La hora de las brujas fue de los pocos programas infantiles que vi cuando niña a voluntad, por placer. El humor ilustrado y popular se daban la mano, mientras la imaginación interpelaba a un público que la conserva como modo de vida: los niños. Mi generación, la de los ochenta, tiene un grato recuerdo de este programa en unos años que para Cuba no eran históricamente gratos: el inicio de los noventa.
Con toda la gracia del mundo Osbrújula, la protagonista, era interpretada por María Isabel Díaz Lago, que por aquel entonces, al menos en el imaginario público, seguía siendo Ofelia, el personaje de Una novia para David. Esa joven universitaria que por exigencias del guion de Senel Paz y Orlando Rojas conquista a su compañero David. El conflictivo romance no pretendía contar una historia de amor, sino más bien hacer un llamado de atención cuyo mensaje era claro: en la Cuba socialista la mujer cubana se había liberado de la obligatoriedad de ser la típica ama de casa, pero no se había liberado de ser la criollita voluptuosa, graciosa y seductora. Con poca experiencia en la actuación, María Isabel Díaz cautivó a los espectadores sin ser la silueta tropical que, aún hoy, se espera de la mujer cubana dentro y fuera de la Isla como parte del orgullo patrio.
«Cuando rodé Una novia para David —cuenta— ni siquiera imaginaba la repercusión que iba a tener el personaje de Ofelia en mi carrera y en mi vida. No tenía idea de qué ocurría cuando uno hacía una película tan taquillera. Simplemente hice aquel personaje con disciplina más que con disfrute, nerviosa como una alumna de actuación que está aprendiendo y creciendo a la vez. Han pasado treinta y cinco años y Ofelia se ha convertido en mi compañera de viaje, aun saliendo de Cuba, sea donde sea que yo vaya, donde haya un cubano allí está Ofelia. Es un personaje que ha recibido muchísimo amor, y yo me lo apropio con gusto. No me molesta seguir siendo Ofelia para los cubanos. No me siento encasillada, porque una cosa es funcionar para el público en un personaje y otra muy distinta es que tú como actriz no seas capaz de hacer otros roles y que así de limitada te perciban los productores y los directores. Por suerte no ha sido mi caso».
Ofelia ha acompañado a María Isabel como un fantasma shakesperiano. No es hasta 2006 que la estudiante es defenestrada por Regina en el estreno de Volver. Por un tiempo Ofelia queda sepultada bajo tierra en un pueblo perdido de Castilla junto a Paco, el marido de Raimunda (Penélope Cruz). Con esta prostituta cubana, vecina y cómplice de la protagonista, María Isabel se convierte en chica Almodóvar, y, quizás gracias a eso y al director de casting Luis San Narciso, se abrieron para ella nuevas puertas y un nuevo comienzo. Sin embargo, esta permanente sensación de estar siempre en el principio de algo, de empezar de cero una y otra vez, esa sensación común para todos aquellos que fuera de sus país se/nos sentimos obligados a demostrar infinidad de veces nuestras capacidades, es (o fue) para María Isabel, precisamente eso: una sensación. Su recorrido profesional es enorme, abrió su carrera con uno de los protagónicos más recordados en la historia del cine cubano y desde entonces ha trabajado junto a directores como Julio García Espinosa, Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando Pérez o Steven Soderberg.
La conocí en Madrid hace diez años, cuando accedió a una entrevista para Voces de un trayecto, mi primer documental. En medio de un hilarante testimonio asistimos los allí presentes a sus reflexiones en torno a los estereotipos y la representación cultural en una España recientemente multicultural; un contexto donde los actores y actrices latinos estaban condicionados, por no decir obligados, a interpretar siempre personajes marginales:
«Me siento encasillada —me dijo en aquel entonces—, porque solo me ofrecen personajes de emigrante, y con frecuencia esto es sinónimo de marginalidad. En Javier ya no vive solo ha sido la única vez que me ha tocado hacer un personaje digamos profesional: una profesora de primaria. Después me han tocado prostitutas, empleadas domésticas… Ya no sé cómo voy a hacer la puta treinta y nueve, por ahí debo ir más o menos, tengo que hacer un estudio muy fuerte para que no se parezca una a la otra. Puede que una cubana, una latina se dedique a la prostitución, porque hay condiciones objetivas que la empujen hacia esa circunstancia: no tienes trabajo, no tienes dinero y quieres mandarle a tu familia. Esos son los factores objetivos que pueden llevar a una persona, que no a un personaje, a dedicarse a la prostitución. Lo terrible es cuando el personaje de prostituta solo lo hace una latina. Cuando tú te enfrentas a que los latinos solo pueden hacer de prostituta, delincuentes o de empleadas domésticas, te dices: qué pena, qué triste, porque yo y cada persona que va por la calle está viviendo una historia particular tan humana y tan universal que es una pena que existan esos clichés, esos patrones tan absurdos. Y sí, la vida está llena de estereotipos, lo preocupante es cuando los medios de información, las ficciones audiovisuales o la prensa los promueven».
