Un periodista español afirma que hay libros y hay joyas. Yo diría que hay libros, hay joyas y hay joyas de la corona. Y conste que soy afortunada: tengo una. La mía no es de metal precioso, ni siquiera tosco. Tampoco es “mineralidad absoluta”. Es de papel y lleva el naranja por color. Se titula Antología de textos críticos. 1979-2006, y está firmada por Luis Camnitzer.
Les digo que hay que tenerla, por fuerza deben conseguirla, comprarla, hurtarla… (menos la mía caballero, que, desafortunadamente, no es mía). Pues bien, este libro de prosapia clásica se lo debemos a los editores María Clara Bernal y a Felipe González, de la Universidad de los Andes, quienes recopilaron para nosotros los textos publicados por el crítico-artista en la revista Arte en Colombia / Art Nexus.
Más de veinte años de labor crítica se concentran en este volumen de 309 páginas, divididas en textos generales sobre Teoría e Historia del arte: “Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30”; “¿Es posible la enseñanza del arte?”; “Arte e ideología II”; “Acceso a la corriente principal”; y “La definición restringida del arte”. Acto seguido encontramos las reseñas (en lo personal recomiendo la de Yves Klein, Joseph Beuys y Christo, las cuales tal vez no sean las mejores, es probable que no lo sean, pero me interesa el desmontaje que realiza de la obra de esos mitos del arte contemporáneo, sobre todo de los dos primeros, que tanto han fascinado a los artistas cubanos).
El lector de este llamado conoce que no exagero pues me refiero a uno de los creadores más versátiles del continente americano. Pionero del conceptualismo, ha sabido combinar en su carrera, de manera brillante, la síntesis de la imagen con la analítica del concepto. Crea y vuelve a crear discurriendo sobre la creación. Y ello está plasmado en la citada antología, testigo cómplice de sus fogonazos críticos por más de dos décadas.1 Un caso similar lo tenemos en nuestro contexto. Se trata de Antonio Eligio Fernández (Tonel), quien también alterna ambas “tareas” con excelencia espantosa.
Nacido en Alemania en 1937, Luis Camnitzer fue llevado por sus padres a Uruguay y de ahí mudó a Nueva York en 1964. Estos desplazamientos geográficos lo han predispuesto de manera ventajosa a la hora de emprender sus análisis, de formarse una conciencia crítica para con el contexto artístico que lo sitúa, al igual que a Slavoj Žižek, en un territorio de atractiva disidencia frente a todos los flancos posibles.2 Desconfiar del hedonismo del centro mientras la periferia emite otros ritmos de insatisfacción y violencia. Sospechar, a su vez, de todo canon legitimador del hecho artístico, incluso de él mismo. Y así continuamente. En este sentido escribió Gerardo Mosquera: “Existe una conexión muy fluida entre el arte conceptual de Luis Camnitzer y sus escritos sobre la práctica, que a menudo son una interpretación del arte de los centros desde una perspectiva latinoamericana”.3
Por su parte, el lector cubano conoce sobremanera esta condición de intelectual orgánico que ostenta Camnitzer. Autor de New Art of Cuba, libro en el que la dedicatoria fue reservada para Ana Mendieta, el alemán-uruguayo acuñó el término “renacimiento cubano” y abrió la autopista de la promoción del arte cubano fuera de la Isla. El rótulo, que sirvió de metáfora para aquilatar la creación plástica de la década de los años ochenta en Cuba, ha sido el más utilizado en el lenguaje de las críticas e investigaciones sobre este tópico. De ahí que una antología de Camnitzer, en nuestro contexto, donde además la revista Art Nexus circula de manera exigua y dibujando cortocircuitos, adquiera un plus difícil de tasar.
La mayoría de los textos reunidos en el volumen son reseñas de muestras sucedidas en la ciudad de Nueva York, tanto personales como colectivas; de ahí que más allá de poder apreciar el juicio crítico de Camnitzer respecto a fenómenos y artistas importantes del siglo xx, por extensión permita acercarnos a la vida artística neoyorkina y ya sabemos qué puede significar esto en un ambiente tan metropolitano desde la posguerra hasta nuestros días. Una reseña dedicada a la Bienal de La Habana y otra a la de Venecia permiten catar los intereses de este artista-escritor (¿no será lo mismo?).
Pero más allá de todo, el quid de su escritura, en mi opinión reside en el filtro ético por donde el autor hace pasar hasta el último átomo de una obra, propuesta o trayectoria. Es raro que pase de largo cuando los disturbios éticos o cierta malformación en la moral empañan alguna que otra propuesta artística. Después de arreciar contra el didactismo de algunas obras de Joseph Beuys, Camnitzer es rotundo en su reflexión y va más allá del arte para entrar en la cultura, como también lo hiciera, años después, Benjamin Buchloh al ver a Beuys “como el productor de la nueva mitología cultural alemana”. Es así que nos dice Camnitzer:4
La propia presencia de Beuys está refinada hasta el último detalle. Siempre se presenta con un sombrero de fieltro gris, siempre lleva una mirada mesiánico-fanática, siempre está dispuesto a discutir cualquier cosa con cualquiera, intensamente y con aparente falta de humor. Beuys mismo es una obra que predispone al mito. Es esa voluntad de mito, conciente o inconciente (no importa), el único elemento que unifica su obra y que ordena la imagen altamente confusa y contradictoria que proyecta.
Ambos han ido hasta el desborde de la producción simbólica (o alegórica) para entrar a un terreno que, anclado en “el mundo del arte”, lo ha trascendido para bien o para mal. No obstante, el tema de lo ético en Camnitzer no se reduce a las reseñas, sino constituye el eje de varios de sus ensayos reunidos aquí: “Ideología vs. Estética: Arte Nazi, años 30”, “Arte e ideología II” y “Acceso a la corriente principal”. Fuera de esta antología encontramos, por ejemplo, “¿Arte inmaculado?” y “La corrupción en el arte/el arte de la corrupción”, entre otros.
En “Acceso a…” nos dice:5
Vivimos en el mito alienante de que somos primeramente artistas. No lo somos. Somos primordialmente seres éticos que distinguimos el bien del mal, lo justo de lo injusto, no sólo en el ámbito individual sino también en el comunitario y regional. Para sobrevivir éticamente necesitamos una conciencia política que nos ayude a comprender nuestro medio y a desarrollar estrategias para nuestras acciones.
Esa cita viene justo a poner los puntos sobre las íes, a sellar cualquier pretensión apolítica que quiera hacerse de la vista gorda.
Luis Camnitzer: Antología de textos críticos. 1979-2006 (compiladores: María Clara Bernal y a Felipe González), Universidad de los Andes, Colombia, 2006
1Hay quienes conocen más su carrera crítica que la visual.
2El caso de Slavoj Žižek fue explicado por Iván de la Nuez de la manera que sigue: “Žižek se separa del arquetipo de disidente –Solzhenitsin o Havel, por ejemplo– y se sitúa en otro espacio que le permita practicar una crítica doble: contra la izquierda bienpensante del primer mundo y contra la idea convencional que ha tenido Occidente sobre la disidencia”. En Fantasía roja. Los intelectuales de izquierda y la Revolución cubana, Random House Mondadori, 2006, p. 135.
3Gerardo Mosquera: Caminar con el diablo. Texto sobre arte, internacionalismo y culturas, Exit publicaciones, 2010, p. 119.
4En Antología de textos críticos..., p. 93
5Ibídem, p. 71.