El próximo 3 de agosto se cumplen cien años del natalicio de un hombre grande de la cultura cubana: Ñico Rojas.
Pocas veces como en esta ocasión se puede hablar de un hombre de la cultura en su máxima expresión, y no propiamente de valor artístico, en ese caso la denominación es exacta en tanto Rojas, además de ser un notable compositor y ejecutante de la guitarra, dedicó su vida al mundo de la ingeniería. Los cálculos, la asignatura de acueducto, las mediciones viables para el adecuado curso de las aguas, fue ese otro sonido que le regaló a la ciencia de la Isla…
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Como uno de las voces fundacionales del movimiento filin dentro de la canción cubana, Ñico Rojas, aún cuando no fueron las letras, el elemento que más le definió, legó al cancionero cubano piezas— todas dedicadas a su esposa Eva—que denotan su gran sensibilidad. Algunas como “Soy un hombre feliz”, “Ahora sí sé que te quiero”, “Canción Estudio”, “Sé consciente” y “Mi ayer” han dejado profunda huella. Esta última interpretada por la cantante y maestra Argelia Fragoso, acompañada por la emblemática Orquesta Aragón, constituye todo un clásico.
Indudablemente la relación Ñico Rojas-guitarra, es un vínculo amorosamente inexplicable y boleto seguro al éxito que le ha convertido en referente obligado para los instrumentistas del patio y más allá. Sin estudios académicos, suplidos por una sensibilidad muy especial, Ñico Rojas al decir del maestro Harold Gramatges: "Ñico nunca ha ido en busca de la melodía, más bien creo que ella lo ha ido persiguiendo hasta atraparlo en su mejor regazo…Dentro del espectro de lo popular, Ñico Rojas le ha otorgado a su discurso musical originalidad , ternura y fuerza… es una música distinta a lo convencionalmente escuchado en materia de guitarra que ha podido llegar hasta los más diversos gustos."

Cual proceso nacido del corazón, sus sorprendentes solos, improvisaciones, tumbaos y giros melódicos de exquisita factura, no dejan de “coquetear “ con Chopin, Beethoven, Chaikovski, a quienes desde siempre se acercó desde la más absoluta admiración, para luego convertirlos en curiosa “vecindad” con elementos de la rica variedad genérica musical cubana, como el son, el cha,cha,chá y la rumba…
Para Ñico música era sinónimo de vida por tanto, todos los géneros eran aprehendidos por él con precisa vehemencia, esa vida de acordes y cifrados que, sin saber leerlos, los revisitaba una y otra vez hasta concederle especial significación. De ahí que fuera admirado por grandes del panorama nacional y foráneo como Bola de Nieve, Frank Emilio, Benny Moré, Gonzalo Roig, Elena Burke, César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Adolfo Guzmán, Lucho Gatica, Marsallis, por solo citar unos pocos, que encontraron en Ñico especial interlocutor musical y excelente ejecutor también de sentimientos.

Obras para guitarra como la emblemática guajira “A mi madre”, “Saldiguera y Virulilla”, “Lay y Egües”, su versión de la “Guantanamera”, son solo meras ejemplificaciones de las tantas piezas compuestas por este eterno enamorado de la música que aun no se le reconoce en toda su grandeza. Otro maestro del instrumento, Martín Pedreira, encargado de trascribir gran parte de la obra de Rojas, Eduardo Martín junto a su hija, constantes promotores de sus piezas; Ahmed Dickinson, talentoso guitarrista hoy por Europa, son algunos nombres imprescindibles en ese empeño de difundir una obra impresionante que hoy afortunadamente forma parte de los estudios de la enseñanza académica cubana.
Cien años, excelente pretexto para honrar a quien no faltará nunca: primero como ser humano, donde se alternaba bondad, agradecimiento y amor, a mares, y luego por ser ese valioso profesional que entre cálculos y acordes, fue feliz y lo hizo a quienes más cerca o no de su eterna sonrisa, aman la música que no es más que otro rostro sublime de la vida.
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