En los años ochenta comienzan a producirse una serie de cambios importantes, interesantísimos en el arte a nivel mundial. Ya en los setenta se había vivido el gran momento del conceptualismo, del minimalismo y se estaban agotando los recursos a nivel de lenguaje; predominaba una especie de monopolización, de hegemonía y homogenización de ciertas tendencias en el arte contemporáneo. En Cuba estaba pasando algo parecido con el paisaje, algunas vertientes del retrato, y otros géneros tradicionales que habían cobrado mucha fuerza en la década anterior y habían caído en una corriente que no estaba brindando ya grandes frutos más allá de lo aportado a principios y mediados de los setenta. Entonces empiezan a moverse cosas en el arte cubano, se siente una efervescencia en algunos artistas jóvenes recién graduados del ISA, en profesores de esa institución y también en ciudades del interior del país al calor de lo que ya estaba ocurriendo en Europa: la tendencia a la instalaciones, a las intervenciones, a las acciones plásticas, al happening, al performance… Tampoco podemos olvidar que en Venecia, Italia, en el año ochenta se lanza la postmodernidad a través, sobre todo, de la arquitectura y la transvanguardia en el campo de la pintura. Eso venía cuajando a nivel mundial ya a finales de los setenta y en Cuba se sienten también esos ecos. Así surge un nuevo movimiento en nuestro país —al calor de esa influencia internacional— que es el que da lugar a la exposición Volumen I, una muestra que renueva la forma sobre todo del arte cubano, también a nivel temático y de los contenidos, pero trae sobre todo una renovación formal muy grande. En 1982 fallece desgraciadamente Wifredo Lam y se decide crear —por la máxima dirección del Estado— una institución con su nombre, y en ese contexto, a propósito de la creación del Centro Wifredo Lam, se funda la Bienal, que es un evento internacional de artes visuales que Cuba no tenía hasta ese momento.
Por entonces había solo cuatro bienales en el mundo, un evento quinquenal que es Documenta, el más grande de todos. Pero la Bienal de La Habana viene a llenar un vacío que tenían las otras, que es la presencia de los artistas del Tercer Mundo, promover la obra de esos creadores que constituyen las tres cuartas partes de la humanidad. En las demás se podían ver muchos artistas europeos, norteamericanos, japoneses y nada del resto del mundo. La Bienal de La Habana llena ese vacío y, efectivamente, fue un golpe trascendental y no solo con la primera, sino con la segunda, que fue verdaderamente un evento global: nunca se habían reunido artistas de tantas partes del mundo como sucedió en la Bienal de 1986. La madurez de ese concepto se da en la tercera, la de 1989, que todavía es recordada como una de las más importantes de todas y se evalúa como un punto de inflexión, una ruptura entre todos los eventos del mundo, no solamente las bienales. Hay un antes y un después de esa Bienal.
Desde mi punto de vista la Bienal de La Habana se ha convertido en un hecho significativo para el arte cubano, para los artistas cubanos, porque les demostró las posibilidades que ellos tenían y que no habían podido desarrollar quizás hasta ese momento con un evento de gran escala, un evento mundial. Les dio la posibilidad de mostrar a una gran cantidad de público piezas de gran escala, que no se habían podido exhibir en una galería. Todos conocen que nuestras galerías son pequeñas, tienen muy limitado el espacio, entonces el artista cubano no puede desarrollar un proyecto de grandes dimensiones si no se lo facilita un evento de esta envergadura. Por tanto, con la Bienal el artista cubano comenzó a soñar en grande. Esa es la realidad de la Bienal de La Habana, que salió de los espacios tradicionales —museos, galerías…— y se va a fortalezas militares, conventos, iglesias, Casas de Cultura, instituciones docentes, turísticas, en fin, de todo tipo. Viéndolo desde otro aspecto ese ha sido un impacto en la trama urbana, en el tejido social de Cuba y particularmente de La Habana.
A partir de las primeras ediciones de la Bienal de La Habana, comenzaron a aparecer eventos de este tipo en el mundo, en África, en Asia, en América Latina y el Caribe, donde surge la Bienal de Santo Domingo, por ejemplo; se organizan en lugares en lo que no se soñó nunca que pudieran existir encuentros de este tipo. Por tanto la nuestra fue el detonante, la que desencadena la proliferación en masa a partir de los años ochenta, al punto que en un momento hubo unas doscientas bienales en el mundo, eso para no hablar de las nacionales, que también surgen y todavía algunas de ellas permanecen hasta hoy. Un país como Brasil, por ejemplo, que tenía nada más que la de Sao Paulo, inventó la de Mercosur, la de Curitiba; Argentina, la del Fin del Mundo; Chile se planteó una trienal, porque las bienales le dan visibilidad no solo a los artistas que participan, sino al país y a su cultura. La gente en el mundo se dio cuenta de que había que mostrar arte a gran escala y creo, también, influido por un sentido del espectáculo en el que la televisión, el cine, habían tomado la delantera. Pienso que nuestra Bienal se siente compulsada de igual manera por la sociedad del espectáculo, de la civilización del espectáculo, que es consecuencia de la cultura contemporánea a nivel global. No voy a detenerme ahora si es banal, trivial, pero sí es una consecuencia de esa cultura. Por lo que las bienales tienen que competir en un contexto global entre ellas mismas y con otras expresiones de entretenimiento y de cultura. En este sentido muchas se lanzaron a la búsqueda de un perfil propio, pero muchas no han logrado sobrevivir. Actualmente se convocan alrededor de cien bienales. Pero creo que el saldo mayor está en que las bienales, promoviéndose a sí mismas, promueven a sus artistas y a su país, aunque no todas hayan logrado sobrevivir porque es un esfuerzo descomunal, muy difícil de sostener durante mucho tiempo.
Titulares de prensa
GRANMA: LAS ARTES VISUALES SE APODERAN DE LA HABANA
«…se puede descubrir a una gran cantidad de público de todas las edades que aprecian con ánimo indagador las obras que dialogan con la realidad cubana y ponen al ser humano frente a sí mismos para encontrar algunas de las respuestas a las preguntas esenciales que se realizan los seres humanos en cualquier rincón del mundo».
TRABAJADORES: COMO NUNCA, EL ARTE
«El arte, como nunca, invadió La Habana. Una festividad sin precedentes en los treinta años de existencia de La Bienal. Megaencuentro con resultados muy superiores, tanto por el nivel de las curadurías, como por la posibilidad de convertir a esta cita en la plataforma principal de proyección del arte insular».
BBC MUNDO. LA BIENAL QUE TOMÓ EL MALECÓN COMO GALERÍA
«Algo distingue a la convocatoria habanera: el vínculo estrecho con un público amplio y casual, hombres y mujeres que rara vez visitan las galerías de arte y los espacios más o menos convencionales de exhibición. Porque una parte importante de las propuestas de la Bienal de La Habana, obviamente, están en las galerías, museos y centros de arte… pero en espacios abiertos se han emplazado obras muy interesantes, que sorprenden a los peatones».
EL PAÍS. LA BIENAL DEL DESHIELO
«…una cita marcada por el actual momento de distensión política entre Washington y La Habana y que, más allá de calidades artísticas, pasará a la historia como la Bienal del diálogo y del reencuentro».
JUVENTUD REBELDE. EL MUNDO ESTÁ EN TODA SU DIMENSIÓN
«A recorrer La Habana, porque esta es una Bienal de los Barrios, de las comunidades, invitó Jorge Fernández, durante la inauguración de la 12 Bienal… En estos días la urbe habanera se ha convertido en la capital mundial del arte contemporáneo. La ciudad es una inmensa galería».