Por Jaime Masó Torres
Así concluía Carilda Oliver Labra la entrevista que hace más de cinco años le realizábamos, con el objetivo multiplicado de rendirle honor. A pesar de sus más de 90 años - señal natural del final físico- la noticia de su muerte impacta y duele, duele mucho saberlo. Más cuando se le admira tanto en Cuba y en diversos países de América Latina, cuando una muchacha enamorada de hoy la tiene como su poeta de cabecera, cuando tantas historias hay de su persona, sus amores, sus irreverencias… que nos invitan a imitarla, a caminar libre, a definirnos en pensamiento y alma.
Si la poesía escrita por mujeres tiene hoy fuerza y calibre en Cuba, se debe entre muchas razones a la que escribió Carilda Oliver, a su mesurado y al mismo tiempo rebelde sentido de colocar las palabras, de rebelarse a normas machistas de su época, de las que vinieron después; a las siempre hipócritas leyes morales que ponen freno al amor.
“Yo digo lo que se me parece, cuando creo que lo debo decir, cuando lo siento, cuando sobre todo es mi pensamiento”, nos decía la escritora en la entrevista radial publicada el primero de julio de 2011 en la emisora Habana Radio.
“Cuando era joven estaba muy vanidosa de unos ojos bellos que llamaban la atención, pero nunca fui perfecta, al contrario, me dolían mis defectos (…) Me califico como una cubana que quiso siempre la libertad, la justicia y el amor. Me confío a cualquier evaluación. Si es negativa pues pido que me disculpen por no haber sido mejor”, afirmaba en aquel entonces.
Fue el pasado mes de marzo cuando Carilda recibió el Premio Excelencias, entregado por su fecunda obra en la séptima edición de la entrega de este galardón en Cuba, que reconoce a personalidades, organismos e instituciones que contribuyen al desarrollo de la Isla en diversos sectores.
“Lo que tiene uno es derecho a la vida, porque la muerte es un deber. Pero yo seguiría viva toda la vida y toda la muerte”, terminaba aquel diálogo entre risas, dejando claro que consiguió vivir intensamente.
A partir de ahora, escritores, periodistas, amigos o admiradores, se lanzan a escribir loas, crónicas o anécdotas sobre la autora de Al sur de mi garganta. Es justo que el menos iletrado se refiera a Carilda con afecto, pues al referirnos a una persona amada solo pueden salir de nuestras voces muestras sinceras de cariño.
Carilda deja como herencia sus poemas y una bofetada en el rostro de los conservadores “puros” que algún día la juzgaron. Amó sin límites y defendió la Patria que la vio nacer y ahora, con lealtad, la despide.
(…) Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria:
la quiero toda
sobre mi tumba.
Carilda Oliver Labra
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