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El tren de la vida... la vida y el tres... tres, vida y suerte de la guaracha
01November
Artículos

El tren de la vida... la vida y el tres... tres, vida y suerte de la guaracha

Este es un disco de guarachas. La guaracha es la hija pizpireta del son cubano –aunque tenga una hermana en Puerto Rico--, con una energía inagotable y una amplia sonrisa. Es irónica y mestiza. Como toda hija de vecino que va a su libre albedrio se le puede encontrar lo mismo en las grandes ciudades que en los caseríos de toda la nación. Seductora e inquieta, conoce las interioridades de aquellos que le rodean; por tal razón hay quien le ama y quien cruza los dedos ante su presencia. Sólo sucumbe ante el sonido del tres. Debe ser por eso del mestizaje. 

A ciencias cierta nadie sabe su edad. Mas, sus historias no han dejado de contarse una y otra vez. Se sabe que ha fascinado a decena de hombres y mujeres –no comulga con las teorías de género hoy en boga, lo que la hace diferente, neutra diríamos—que le profesan una devoción religiosa; y que como los antiguos cristianos soportan con estoicismo a quienes no le aceptan; al menos en público. Su legión de seguidores crece según pasan los tiempos.

Es el siglo XXI. En vez de la electricidad la novedad son el internet, las redes sociales, los teléfonos inteligentes y las ciberbatallas que nadie sabe cómo se han de librar; sin embargo; ella está ahí y sigue seduciendo a los mortales. El tango es cosa del pasado, hoy es lo urbano lo que se usa; y la guaracha se ha amoldado a estos tiempos y a esos reclamos. 

Quiero hablarle de dos hombres que han sucumbido a su influjo. De la línea directa de sucesión musical que hay entre ellos; de ese sacerdocio musical que profesaron, profesan y que han de profesar. Uno dejó una historia, sus guarachas y hasta la leyenda que se ha tejido acerca de sus andanzas. El otro, más de estos tiempos está labrando la suya. Son Faustino y Tony; así le llamamos en confianza, aunque se apelliden Oramas y Ávila.

Faustino, para nosotros “el Guayabero”; es de la vieja escuela del son. Ese que llaman montuno, que no se complica con grandes alardes musicales. Es el son de tres, maracas y marímbula que vuelve sobre el mismo motivo una y otra vez. Es el son oriental que no deja de sorprendernos.

Pero soneros y guaracheros de trascendentes y geniales ha habido los suficientes; la lista sería interminable; la genialidad del Guayabero ha sido su dominio del doble sentido presente en cada una de sus composiciones “…la frase maliciosa… el mal pensamiento lo pone otro…”, afirmó cierta vez que le preguntaron sobre sus temas y la picardía que encerraban. Una vez se confirma que los genios no explican sus creaciones.

El Guayabero ya no está en nuestras vidas. Sus frases, sus historias se habían apagado en el año 2007, cuando el tren de la vida se detuvo para él. Años antes lo había anunciado “… es un tren que no tiene regreso… y en la parada que hace te deja en el cementerio…”. Había agotado su pasaje, después de haberlo visto detenerse más de una vez. En ese mismo tren de la vida había dejado el estuche con su tres; partituras borrosas, una foto de Marieta y algunos papeles amarillos en los que intentó siempre escribir su testamento.

 

Portda del disco El tren de la vida

 

Tony, el de apellido Ávila, había visto pasar una y otra vez el tren de marras y siempre quiso aprender de ese hombre --Faustino—los secretos de esa forma de hacer el son a la que llaman guaracha y que precisa dominio de la guitarra y el tres. Por eso fue cruzando de vagón en vagón.

Dicen, no me crean, que encontró algunos de esos papeles amarillos y las viejas partituras. Dicen, también, que el ánima de Faustino se le aparecía de vez en vez y que conversaban animadamente sobre la vida, las mujeres, la sociedad y los sueños. Dicen… siempre dicen, pero nadie los ha visto juntos… hasta el día en que entraron uno junto al otro; cada uno con su estuche (guitarra y tres); a un estudio de grabación para volver a viajar en el tren de la vida y hacerse acompañar por amigos y retomar aquellos sones que una vez soñaron cantar juntos. Yo estaba ahí y doy fe de ello. Aquel sueño es este disco. 

Han pasado diez años desde que Faustino tomo las de Villadiego y fue encontrase con sus fantasmas; en ese mismo tiempo Tony ha ido ocupando en nuestras vidas esos espacios para “…mal pensar y rimar esas (aquellas y estas) cuartetas en que el pensamiento vuela libremente…”. 

En ese mismo periodo de tiempo la sociedad ha cambiado y la guaracha continua su andar por el largo trillo de la música; un trillo que ha visto pasar a muchos y en alguno de sus recodos uno puede encontrar nombres ilustres y algunos que ocasionalmente lo han cruzado.

Dadme una guaracha y os haré feliz; tal vez hasta mueva el mundo y sonriamos nuevamente. Así está escrito en algún lugar de ese camino; ruta que necesita nuevos pasos y esos pasos son la esencia del segundo disco con que viajamos en este tren, que se acompaña con el tres y que nos recuerda que a cada paso la vida amerita una sonrisa. Ese es este otro disco. 

El camino a la guaracha que ahora se traza es un gran jolgorio. Tony y sus amigos; algunos estuvieron presente en la primera aventura; fueron sembrando nuevas guarachas, nuevos guaracheros. Cada uno conto su historia, se abrazó al tres y suspiró ante el sonar de la trompeta.  

Son nombres y cantos poco conocidos. Tal vez muchos se queden en la primera estación: la del olvido; otros verán que su ruta sigue hasta el infinito. Ellos lo saben, pero la guaracha los ha seducido. Tienen todas las influencias, han bebido en todas las fuentes; les asiste el derecho a ser parte de la cofradía de la guaracha.

El guarachero es un sacerdote del alma. Cuenta las historias propias y ajenas con pasión; en cada cuarteta se juega la vida. Nuestro Tony prepara la próxima legión de guaracheros y nos los presenta para que le demos la aprobación. El juglar paga su deuda de gratitud con la música cubana, mientras el tren y la vida corren a la velocidad de estos tiempos y el tres no deja de sonar. A nosotros toca escuchar este disco.

Por cierto: ¿tú guaracha dónde está…?