Eugenio d’Ors escribió dos libros en los que recorría las galerías del Museo del Prado. Tres lecciones y Tres obras supusieron una guía artística y para nada objetiva de lo que suponía para el autor caminar entre las obras que decoraban lo que ya parecía su segundo hogar. Por otra parte, “En el vacío de su cabeza entraron monstruos, fantasmas como los que pintaba Goya” fueron las palabras que utilizó Philippe Lançon en el periódico El País para describir a los causantes del atentado de Charlie Hebdo al que sobrevivió aquel 7 de enero de 2015. El arte buscó al escritor en estas palabras como una especie de parnasianismo fatídico. Arte por arte, desinteresado y que surge de forma espontánea cuando un artista encuentra su referencia en el reflejo de una pintura.
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El Prado quiere que los que escriban lo hagan usando de modelo a su colección. Igual que la Infanta Margarita quedó quieta frente al pincel de Velázquez, ahora tiene que mantenerse recta para todo aquel que posea una pluma en sus manos. La Fundación Loewe, que ha visto nacer a jóvenes poetas gracias a su concurso literario, ahora financia un proyecto en el que escritores podrán disfrutar de una residencia en la pinacoteca. En una estancia que abarca de dos a tres meses, los autores podrán enriquecer sus obras con la ayuda de las pinceladas, archivos y bibliografías que necesiten en su proceso de aprendizaje. Para seguir los pasos de D’Ors o Muñoz Molina, quien escribió recientemente una profundización en el museo en su libro Rondas del Prado, los artistas serán seleccionados por un comité y deberán mostrar su interés en el diálogo entre arte y literatura, además de comprometerse en plenitud. Cuando terminen la experiencia, publicarán sus escritos en la prestigiosa revista Granta, en la que han participado autores como André Aciman, escritor de la aclamada Llámame por tu nombre, Kazuo Ishiguro, autor de Lo que queda del día y premio Nobel, o Margaret Atwood, cuya obra El cuento de la criada es un éxito de ventas.
El director creativo de Loewe, Jonathan Anderson, ve esto como una oportunidad para “establecer nuevas conexiones interculturales”. Él ya lo hizo a través de la moda. En la colección crucero 2023, el diseñador utilizó a Rembrandt en unos llamativos Jerséis. En 2020, vestidos de corte menina protagonizaron la pasarela de París. Ver la expresión artística pintada en las telas es más que recurrente. Al final, el arte se alimenta de sí mismo. Hace unos meses, la edición china de Marie Claire homenajeó a obras maestras con el objetivo de Leslie Zhang. Rosalía puso a Camarón mientras se mostraban diseños de Louis Vuitton en los que colaboró la artista Yayoi Kusama. Lana del Rey vistió un corazón con puñales y bordados religiosos en la MET Gala de 2018. Al igual que se borda la tela, se bordan palabras. Quizá, observando la anunciación de Fra Angélico, en todo el oro que desprende la paloma blanca se pueda tejer un cuaderno de historias. Los escritores trazarán alguna novela a partir de las olas que salpican a los niños que pintó Sorolla bañándose en el mar, o un poema que pronuncie las palabras que se oyen cuando el museo está vacío y los cuadros cobran vida. Un arte unido a otro, un lienzo en blanco en las galerías más envolventes de Madrid.
En portada: sala 56B. La Anunciación, Fra Angelico. Museo Nacional del Prado
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