La preparación básica de los bailarines de Acosta Danza resulta un buen arranque que permite especular en la creación coreográfica. Eso se nota en cuanto salen al escenario en cada puesta, sin olvidar ese magnetismo propio del grupo, inspirador e inspirado, sustentado por la técnica que aderezan con una energía ilimitada que rompe barreras físicas.
La compañía que dirige el bailarín y coreógrafo Carlos Acosta, fascinó en su reciente temporada Rituales con cuatro obras: los estrenos mundiales de Portal y COR, el estreno en Cuba de Soledad, y la reposición de Paysage, soudain, la nuit…, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
La reconocida bailarina, profesora y coreógrafa cubana radicada en República Dominicana, Marianela Boán, apareció pisando fuerte en el espectáculo de la mano de COR. Un sugerente trabajo que contó con la colaboración de los seis intérpretes, y cuya música original, interpretada en la escena por el pianista y compositor…, Pepe Gavilondo, (a partir de la canción tema Consuélate como yo, de Gonzalo Asencio) es protagonista de la historia.
Con esa personalidad suya de acercarse a la danza, rozando siempre la cotidianeidad, mediante gestos habituales del ser humano, la palabra y otros recursos…, dan lugar a lo que ella califica “danza contaminada”, más allá del movimiento puro. Seis tambores que resultan co-protagonistas en la danza junto a los bailarines –que hacen sonar muy bien- (detrás está también la mano del profesor de percusión Lino Pedroso) , aportan a la originalidad de la obra que rezuma cubanía y mantiene un diálogo perenne con los danzantes moviéndose a su compás. Se suman en COR las voces de los propios intérpretes (Zeleydi Crespo, Yanelis Godoy, Carlos L. Blanco, Mario S. Elías, Julio león y Raúl Reinoso) quienes aportan interesante musicalidad construyendo el coro –detrás en ese arreglo están las manos de la maestra Alina Orraca y del propio Gavilondo-, que ilumina también de “personalidad escénica”. Junto con las luces de Bonnie Beecher y el vestuario de Alisa Peláez se termina de “bordar” la pieza plena de efectividad.
Otro original estreno fue Portal, del español Juanjo Arqués. Como su nombre indica, los conceptos de la pieza se situaron en el límite de una puerta, con todo lo que denota el no saber qué pasará si se cruza su frontera… Ello genera un ritmo que crece a medida que pasa el tiempo, y tanto a nivel interpretativo como conceptual, Portal es una realización de envergadura en cuanto a recursos empleados y una prueba para demostrar las capacidades de los bailarines que asumieron a la perfección el versátil vocabulario de Arqués, basado en las energías y conformado por movimientos de muy diversa expresividad. El clímax aparece en los minutos finales, cuando los siete excelentes danzantes, bailan/giran dramáticamente detrás de la puerta, (el frontón de una edificación habanera con un vitral, único y enigmático elemento móvil de diseño escenográfico que cuelga en un costado-), que al apagarse las luces –también espléndidas y exactas de Bonnie Beecher- refleja los tonos de nuestra enseña nacional como elemento de futuro… La puesta tiene el mérito de comunicar a la perfección las ideas a través del movimiento, en contrapunteo con la excelente música de Ariwo, donde se combina percusión y sonidos electrónicos.
LA SOLEDAD EN EL PAISAJE COREOGRÁFICO
La idea central de Soledad, corografía de estreno en Cuba del también español Rafael Bonachea –autor de los diseños de escenografía/vestuario) fue dibujada en estas presentaciones por la precisa banda sonora (música de Astor Piazzolla, Chavela Vargas y Gidon Kremer). La obra transparenta la intimidad de una pareja con sus problemas cotidianos, y en ella, los excelentes bailarines Laura Rodríguez/Mario S. Elías, alcanzaron, con su fuerte interpretación/baile, tocar fibras sensibles en el auditorio, al matizar con sus actuaciones la estética de este creador catalán, expresada entre el ballet clásico y neoclásico. A partir de la relación de pareja, Bonachea explota el sentido dramático de los movimientos/gestos sembradas en los danzantes con situaciones y acciones que asumen, aceptan y expresan como “palabras” que se repiten en oleadas cada vez más llenas de tensión y otras de lirismo, mientras la música, cargada de agudezas acentúa la acción. Una entrega precisa, en la que los juveniles y diestros bailarines armaron esa magia escénica del juego del amor.
Paysage, soudain, la nuit, coreografía de Pontus Lidberg se sumó a la temporada. El título Paisaje… le hacía ver muchas más cosas: sentimientos, impresiones o sueños. Los temas musicales le sugerían un anochecer. La escena, entonces, volvió a permearse de un especial colorido con su diseño coreográfico. En él surge esa síntesis magistral de ideas que siempre lo acompañan, expresado en una ininterrumpida secuencia de eficaz teatralidad, coherencia coreográfica, organicidad plástica, sentido del espacio y evocación de muchas artes… Sin muchas pretensiones coreográficas, idónea banda sonora, un diseño de luces cautivante (Karen Young), y una mínima e ideal escenografía creada por la artista plástica cubana Elizabet Cerviño (una instalación de güines) “sembrada” en lo profundo de la escena, Paysage…, dialogó con lo cubano desde el ritmo, el gesto, el baile y la acción, dibujada por la compañía.
En portada: Cor, de Marianela Boá. Fotos: Yuris Nórido/ Cubasí