Si de instituciones de extraordinaria y meritoria labor socio cultural se habla en Cuba, ha de nombrarse en primer lugar, sin titubear a la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales del país, ambas justamente, ostentan el Premio Excelencias Cuba.
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Y al mencionar a estas entidades, el querido recuerdo del doctor Eusebio Leal llega presto, con el sello de entrega, inteligencia, sensibilidad y excepcionalidad que el imprimió a todo lo que hizo, y a sus obras mayores: la restauración siempre activa del Centro Histórico habanero y al espíritu, misiones y propósitos de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba.
Esta red se creó en diciembre del año 2008, por acuerdo del Consejo de Estado, con el fin de fomentar el intercambio y transferencia de conocimientos, aprovechando la larga experiencia acumulada por cada una de las Oficinas del Historiador y del Conservador del país, en el campo de la rehabilitación urbana y la recuperación del patrimonio.
Para fomentar el imprescindible intercambio, se han realizado hasta la fecha talleres y cursos en cada una de las ciudades patrimoniales; la promoción de investigaciones y programas comunes y la publicación de materiales especializados sobre la rehabilitación en general u otros temas en particular.
De avanzada han sido en estas acciones, la Oficina del Historiador de La Habana, y las del Historiador o el Conservador de Santiago de Cuba, Camagüey, Trinidad y Cienfuegos, con sus particularidades y rasgos distintivos, aunque no son estas las únicas urbes coloniales cubanas que conservan orgullosas parte de su patrimonio histórico, como son Baracoa, Remedios, Sancti Spíritus, Bayamo, Matanzas o Gibara.
La Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales, que ha contado desde su fundación con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación para el Desarrollo (AECID), honra en su quehacer las enseñanzas de Eusebio Leal, y hace suyas sus palabras mediante la acción: «A preservar la memoria, tesoro preciado».
Leal, director fundador de esta red, siempre recalcaba que esta «surgió como una necesidad sobre todo por demostrar que en todas partes, y en cada rincón de Cuba, existía una fuerte vocación por la preservación de la identidad regional, territorial y citadina que fue cultivada a lo largo de los años por distintos actores y precursores».
Otra de sus prioridades era el aporte que debía hacer este organismo en el logro de una cultura integral en la población cubana, y fundamentalmente en el rescate, restauración, conservación y promoción del patrimonio material e inmaterial «porque aquello que no se conserva se pierde, ya sean objetos, documentos, oficios y hasta las canciones», afirmaba el Historiador.
Sin dudas su verbo encendido, su capacidad innata para contagiar la pasión hacia el patrimonio cultural y la memoria histórica constituyen un evangelio en la ardua faena, tanto de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, como de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales del país.
Él se aseguró de que su obra de excelencia tuviera una certera continuidad y lo vaticinó en múltiples ocasiones como en esta declaración:
«Ahora hay que continuar, es el desafío (…) lo que se secó, lo plantamos de nuevo; lo que nació torcido, lo enderezamos; lo que tengamos que cambiar, lo cambiamos; lo que tengamos que hacer lo hacemos, pero hoy estamos mucho más preparados».
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