Cuando un pintor, escoge el fondo marino de nuestra plataforma insular como el lugar apropiado para instalar su caballete, no solo singulariza una inusual propuesta, sino que a la vez comparte con la naturaleza misma, la maravilla de la creación.
Cuando Sándor González, investido con toda la indumentaria propia de un buzo, se dispone a pintar un cuadro con la técnica del óleo a una profundidad de seis o siete metros, lo más probable es que sus espectadores habituales sean los peces mientras que los verdaderos intrusos somos aquellas personas que desean ser testigos de esta experiencia inédita.
Si bien es cierto que, en tales circunstancias el verlo concretar sobre el lienzo las habilidades de su profesión, nos evoca la compleja sencillez de una mirada donde la imaginación no tiene límites, a la vez estamos ante una auténtica reivindicación del derecho a existir dentro del más puro aliento ecológico.
Decidirnos acompañar a Sándor en esta inmersión, es convertirnos en el personal autorizado para celebrar la intimidad de cuando el pintor procede a darle vida a una obra de arte, pero al mismo tiempo disfrutamos del privilegio de contemplar toda la diversidad de la fauna del lugar desde una perspectiva humanista, cuando habitamos en el espacio deparado a cada ser en nuestro planeta, incluso en el fondo del mar.
En tal sentido, los materiales utilizados por Sándor no agreden al medio ambiente, incluso las decenas de macetas gigantes procedentes del taller de cerámica del artista Lázaro Valdés, que decoradas por otros colegas y el propio pintor yacen en el lecho marino, por lo que pronto pasan a ser un recaudo seguro para plantas y peces.
No por gusto su Galería Submarina Transeúntes, ubicada por el Fondo de Bienes Culturales en el Centro Internacional de Buceo de Punta Perdiz en la Ciénaga de Zapata, figura para Cubanacán como un punto de atracción turística de gran interés, precisamente a causa de la presencia de la insólita galería, única en nuestro archipiélago.