Willy L’Eplattenier ha nacido bajo una mejor estrella, si lo analizamos desde el punto de vista de la historia del arte. Es nieto de Charles L’Eplattenier, uno de los principales representantes del art nouveau en Suiza y, last but not least, el maestro de Le Corbusier. ¿Acaso su familia no cuenta con más artistas y galeristas? Su entrada en el mundo del arte es entonces algo natural.
A Willy L’Eplattenier le gusta, a veces, presentarse como el último de los cubistas. Una expresión que nos hace inmediatamente pensar en el último de los Mohicanos, de tal modo que podemos preguntarnos si no se trata de una especie de broma, viniendo de una persona tan bromista como él.
Ciertamente, podemos interrogarnos sobre la pertinencia, esta vez en serio, de un artista que se declara cubista a principios del siglo XXI, a más de cien años de distancia de la creación de la “Las Señoritas de Aviñón”, obra/manifestó de Picasso en 1906… ¿Por qué volver a una página de la historia del arte tan lejana y que pensábamos olvidada?
Si lo miramos más de cerca, el interés por el método de Braque y Picasso no parece tan extravagante. A lo largo de una gran parte del siglo XX, cuando el surrealismo se consolidaba con enorme éxito entre el público, el cubismo despertaba, aún, un interés considerable entre los artistas.
No hay entonces nada de sorprendente en que este género haya conservado todavía hoy tal nivel de atracción, y que unos pintores, como Willy L’Eplattenier, tengan la necesidad de seguir investigando el cubismo. No es un caso aislado, otros ejemplos lo demuestran, uno muy conocido es David Hockney… Este artista, un peso pesado de la pintura, no juzgaba inapropiado, hace algunos años, analizar profundamente la herencia del cubismo para un mejor conocimiento de la actualidad artística.
En el mundo del arte, nada está definitivamente acabado. Algunos terrenos, antiguos, pueden quedarse en barbecho, dejando a los artistas la posibilidad de volver después de mucho tiempo para buscar ideas, o al contrario, introducir en ellos nuevos elementos y crear síntesis inéditas.
En su origen, la intención del cubismo era traspasar la experiencia de la escultura a la pintura, más concretamente, a partir de las formas y los volúmenes del cubo, la pirámide y otros prismas. No hay duda, en lo que concierne a Willy L’Eplattenier, que este universo reducido a poliedros y dominado por la geometría, ha tenido que seducir a un científico como él, y conseguir su adhesión al movimiento.
Por otra parte, el cubismo histórico se definió, también, como un conjunto de investigaciones formales donde el sujeto importa poco: llegamos aquí, quizás, a los límites del diálogo que el pintor de La Zubia intenta establecer con la vanguardia parisina de principios del siglo XX.
Hoy los artistas tienen preocupaciones diferentes a los de la época de Braque y Picasso. Viven bajo el régimen de un arte, donde más que la forma, son los contenidos, el sentido, el concepto lo que cuenta. Un arte, donde en un segundo plano, el juego del escondite con el espectador llega a ser la meta principal y donde se encuentran en desorden enigmas, simulacros, señuelos, evasiones, ironía… Encontramos este espíritu en Willy L’Eplattenier que no lo hace una excepción a la regla.
Un cierto gusto por el juego, es pues perceptible en nuestro artista, tal como un guiño, el humor, los pastiches, las adivinanzas… El resultado es de una ligereza totalmente contemporánea, una frescura extraña a la austeridad del cubismo y al carácter frío que algunos le pueden reprochar.
El cubismo vuelve a la vida, transformado desde el interior, secuestrado, pero vuelve a la vida…
En portada: Willy LP en su estudio de LA Zubia. Foto @yricardo
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