En JUSTMAD 2025, cuando menos te lo esperas el arte hace guiños a la cocina. Sea como inspiración de una obra o bien materia prima, ha derivado una alianza, o mejor un maridaje exquisitamente creativo. Y es que a fin de cuentas, tanto el lienzo como el plato son formas de expresar lo artístico.
Fieles a esa idea, y aún más con la premisa de que toda buena foto debe hacerse con la paciencia de un buen guiso, Lola Bárcia Albacar y Marinela Forcadell Breva, conocidas como Fotolateras, llegan con una propuesta de fotografía estenopeica que halla su base en la gastronomía. Armadas con latas recicladas convertidas en cámaras, capturan imágenes que no se disparan, sino que se cocinan a fuego lento.
¿Cómo nació Fotolateras y qué las llevó a elegir la fotografía estenopeica?
Desde hace 17 años, cuando descubrimos esta técnica, nos fascinó la idea de asistir al nacimiento de la imagen y construir nuestra propia cámara. Pero lo que más nos atrapó fue viajar. Viajar para nosotras es cambiar de temperatura del mundo. Recogemos latas metálicas de café, té o galletas, las pintamos de negro por dentro para que se conviertan en cámaras oscuras y forzamos a la luz a entrar por un agujero diminuto de 0,4 milímetros, el estenopo. Así nace la fotografía estenopeica.
Suelen decir que en lugar de disparar, cocinan las fotos ¿A qué se refieren?
Porque en nuestra técnica, la luz entra de forma natural, sin lentes ni disparadores, como en un buen cocido que se cuece lentamente. Un día soleado en el Mediterráneo requiere un minuto de exposición, pero en ese tiempo pasan muchas cosas. Hay que ajustar la exposición como si fueran ingredientes: si nos pasamos, se quema; si nos quedamos cortas, queda crudo. Nosotras queremos que la imagen "cruja", que tenga esa textura deliciosa.
Cada lugar tiene su luz particular. ¿Cómo manejan esas diferencias?
Marinela es la que controla el tiempo, porque la luz de Tokio en invierno no es la misma que la de Marrakech en primavera. Eso hace que cada viaje sea un reto. Yo, en cambio, me ocupo del encuadre. No tenemos visor, así que tengo que calcular cómo se va a proyectar la imagen dentro de la lata. Es siempre una sorpresa, porque nunca sabemos con certeza cómo va a salir la foto.

¿Tienen alguna imagen que las haya sorprendido especialmente?
Sí, la llamamos "la novia fantasma". La tomamos en Kioto a una pareja de novios. El traje de ella era tan blanco que, por la exposición, hizo desaparecer completamente al novio. Solo se ven sus zapatos. Es una imagen inquietante, casi mágica. No sabemos cómo habrá terminado ese matrimonio…
¿Usan cámaras digitales para complementar su trabajo?
Solo para el making of. Nos ayuda a entender qué ha pasado en cada imagen, porque con la fotografía estenopeica siempre hay margen para el azar. Todo influye: la colocación del papel fotosensible, la química de los líquidos… Nos gusta ese margen de incertidumbre.
¿Cómo aprendieron a calcular los tiempos de exposición en cada ciudad?
Prueba, error, error, prueba, prueba, error… Y, sobre todo, obsesión. Lo apuntamos todo. Para nosotras, arte y ciencia van de la mano. Marinela es de Marketing y yo vengo del arte, pero al final ella es la "científica" del equipo. Es la que lleva las cuentas y hasta ha calculado que hemos recorrido un millón y medio de kilómetros con nuestras latas.
¿Cuántos países han recorrido con este proyecto?
Hemos expuesto en ciudades como Nueva York, Berlín, Ámsterdam, Kioto, Jordania, Moscú, Londres, Pekín, Nápoles… Y un montón más. Nos encanta descubrir cómo la luz cambia en cada rincón del mundo.
Han pasado 17 años desde que comenzaron con Fotolateras ¿Qué han aprendido en este tiempo?
Que la paciencia es clave. Si pasas 17 años cocinando paella, ganas un concurso. Nosotras llevamos 17 años cocinando fotos y cada una sigue siendo una sorpresa. Eso es lo que más nos motiva: la magia de lo inesperado.
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