¿Qué ha ocurrido desde esa entrevista? Que a la lista de putas y de empleadas domésticas se le añade una convicta, un personaje que le ha dado a María Isabel una notable popularidad en España. Sole es el nombre de esta presa cubana que esta vez está acompañada de un potente elenco de actrices españolas como la icónica Nawja Nimri.
«No estoy sola en mis delitos, estoy rodeada de grandes actrices españolas y extranjeras. En la serie hay gitanas, árabes, asiáticas, y eso no solo aporta diversidad, sino profundidad, porque la ficción no puede seguir huyendo de la realidad. Y la realidad dice que la marginalidad no es cosa de unos u otros: la marginalidad está dictada por condiciones de vida. Por otra parte, esta serie está llena de personajes redondos. Por ejemplo, Sole, la mujer que interpreto, es una asesina, pero si hurgamos en la biografía del personaje, inmediatamente sustituimos esa etiqueta por la de una mujer maltratada que en un intento de evitar más palizas de su marido termina en la cárcel por asesinarlo. Sole no es una vulgar criminal, es en todo caso una persona que se ve obligada a cambiar su destino de forma violenta. Entre todas las reclusas, ella es a la que primero identificamos como víctima y no como victimaria; pero en las temporadas sucesivas pasa de ser esa Sole conciliadora y empática a convertirse en un personaje más grave… ¿Por qué? Pues por eso mismo, porque cada momento condiciona nuevas reacciones en el personaje, como nos ocurre a todos en la vida».
Ciertas estructuras político-sociales nos acostumbraron a analizar los efectos de los hechos y no siempre sus causas. Afortunadamente, y como dice María Isabel, la realidad de hoy muestra sus fisuras y nos enfrenta a una causalidad diferente. La realidad y los referentes morales se han invertido, lo cual ha generado un cambio de paradigma también en la representación del bien y el mal. Las producciones actuales ya no se conforman con historias y personajes maniqueos, ni siquiera con personajes positivos, no sin exponer sus miserias tan comunes en nuestra genealogía hasta en el más noble. Es un nuevo tiempo y trae con él nuevas narrativas.
Volviendo a la protagonista de este texto, he de decir que el 2018 fue una carrera de fondo para María Isabel Díaz Lago y no solo por Vis a vis. Simultaneando el personaje de Sole con otros proyectos, la vimos haciendo de Janice en La llamada, ópera prima de Javier Ambrossi y Javier Calvo. Terminó de rodar El Continental, otra serie española ambientada en los años veinte. Del otro lado del Atlántico, ha regresado a la pantalla grande con un nuevo protagónico del cine cubano en El viaje extraordinario de Celeste García, ópera prima de Arturo Infante. Una comedia reseñada favorablemente por The Hollywood Reporter y situada entre las quince películas imperdibles del TIFF por la revista People. Suelo ser muy escéptica frente a los argumentos fantásticos; sin embargo, acabo de verla en el reciente Festival de La Habana y puedo decir que el humor está de vuelta en el cine cubano contemporáneo. Se trata de una parodia que en medio de las risas no deja de ser crítica y al mismo tiempo candorosa.
Por lo demás, María Isabel cerró el último trimestre del año a velocidad de crucero. No ha quedado nada pendiente. Junto a Aitana Sánchez Gijón, Roberto Enríquez y Elena Rivera volvió al teatro con El regreso de Nora, una obra de Andrés Lima que retoma y actualiza la de Ibsen. Ya tienen previstas sesenta representaciones, con lo que la actriz empieza el 2019 con mucho movimiento. Antes que agotada se siente satisfecha. Dice Jose Adrián Vitier que las etimologías nos alegran el día: «satis» suficiente, fecha «hecha». Eso es María Isabel: una actriz suficientemente hecha que, además, es una buena intérprete de la vida.