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Alegoría de los cinco sentidos: vivir dentro de un cuadro
22March
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Alegoría de los cinco sentidos: vivir dentro de un cuadro

Tras el éxito que tuvo la exposición “La esencia de un cuadro: una experiencia olfativa”, que tuvo lugar en el museo del Prado entre abril y julio del pasado año, la institución ha decidido volver a realizar algo similar. Han instalado difusores y, ahora, es posible sumergirse dentro del olor de los cuadros de la sala 56. La tecnología AirParfum de Puig ha recreado la fragancia de un guante perfumado de ámbar, elemento presente en los cuadros de Antonio Moro. La experiencia nos lleva de vuelta a la Edad Moderna, y quiere quedarse de forma permanente en el museo.

La exposición que lo originó todo tenía como protagonista El Olfato, un cuadro pintado por Pablo Rubens y Jan Brueghel. Un día, estos dos artistas decidieron colaborar, y como resultado nos encontramos con una alegoría formada por cinco obras que representan los sentidos. Rubens daba vida a las personas, Brueghel creaba el paisaje.

En El Olfato, los artistas nos presentan a una mujer, identificada como Venus, junto con un amorcillo. Están al aire libre, y la influencia de la abuela de Brueghel, Maria Bessemers, quién era miniaturalista, se deja ver en la precisión de las flores. La naturaleza de los tallos y pétalos era una de las especialidades del pintor. Al igual que Rubens pintaba las curvas del cuerpo humano, este artista hacía lo mismo con las plantas, algo que los hacía complementarios en pinturas como esta.

La historia detrás es que pretende llevar a quien esté apreciándolo al gran jardín que en Bruselas tenía Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, infanta de España y soberana de los Países Bajos. En la obra se representan más de 80 especies de animales, plantas y flores, todas relacionadas con su olor, como el sabueso que se esconde tras la hierba y mira a los dos personajes que tiene al lado. Se crearon diez fragancias en Puig para recrear los olores que querían representar los dos pintores en la obra. Algunas de ellas son las de flor de naranjo, extraída de las flores de el árbol amargo, o la realizada con flores de jazmín. También se incluían otras flores como el narciso, el lirio o la rosa, y elementos más curiosos como los guantes o la civeta que descansa bajo Venus.

 

 

La experiencia de poder oler un cuadro es vivir en él, adentrarte en las sensaciones que ofrece. Ahora la sala 56 toma el relevo, y los retratos que allí se albergan, como el de María Tudor pintado por Antonio Moro, o los de Sofonisba Anguissola, son los protagonistas de los olores más característicos de una época pasada.

En portada: Sala de las Musas. Museo Nacional del Prado