se parecían mucho al horizonte de emociones compartidas que percibíamos en el rock y el soul que llegaban de Norteamérica y de los grupos británicos, pero hablado con el lenguaje vivo de nuestras abuelas.
»Desde el primer viaje a Cuba en 1984 yo sufrí un shock vital. Desde entonces, así como otros buscan asilo político u horizontes de consumo, yo vuelvo a Cuba una y otra vez buscando asilo cultural, porque reconozco aquí mi patria espiritual, mi patria cultural, la patria en que la lengua de mi madre y de mis abuelas preserva la riqueza de los matices de las mejores letras españolas. Las imágenes de la poesía del siglo de oro están más vivas en el habla cotidiana de Cuba que en mi propio país, que tiende a forzar el habla ya no digo yo con los “aparaticos”, con los apócopes y las reducciones a que lleva el uso de los teclados en los soportes digitales, sino simplemente en el habla de todos los días. En la velocidad pragmática ha venido a imitar el pragmatismo anglosajón, la velocidad de obtener el dólar cuanto antes.
»Mi lengua natal estaba llena de circunloquios, maneras e imaginería que permitían la expresión de los sentimientos y la preservación del contenido del pasado de una manera muy integral. Esta fue una de las razones de que al venir a Cuba yo redescubriese mi horizonte espiritual, nativo, porque vi que mi propia lengua permanecía aquí enriquecida, preservando los acentos antiguos del español. Detrás de eso estaba el hecho de que en Cuba mi lengua natal estaba profundamente musicalizada, en particular por el encuentro a fondo con la herencia del ritmo africano.
»Este fue el origen de mi pasión por Cuba, una pasión que se mantiene a día de hoy. Quiero transmitirles simplemente la chispa de la emoción que me mantiene unido a este país, que también es el mío, y las razones por las que quiero seguir investigando si ustedes me conceden su amistad. Si fuera necesario, yo viajaría de incógnito a Cuba con mi mochila a cuestas para seguir investigando, para hablar con la gente que sabe de la música tradicional. Tuve el privilegio de encontrarme con una generación de soneros que todavía recordaban las canciones de “tiempo’ España”. He tenido la suerte de convivir con ellos. En mi casa de Madrid se conocieron personalmente el Maestro Pancho Amat y Francisco Repilado, Compay Segundo; los dos sabían quién era el otro, pero se encontraron por azares de la vida en mi domicilio. Cosas así me ha deparado el destino, y no puedo hacer otra cosa que agradecerlo humildemente».