La ciudad de San Carlos y San Severino de Matanzas fue fundada el 12 de octubre de 1693. Su ubicación geográfica y desarrollo económico contribuyeron al excelso desarrollo intelectual y artístico que le confirieron un notorio reconocimiento en la sociedad de la época, y su máximo esplendor lo alcanzó en el siglo xix.
Desde hace unos años se emprendieron las labores de rehabilitación, «una revolución constructiva» -según Leonel Pérez Orozco, conservador de la ciudad- que apenas finalizará su primera etapa el próximo mes de octubre.
Todo comenzó con la creación de la Oficina del Conservador de la Ciudad, instituyendo de esta forma el organismo gestor que organiza metodológicamente, regula y controla todos los recursos y potencial constructivo que se emplean en la recuperación. Se priorizaron una sección de edificios públicos patrimoniales y otra de espacios en las que se comenzaría la intervención. Entre las edificaciones se destacan la antigua escuela La Milagrosa, hoy Escuela de Oficios, y el antiguo Palacio de Justicia o Audiencia de Matanzas, que alojará definitivamente la Oficina del Conservador, la Maqueta de la Ciudad y una Galería del Patrimonio, donde nuestros creadores tendrán la oportunidad de exponer sus ideas y los moradores y visitantes conocerán de las diferentes etapas por las que ha transitado la plástica matancera.
Los artistas han tenido parte activa en el rescate de los espacios públicos. En la calle Narváez, Osmany Betancourt y Agustín Drake han emplazado sus esculturas y, junto a los murales donados por Jesús Alberto Mederos, han convertido este paseo fluvial de la rivera norte del San Juan en una muestra permanente. La calle Medio también constituirá un paseo artístico con obras de Manuel Hernández, Adrián Socorro y otros artistas convocados.
«Matanzas tiene que convertirse este año en la ciudad de oro que fuimos en el siglo xix; ahora vamos a tener un nuevo siglo xxi de oro». Esta afirmación del Conservador, que mira hacia el futuro y enfrenta el presente con optimismo y extraordinaria sencillez, expresa su confianza en la intelectualidad matancera y las instituciones de la cultura. Algunas, como el Fondo Cubano de Bienes Culturales, han generado proyectos que destacan por su presencia en la comunidad y participación artística, como la galería Aurora o el Salón Matanzas 325, inaugurado el pasado julio en la galería Pedro Esquerré. También Génesis Varadero, enclavada en el mismo Centro Histórico, Plaza de la Vigía, ha desarrollado un grupo de actividades de carácter expositivo por la celebración: Entre puentes y habaneras, de José Manuel García Rebustillos; Cosas de Drake, de Agustín Drake Aldama, y Perfección poética, de David García Ramírez, han propiciado un disfrute estético que alivia el cansancio de las incomodidades que genera un proceso de restauración de tal magnitud.
Un ofrecimiento más a nuestra ciudad, que comienza a mostrarse encantadoramente diferente, lo será la muestra colectiva De las raíces, que saldrá a la luz el próximo octubre en la galería-bazar La Vigía. Se ha logrado reunir a un grupo representativo de la vanguardia contemporánea, experimentados creadores con vivencias plenas en nuestro particular desarrollo cultural, responsables junto a otros intelectuales de mantener ese sano orgullo que muchos han dado en llamar «matanceridad».
Es una muestra diversa que persuasivamente conduce a descubrir toda la poética que le han impregnado sus autores. Una pasión que surge desde lo más profundo, desborda límites y se asoma a la realidad a través de esa ventana de luz que es la obra de arte.
Al contemplarlas, estaremos dialogando con esos rostros de mirada penetrante y frágil ternura, magistralmente resueltos con suaves y firmes trazos, a los que Juan Manuel Vázquez recurre logrando transmitir una sensación de paz, de sosiego, de agradecimiento al acto creativo de la vida. Encontraremos las coloridas figuraciones de Manuel Hernández, tangentes a la ingenuidad, que nos involucran en su onírico recorrido por nuestros campos y sus habitantes. Javier Dueñas nos hablará de nuestra compleja realidad a través de esa suerte de historieta costumbrista, propuesta que claramente reafirma su vocación de artista comprometido con su generación, crítico certero y observador profundo de su época. Apreciaremos la polisemia expresiva de Rolando Estévez, que incursiona en disímiles planteamientos artísticos, enfatizando en términos que describen el comportamiento humano y propician un análisis reflexivo, sereno y juicioso de nuestra propia conducta con un lenguaje constantemente renovado. Jesús Alberto Mederos dejará ver parte de su obra esparcida por la ciudad, contextualizando en dos dimensiones la extraordinaria belleza de nuestro entorno citadino, recreando sitios conocidos a los que imprime una seductora huella personal. Las sensuales damas de Sergio Roque, que en un ambiente sobrio se hacen escoltar por una iconografía local reconocible, nos darán fe no solo de la profunda espiritualidad y sensibilidad que caracteriza toda su obra, sino también de la plenitud alcanzada como dibujante, ceramista y escultor. Roberto Gonzáles, con un magnífico dominio del color y el dibujo, nos revela desde su perspectiva la verdad de las vivencias que marcan la existencia humana sin esquematismos y sobre todo con honestidad, estableciendo, a partir de elementos plásticos, una excelente comunicación con el espectador. Osmany Betancourt (Lolo), con una obra escultórica depurada y en crecimiento, manipula a su antojo un concepto dramático, y con abundantes elementos enfatiza en la fuerza expresiva que lo caracteriza. Finalmente, Agustín Drake, en el ambiente colonial de la Plaza de La Vigía y un tanto alejado de la sobriedad típica de sus esculturas de carácter minimalista, incursiona en una especie de performance en el que el autor, luego de rescatar un viejo molino de maíz plásticamente intervenido, nos entregará una suerte de molienda al estilo de finales del siglo xix.
Así, estos artistas sólidamente ubicados en la percepción y el hablar popular, con tal amplitud de miras y propósitos, han hecho crecer desde sus raíces el amor por nuestra ciudad, y tal vez no podrán tributar oro a esta centuria, pero con seguridad la luz que irradia sus ventanas harán que, efectivamente, el siglo xxi sea el más brillante de la Atenas de Cuba.
Por: Guillermo García Betancourt, crítico de arte