Hace tres décadas Carlos Alberto Cremata Malberti, Tin, un alquimista de los sueños con una profunda vocación martiana, logró lo que parecía una utopía: fundar una compañía de teatro infantil integrada por niños que improvisan, juegan, cantan, bailan, se divierten de manera creativa, derrochan ternura, aprenden sobre el desinterés, la honestidad, la solidaridad y se convierten en personas de bien.
Todo comenzó el 14 de febrero de 1990, Día del Amor y la Amistad. El joven Tin todavía estudiaba Dirección Teatral y era el guionista del espacio televisivo «Cuando yo sea grande», dirigido por su madre, Iraida Malberti. Lo que nació como La Colmena, un proyecto teatral para adultos, en poco tiempo devino La Colmenita, obra a la cual Cremata ha consagrado los últimos treinta años de su vida.
El 2 de abril de 1994, Tin estrenó con niños y adultos, en el teatro Karl Marx, la pieza Meñique, inspirada en el cuento del francés Édouard de Laboulaye adaptado por José Martí en La Edad de Oro.
A lo largo de su historia La Colmenita ha llevado a la escena clásicos de la cultura cubana y universal convertidos en grandes revistas musicales. El 1ro. de junio de 1996, Día Internacional de la Infancia, presentaron en la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba La cucarachita Martina. Le seguiría, en 1997, Blancanieves y los siete enanitos, con adaptación de la fallecida dramaturga Julia González Carid. Al decir de Cremata, es «el espectáculo más grandote que ha hecho La Colmenita y el más querido por los colmeneros. La bruja es una acróbata de la Compañía Havana que se cae aparatosamente. La gente se levanta en sus asientos y la aplaude mucho. Es el espectáculo más difícil, más complejo en cuanto a sonido y escenografía. La versión es cubanísima y les encanta a los niños».
Y es que detrás de cada historia siempre hay un mensaje para los niños y sus padres. Se ha podido constatar en Ricitos de oro, Alicia en el país de las maravillas, Pedro y el lobo, La muñeca negra, El mundo al revés, Las aventuras del capitán Plin, Travesía mágica y muchos otros que harían interminable la lista.
Lo que más ha sorprendido a artistas de renombre en la Mayor de las Antillas es la calidad de la orquesta de La Colmenita, integrada por niños que interpretan páginas musicales de los maestros Juan Formell, Adalberto Álvarez y Arsenio Rodríguez, o de Miguel Matamoros, Sindo Garay y Manuel Corona, exponentes de la trova tradicional cubana. Confiesa Tin que el secreto está en aprenderse las canciones y pararse a tocarlas encima de un escenario, aunque sea el más chiquito del mundo. Da igual si es en un ensayo con público, en el restaurante de la sede principal ante amigos invitados a un almuerzo o en una función de la compañía.
Hoy existen filiales en Sancti Spíritus y Villa Clara, así como en varios municipios de la capital. Los integrantes de La Colmenita de la Policía Nacional Revolucionaria actúan en comunidades de tránsito de La Habana. Los colmeneros también están presentes en la escuela especial de discapacitados físico-motores Solidaridad con Panamá, en la escuela especial René Vilches Rojas y en la República Bolivariana de Venezuela. Por labor tan altruista, el 3 de octubre de 2007 la compañía fue nombrada Embajadora de Buena Voluntad de la Unicef.
En 2017 la tropa de Tin obtuvo una nominación a los Premios Grammy Latinos, en la categoría de música infantil, por el disco Añejo jardín, con las canciones del espectáculo Ricitos Valdés, una parodia del clásico Los tres ositos. Ese mismo año fueron merecedores del Premio Excelencias del Arte.
Entre los proyectos de Cremata para celebrar los treinta años de la compañía destaca la publicación del libro Recuerdos de La Colmenita, donde recogerá un grupo de anécdotas, fotos y una selección de los testimonios escritos por internautas en la sección homónima del sitio digital Cubadebate. Como regalo especial del cantautor Silvio Rodríguez, se estrenará la canción Somos La Colmena, con arreglo de Leo Brouwer.
Los colmeneros nunca abandonan del todo la compañía. Cuando crecen, algunos permanecen como maestros. Otros siguen en el camino del arte. Pero todos mantienen vivos los preceptos martianos aprendidos en La Colmenita que los llevaron a transitar por la senda del bien y de la justicia social.