En el 2000 el historiador del arte Olivier Debroise llevó a cabo la exposición Tamayo en el torbellino de la modernidad, a la par que colocaba en perspectiva crítica las intenciones subyacentes a la construcción del Museo Tamayo. De forma paralela a la vida del artista oaxaqueño, esta institución tiene sus antecedentes en las controversias entre el muralismo nacionalista –cuya máxima descansaba en la consigna que inscribió David Alfaro Siqueiros en 1944:
“No hay más ruta que la nuestra”– y la visión internacionalista defendida por Rufino Tamayo.
El Museo Tamayo sería una plataforma para visibilizar el arte contemporáneo internacional en suelo mexicano, subsidiado por la iniciativa privada. Aunque temporalmente distante a los años hegemónicos de la Escuela Mexicana, tal empresa encontraría su misión como consecuencia de las disputas de la modernidad entre la figuración, el realismo y la abstracción, el muralismo y la pintura de caballete y la aspiración universal del arte.
Hay más rutas que la nuestra –bajo la curaduría de Willy Kautz–, estará abierta hasta el 18 de agosto próximo, y esta concebida como un campo de tensiones estéticas entre las colecciones del Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo, en Oaxaca, y la del Museo Tamayo arte contemporáneo, que es un museo de arte internacional..
De manera similar a las pugnas artísticas que dieron aliento al Museo Tamayo, la muestra incluye obras prehispánicas, modernas y contemporáneas, de artistas extranjeros y nacionales, para contraponer los modos de asimilación de lo autóctono con los cánones internacionales del mainstream, sean éstos modernos o recientes. Para ello, las obras y los documentos expuestos evocan al “realismo” de la Escuela Mexicana, en la medida en que confrontan a la retórica nacionalista con los lenguajes abstractos del arte internacional y las estrategias contemporáneas de apropiación simbólica y crítica del idealismo de la modernidad.
La selección de obras se inclina por las cualidades pictóricas matéricas, la ambivalencia entre abstracción y figuración precolombinas, las técnicas artesanales, como también los paisajes rurales, populares y mediáticos de los anuncios y los rótulos urbanos. Por otra parte, la presentación del tapiz de gran formato, Henequén rojo y negro, de Josep Grau-Garriga (1981), aunado al Mural Sol, de Gabriel Orozco (2000), y el Muro Baleado de Teresa Margolles (2009), incitan a pensar otras narrativas después de la modernidad cosmológica y universal de los contemporáneos de Tamayo. De forma general, las relaciones entre estas obras despliegan –más que una historiografía– otras rutas, posturas y modelos estéticos que se confrontan al tiempo que muestran, desde los lenguajes internacionales del arte, complejas “realidades sociales”.
Esta selección recoge pinturas modernas y también las nuevas adquisiciones contemporáneas del Museo Tamayo. Los acercamientos que colocan en juego las similitudes y las diferencias entre estas obras incitan a la pregunta de cómo los museos, sus colecciones y el arte en general instituyen modelos estéticos para negociar con la realidad. El énfasis en aspectos texturales y los símbolos, aunado a los objetos apropiados –y la aparente contradicción entre la fotografía realista de Bill Brandt al lado del Manifiesto de la “ruta única” de Siqueiros– revela contrastes entre la experiencia estética de las obras y la “realidad” externa al museo que éstas enmarcan. La exposición pone de relieve el juego de fuerzas entre la realidad interna y externa al museo.
Los artistas participantes en la muestra son: Eduardo Abaroa , Francis Alÿs, Carlos Amorales, Bill Brandt , Victor Brauner , John Chamberlain , Jimmy Ernst, Marx Ernst , Günther Gerzso, Mathias Goeritz , Josep Grau Garriga, Josep Guinovart , Juan Guzmán, Teresa Margolles, Carlos Mérida , Joan Miró, Jonathan Monk, Louise Nevelson , Isamu Noguchi , Gabriel Orozco , Vicente Rojo, Wojciech Sadley, Rufino Tamayo , Wolfgang Tillmans, Francisco Toledo , Joaquín Torres García.
Fuente: Museo Tamayo