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Ramón Bustos y su “Huella incierta”: una retrospectiva que es fiesta del arte
20January
Artículos

Ramón Bustos y su “Huella incierta”: una retrospectiva que es fiesta del arte

(El Museo de Cuenca acoge una síntesis de 40 años de su pintura)

 

Cuenca es antigua ciudad castellana, a la que el siglo XX puso en el mapa de la vanguardia plástica contemporánea a nivel internacional. Llegó incluso a hablarse de la “escuela de Cuenca”. La espectacularidad de su entorno natural y su monumentalidad en una “montaña poblada de edificios” (como la describió su clásico mayor, Antonio Enríquez), han atraído a importantes artistas plásticos. Curiosamente, dos artistas orientales, un cubano de orígenes chinos y un hispanofilipino, actuaron de punta de lanza de ese posicionamiento. Hablamos del enorme artista caribeño Wifredo Lam, que en las décadas de los 20-30 se radicó en Cuenca, alternándola con Madrid, acogiéndose a la hospitalidad de un amigo conquense. Ese Lam joven, acabada la beca que lo había llevado a Madrid y al Prado, se refugió en Cuenca, donde hacía retratos de la burguesía local y dibujaba rincones y paisajes de la pintoresca ciudad y su provincia, aportando un soplo de vanguardia, unos toques cubistas y surreales, que anticipan la gran síntesis que se produjo cuando en la posguerra viajó a París y fascinó a Picasso. Su paso por Cuenca alentó en los 20-30 del siglo pasado, movimientos renovadores que darían luego nombres destacados en las diferentes artes. Y hablamos, cómo no, del gran coleccionista, mecenas y pintor Fernando Zóbel, que, en los años 60, encontró en las Casas Colgadas, el vertiginoso monumento que visualiza a la ciudad, el marco ideal para su Museo de Arte Abstracto Español, uno de los más espectaculares y únicos del mundo. 

Ramón Bustos lleva 40 años dedicado a la pintura, que compatibiliza con su exploración de la filosofía, la medicina y la cultura orientales, dentro del universo del budismo zen.  Su pintura es una indagación ininterrumpida que interacciona el alma con el mundo exterior. Sin concesiones, integra materiales heterogéneos, recorriendo la distancia que separa un materialismo abrupto de la delicadeza más exquisita. Radicado, con su taller, en Cuenca, quizá los dos maestros citados no sean su referente más directo, pero su arte, su praxis pictórica, conecta con la huella, en este caso cierta, de su paso por la ciudad que comparten. La mirada y su esencialidad, la compasión ante las cosas, un sincretismo que integra Oriente y Occidente. Todo esto y mucho más está presente en la antológica retrospectiva de Ramón Bustos, colgada todo el mes de enero de 2025 en la sala del Museo conquense, sita en la calle de Princesa Zaida. Una exposición que invita a renovadas visitas, a miradas (como postulaba Zobel) sosegadas, a un disfrute reiterado de formas, composiciones y colores. Al desafío que el arte propone a la fugacidad y temporalidad de todas las cosas, asumiendo su propia extinción.

 

Obra de la muestra “Huella incierta” de Ramón Bustos

 

El propio artista explica el sentido de esta muestra:

“Con esta exposición podría decirse que pretendo celebrar cuarenta años de una trayectoria con obra y momentos en que he necesitado desafiar (pretensión vana a menudo) mis convenciones y a la vez hacer exploraciones por las profundidades de lo esencial del quehacer artístico.”

A primera vista, la pintura de Ramón Bustos se puede encuadrar, de modo genérico, en un informalismo abstracto, pero muy personal, matizado por su mirada, que respeta la dignidad del mundo objetal, de la materia, natural o artificial. Con un punto de partida próximo al arte povera o a la incierta aleatoriedad del objeto encontrado, el trabajo de composición, arduo y elaborado, y la introducción del color, permiten acceder a cuadros de una elegancia, sobriedad y equilibrio que nos recuerdan la caligrafía zen.

Emoción, austeridad, exuberancia, color, sensualidad, misticismo. Huella incierta es una experiencia variada y total, una fiesta del Arte, como hemos señalado en el título. La expresión de toda una vida de dedicación a la pintura, en un momento de inflexión, del que dada la joven madurez del pintor cabe esperar muchos más logros todavía. Pero también una experiencia de pintura irrepetible, una secuencia de cuadros y esculturas que se interaccionan con una sorprendente coherencia.

Pintura y escultura coexisten en una praxis que trascienden sus fronteras. Los cuadros de Bustos se corporeizan y anhelan volumen y relieve, al tiempo que sus sutiles esculturas nos transportan desde lo físico a los paisajes del alma, cuya infinitud ya nos anunció Heraclito (siempre llano, nunca esdrújulo, como quería el maestro Agustín García Calvo).

“He querido, añade el artista, que la exposición quede enmarcada a través de seis capítulos cuidadosamente organizados; el recorrido va a invitar al espectador a adentrarse en un universo donde el arte povera, los materiales humildes, las grafías orientalizantes (mi gran necesidad), y las referencias a mis “maestros en el mundillo”, configuren un lenguaje entusiasta que conecte lo personal con lo universal.

