Palabras a propósito de la exposición “Colores del cubismo”, de Willy L'Eplattenier. Septiembre-octubre de 2023, Carmen de la Victoria-Universidad de Granada, España.
A finales de 1960, cuando el cubismo parecía muerto, superado ya por nuevos movimientos artísticos como los impulsados por Pollock y Warhol, el propio Picasso seguía haciendo coloridos retratos cubistas. Tras la muerte del pintor, llegaron otras vanguardias y otros genios: Christo y Jean Claude envolviendo los principales monumentos del mundo; Basquiat y Haring haciendo lo suyo en los `80.
Después, silencio.
Pero ya se sabe que en el arte todo es cíclico. Y aunque no hay muchos cubistas contemporáneos, no es sorprendente, más de un siglo después de pintarse Las señoritas de Aviñón, encontrarnos en Granada con un pintor, por demás suizo, que ha encontrado en las dimensiones del cubismo su modo de expresión.
A Willy L'Eplattenier no le importa que le llamen “el último cubista del mundo”. Su amor por el color y por las formas geométricas –en especial las pirámides-, es más fuerte. Además, disfruta mucho con esa fina ironía que esconde en cada una de sus figuras, ya sean meninas o delgadas líneas rojas que hablan de la política española actual.
Economista de profesión, Willy creció con el olor de la trementina, rodeado por las pinturas de su abuelo Charles L'Eplattenier, uno de los maestros del art Nouveau y profesor de Le Corbusier. Durante un tiempo las matemáticas le ayudaron a ganarse la vida hasta que, en 1996, cogió los pinceles y desde entonces pinta sin parar.
¡Y como pinta!
Su serie homenaje a los maestros de las vanguardias del siglo XX es ya histórica. En ella reproduce una obra del artista y su retrato –a su manera, cubista, claro-. El primero fue Picasso (aunque su referente es el también español Juan Gris), luego Warhol y Basquiat, Wifredo Lam (a quien tanto admira por “lo colorida que es la pintura cubana”) y así hasta una veintena de lienzos.
También ha incursionado en el grabado y en la escultura: unas en hierro y otras más especiales, que juegan con los campos magnéticos. Realizadas en madera o metacrilato, son generalmente obras únicas, en las que, ajustando la posición idónea de imanes, obtiene un equilibrio que desafía las leyes de la gravedad.
En los últimos años he tenido el placer de ver cómo evoluciona la obra de L'Eplattenier, su manera de experimentar: colocando el lienzo al revés (lo que da más riqueza y profundidad natural al cuadro) o añadiendo nuevos colores a su paleta (como el rosa). En fin, innovando y alimentando un movimiento que parece estar tan vivo como en aquellos tiempos en que jóvenes de toda Europa bebían absenta en los cafés de París, mientras jugaban a inventar el arte y la cultura del siglo XX.
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