Hay seres humanos de los que nunca podremos hablar en pasado, porque seguirán con nosotros eternamente. No se irán nunca, porque sus raíces están tan arraigadas en la tierra que nada ni nadie las podrá arrancar. Amén de su descendencia que está ahí para seguir la obra...
Aunque su nombre es Alicia, su genio la ha llevado en el tiempo a intercambiarlo infinitamente con otros sobre la escena. Por eso, cuando se pronuncia Giselle ella responde al instante. Y así sucesivamente con una lista interminable. Esa galería de personajes que ha adoptado en el tiempo, deambulan con ella... El lirismo sin igual de Odette (El lago de los cisnes), la fuerza de su enigmática Yocasta (Edipo), la seductora Carmen, la frágil Giselle, La Péri, Roberto, el Diablo, La Diva, La Viuda Alegre, Carmen, y también Alicia, la mujer cubana, de verde olivo, siempre en la primera línea de combate esperando para regresar. Pero más allá de la técnica, Alicia emerge real, espontánea, pura, como la danza, alcanzando con su baile un sitio seguro en la eternidad.
Qué decir del mar cuando enloquece y hace gemir la costa; o del bosque con su dramática cópula con la tormenta, o el enigmático verde de la naturaleza, soberana modelo del color y la combinación. Qué decir de ese instante supremo de felicidad cuando uno cree ver el aire mismo. Qué decir ante el desafío del artista con la escena, cuando logra derrumbar, sin apenas una huella, los muros del teatro, para alzarse con la vida obviando teorías biológicas y del tiempo. Qué decir de todo esto, que tanto dicho hay y, sin embargo, que tanto sentir reclama palabras. La divina Alicia bailando tanto... La mejor realidad, aquella que nos parece un sueño. En ella está la Giselle, tan comentada y todavía tan inspiradora, de nuestra Alicia Alonso, sensitivo, arco tendido del corazón de la tierra al del hombre.
Hoy las memorias regresan con nostalgias como resacas del tiempo... Y emerge la bailarina, la mujer, como símbolo. No alcanzarían palabras, homenajes, discursos, para agradecerles a la Maestra y a Fernando, Alberto y todos aquellos, que cual descendencia, vibran de una forma u otra en la cadencia y dimensión del Ballet Nacional de Cuba (BNC) por las tablas cubanas y del mundo, lo que ella y su compañía representan para esta pequeña Isla. Una agrupación de ballet clásico en pleno Caribe, zona tropical, de playas, exuberancia de todo tipo, rumba, tambor, que en aquel lejano 1948 veía nacer aquí un arte singular, surgido en Europa, representativo de las élites y que ella y el pequeño grupo de danzantes/profesores esculpió con afán para devenir no solo la compañía más joven de ballet clásico sino una Escuela Cubana de Ballet, que con su personalidad, retratada en Alicia Alonso, campea por el mundo. Por supuesto, con singular maestría, cadencia y fino aliento mostrando la cubanía en las puntas, en estos universos de príncipes, hadas e historias lejanas en tiempo y espacio, que hemos hecho nuestras por ellos. Y algo más importante: el hecho de situar a Cuba también en la geografía universal como centro destacado/célebre de la danza internacional, y algo más reconocible aun, que sea un arte de pueblo, del pueblo y para el pueblo. Porque toda Cuba ama la danza como algo muy nuestro, como puede ser el béisbol, y como lo es el cine. Algo impensable en cualquier otra parte del mundo donde este arte está reservado solo para unos cuantos.
Tuvieron Alicia y el BCN la suerte de peregrinar poco tiempo por otros lugares, cuando en su país, en aquel momento, no había ni ganas ni amor ni conciencia de lo que significaba para Cuba ese hecho. Hasta que las puertas se abrieron, anchas, en 1959 con el triunfo de la Revolución para recibirla nuevamente y apoyar el proyecto, la realidad que es hoy la compañía, y después la estela de popularidad y aceptación, mezclada con las simpatías que provoca por donde pasa, como símbolo ya de Cuba, de Patria. Aquí está la compañía y la Escuela para seguir haciendo historia, dejando huellas de cubanía en las que siempre vivirán los fundadores, los que sembraron la semilla, los que abrieron el camino y regalaron la gloria.
La Alicia de muchos quilates que encandila las miradas y el alma está aquí. Es la impronta de la Diva, la estrella de mucha luz, la prima ballerina assoluta que convoca a esos Dioses que la animan en cada acto de su vida. Alicia, no hay dudas es el viento que no se detiene. Por eso cruza por nosotros en el tiempo, como algo infinito, como estas obras que la dejan ver más allá de su imagen, hecha Pueblo.
¿Qué le pide Alicia a la vida? (Pregunté una vez durante una entrevista: "Trabajar más (sonríe ancho y feliz). Vivir 2OO años". Se sabe que en la vida uno pierde y gana. Desde aquella época en que de niña le llamaban Unguita en el ambiente familiar, y usted bailaba en las tertulias hogareñas, hasta hoy... "Sólo cuento las ganancias de la vida: crear ¡vivir!". Alicia entró, por derecho propio, en la eternidad. Alicia sobrepasará los 200, la vida entera. Estará siempre con todos nosotros...
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