Nadie mejor que el pintor para acompañarnos en un recorrido a través de las diferentes etapas de su arte.

Comienzos, siempre un principio

El primer capítulo nos transporta a los albores creativos del momento, donde la fuerza de la experimentación y, podría decirse así, el ímpetu juvenil, marca obras cargadas de vitalidad y descubrimiento. Aquí, la frescura de los primeros gestos anuncia una búsqueda constante de significado más allá de las apariencias.

La Naturaleza del Caos y del Azar

El diálogo entre azar y caos en la pintura no solo cuestiona la autoridad del artista sobre su obra, sino que también trasciende al espectador. Este se encuentra frente a una imagen que no revela un significado único, sino una multiplicidad de interpretaciones. La pintura deviene entonces un espacio donde la intuición, la materia y el gesto se entrelazan con lo indeterminado, creando una experiencia estética profundamente humana: un reflejo de la naturaleza misma, donde el caos y el azar conviven en una danza perpetua entre el orden y la disolución.

 

Obra de la muestra “Huella incierta” de Ramón Bustos

 

Pinturas y Motivos Abstractos Más Líricos

En la abstracción, donde la representación figurativa queda subordinada o anulada, el lirismo puede emerger de la gestualidad del trazo, la sutileza de los matices cromáticos o la composición que sugiere una armonía intuitiva, como si cada elemento estuviera "cantando" una parte de un poema visual. Es un lenguaje que no busca narrar, sino emocionar, invitando al espectador a percibir la obra como un reflejo de lo inefable, lo no dicho.

La Mirada que No Hiere

Una Mirada que no Hiere es un espacio para lo que simplemente es. Las obras reunidas aquí no buscan redimir, resolver, ni transformar. En ellas, los fragmentos de la existencia se presentan tal como son, sin pretensiones ni artificios: la belleza no es una promesa; es un gesto silencioso de aceptación. Se necesita que el sentimiento a transmitir sea el de aceptación sin esperanza.

El "lirismo" en la abstracción pictórica sugiere una dimensión poética, íntima y emocional en la obra, que trasciende lo visible para conectar con lo intangible. En este contexto, el lirismo se manifiesta como un flujo expresivo que combina sensibilidad, ritmo y subjetividad, evocando sensaciones y estados de ánimo a través de formas, colores y gestos.

La Metafísica de la Insignificancia

Al explorar lo insignificante, lo mínimo, el arte no solo amplía los límites de lo que consideramos valioso, sino que también nos ofrece una nueva forma de mirar el mundo: una mirada que abraza lo frágil, lo efímero y lo modesto como aspectos esenciales de la experiencia humana.

Los materiales encontrados llevan consigo las marcas de su historia: el desgaste, las manchas, las arrugas. Estas huellas del paso del tiempo se convierten en parte del lenguaje de la obra, evocando lo efímero y lo transitorio. Al mismo tiempo, la fragilidad de estos materiales nos confronta con la impermanencia y nos invita a abrazar lo cambiante.

En los collages, esta fragilidad se manifiesta en la superposición de elementos que pueden desvanecerse, romperse o transformarse con el tiempo. Lejos de ser un defecto, esta cualidad refuerza la conexión entre la obra y la vida misma, donde todo está en constante cambio.

 

Obra de la muestra “Huella incierta” de Ramón Bustos

 

Versos Sueltos

El recorrido adquiere sentido con una serie de obras no definidas que desafían la categorización. Estas piezas, creadas a partir de fragmentos, gestos y asociaciones libres, nacidas de los momentos de no demasiada introspección, son una suerte de "versos sueltos" con los que invito al espectador a participar en la composición del significado de lo sucedido en ese instante. La libertad creativa encuentra aquí una gran expresión.

Un verso suelto, en este caso, puede entenderse como una manifestación que trasciende las formas y los patrones establecidos. En el taller, en el estudio, en la calle, este verso suelto puede ser un trazo inesperado, una combinación de colores que desafía la armonía convencional, o incluso una ruptura con las temáticas que hasta entonces habían definido la obra. Es una declaración de individualidad, un momento en que un artista se enfrenta al “lienzo” como si fuera una hoja en blanco en el más puro de los sentidos, sin otra guía que su intuición y su sensibilidad.

Este concepto también puede aludir al rol del pintor en la sociedad: un creador que, como el verso suelto, se aparta de las corrientes predominantes para ofrecer una mirada singular. 

La ciudad del Museo de Arte Abstracto Español, del Espacio Gustavo Torner o de la FAP (Fundación Antonio Pérez), no solo vive, en cuestión de arte contemporáneo, del pasado, un pasado indeleble y enorme. Otros artistas aseguran la transmisión, la continuidad, con discursos innovadores y atemporales. Así, Ramón Bustos y su huella para nada incierta, muy real.

Fotos: Cortesía del autor