Mucho se ha hablado de la importancia de El halcón maltés (1941) dentro del cine negro. Las opiniones van desde las que consideran que con este filme se inicia la serie negra, hasta las que relativizan de forma extrema su importancia dentro del panorama de este género.
Vea además: El sueño eterno: un laberinto de amor y decepción
En el aspecto temático se plantea que abre los surcos del filme “noir”: el detective privado, la mujer fatal, la intriga laberíntica, las relaciones turbias y atmósferas inquietantes, la impresionante galería de criminales y aventureros, los asesinatos con sabor a inutilidad. De la puesta en escena se destaca, normalmente, su sobriedad y austeridad; de la narración, su concisión, su economía de medios, lejos de la imaginaria de fuertes cargas expresionistas (el calificativo expresionista no se puede aplicar nunca en toda su extensión a un filme “noir”, de ahí que relativicemos el término). También se afirma que no es más que una inspirada ilustración de un texto fundamental de Dashiell Hammett, un trasplante más que una adaptación del original literario.
En primer lugar, en el filme se destacan ciertas características, ciertas convicciones, que matizan los planteamientos expuestos. Convicciones que serán constantes en el género negro, y no aludo únicamente a la figura del detective privado, al discurso ideológico (parábola social) o al asesinato como modus vivendi, me refiero a ciertos elementos narrativos, estilísticos, como la concentración del tiempo fílmico en el que desarrolla la historia, la estructura de encuesta que adopta el relato; la composición en la que destaca una distribución irregular de las figuras en el encuadre; la utilización expresiva de la profundidad de campo; la negación del plano general para introducir al espectador en cada secuencia; la iluminación contrastada, con abundante dispositivo de lámparas que proyectan chorros de luz, directa y expresiva, sobre rostros u objetos; el obsesivo empleo del contrapicado en primer plano sobre un rostro asustado o sorprendido, con los consiguientes efectos dramáticos: el personaje se siente atrapado en el encuadre; los saltos continuos en la escala de planos; la creación de espacios opresivos (iluminación/angulación/disposición de las figuras en el encuadre); los asesinatos en “off”; el empleo de la elipsis con la finalidad de no mostrar la muerte violenta; confusión y retorcimiento añadidos a una historia repleta de diálogos explicativos que por su saturación acaban por desorientar al espectador.
Estos son algunos de los recursos que pone John Huston en juego, dentro de una evidente falta de medios subrayada por el abundante uso de interiores como decorados de la acción. Pero esta elección podemos interpretarla también en clave estilística, como una decisión creativa para acentuar una atmósfera cargada de malestar criminal, asfixiante en sus borrosos contornos, como si un cierto peso de fatalidad hundiese a los personajes. Se respira una sensación de claustrofobia, como si su inmoralidad los arrojase a los infiernos. Si en su conjunto John Huston no exprime hasta las últimas consecuencias los recursos desplegados, podría ser debido a su preferencia por la contención dramática y la concisión narrativa.
Estamos contemplando El halcón maltés como película de género, adaptación de una novela negra que se inscribe, por diversas razones, en el discurso global del cine negro; pero también podemos observarla desde la perspectiva autoral. Es el primer filme de John Huston, y se puede comprobar en él ciertos aspectos que integrarán, a través de su larga filmografía, el universo hustoniano: el relativismo moral, la feroz ley de la supervivencia que rige las relaciones/actitudes de los personajes, el cinismo como arma contra el fracaso, el sueño castrado por el destino, el tono aventurero en la búsqueda del halcón maltés, el esfuerzo inútil (al final la estatuilla resulta ser falsa), un cierto fondo irónico en la mirada desplegada, son aspectos (temáticos e ideológicos) que serán esenciales en el discurso posterior de John Huston, y que entroncan, en gran parte con el universo ficcional/ideológico del cine negro.
No hay condena moral. Al contrario, Sam Spade (Bogart) encarna una antimoral: el instinto de supervivencia, la necesidad de la ambigüedad, el cuestionamiento de los valores establecidos. El individualismo enfrentado a las fuerzas ciegas de la vida, de la sociedad. El Sam Spade de El halcón maltés nos recuerda a los personajes de La burla del diablo, o a los dos exsoldados del Imperio Británico de El hombre que pudo reinar. La coordenada transversal en que se constituye una visión autoral, en relación a un filme concreto, deja al descubierto su importancia en el caso que nos ocupa. Nuestros análisis se enriquecen teniendo en cuenta esta perspectiva. En El halcón maltés confluyen sobre un momento histórico, sobre una realidad social.