Porque nos negamos al olvido, a la omisión, evocaremos siempre a la genial figura de Bebo Valdés, quien fue y será Cuba, mucho antes de una proclamación fría.
El gran músico que nació el 9 de octubre de 1918 en Quivicán, está considerado uno de los más geniales artistas de la Isla. Fue el precursor de las famosas descargas de jazz afrocubano y el creador de un ritmo propio llamado “batanga”, el cual arrasó allá por los años 50. Mucho le deben a Bebo los creadores cubanos y de otros lugares. ¡Mucho le debemos a su maestría sonora!
Según cuentan, tras un viaje a Haití que marcaría toda su trayectoria musical en 1948, la carrera de Bebo tomó impulso al ingresarse al Club Tropicana, donde permaneció hasta 1957 como pianista y arreglista residente en la orquesta de Armando Romeu. Durante esa época creó Sabor de Cuba, su propia big band y gracias a su respaldo triunfaron figuras como Rita Montaner, La Única, y otros como Benny Moré y Rolando Laserie.
Años después, con 76 abriles, retirado de la música, en el fondo de la desmemoria, llegó el apoyo de Paquito D’Rivera y el maestro regresó a los estudios de grabación con el álbum Bebo Rides Again.
Al lado del director de cine español Fernando Trueba, inició una fructífera colaboración en películas documentales como Calle 54 o El milagro de Candeal y discos como El arte del sabor o Bebo de Cuba.
¡El genio volvía a la vida! Y lo hizo al recibir justos reconocimientos entre ellos varios Premio Grammy gracias al disco Lágrimas negras, grabado con Diego el Cigala. En el 2013 murió “El mago de los ritmos cubanos” a los 94 años allá en Estocolmo.
Pero de un “plumazo” no se cuenta una vida y menos la de Bebo. Hay que hablarles más a los jóvenes de él, estudiar su música... Preferimos los errores del entusiasmo, como escribió el francés Anatole France, a la indiferencia de la sabiduría.