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La Habana por dentro
05November
Artículos

La Habana por dentro

No es la primera vez que el artista cubano de la gráfica y la pintura Luis Miguel Valdés asume a La Habana como temática y “paquete” iconográfico signado por su fantasía. Edificaciones coloniales de la caribeña capital cubana cobran vida artística y hasta semejanzas antropomórficas en algunas series de sus estampas y visiones pictóricas. Aun cuando este artífice nació y vivió su infancia y adolescencia en Pinar del Río, desde los primeros tiempos de su debut profesional en el arte plástico de Cuba empezó a sentir –como mandato del espíritu– la necesidad de convertir en arte lo que sus ojos contemplaban del paisaje habanero. También derivaron de sus labores en el dibujo y en el grabado algunos símbolos y personajes que forman parte del imaginario de esta urbe, en la cual pobreza y fábula, imaginación y desmesura, épica y aquelarre, han tenido presencia constante.

Ahora, cuando Luis Miguel lleva ya unos cuantos años como un reconocido artista e impresor en tierra mexicana, actualmente en Cuernavaca, sigue demostrándonos que la distancia que lo separa físicamente de La Habana, no le impide seguir sintiendo a esta última como vivencia y estímulo de su subjetividad. El nombre del taller que  tanto sirve a mexicanos y cubanos artistas lo delata: La Siempre Habana. Así, han nacido de sus metales y maderas los resultados de una mezcla de ensoñación y nostalgia, en la cual siluetas citadinas, referentes del trópico y espacios mesoamericanos, se imbrican, dando paso a una suerte de “cantata” visual ininterrumpida provista de evocación y sensualismo. Tal pareciera que la ciudad cubana en cuestión fuera una suerte de mujer imposible de olvidar por este creador. De ahí las efusiones poéticas que alcanzan a veces, en sus realizaciones, temperaturas eróticas.

Un enorme grabado en madera iluminado a la acuarela, cuya medida no es otra que 121 cms por 176 cms, coloca de nuevo el interés por la Habana en el quehacer de Valdés. La pieza se titula La Habana Infinita (1); y aparece conformada por un techo abovedado sostenido por 11 columnas que delimitan espacios donde – en casa uno de ellos- transcurre una peripecia, se afirma una simbología o asoma determinado valor tradicional de la ciudad. Más por cultura digerida que por recurrencia elegida, la composición gráfica nos recuerda el ensayo de nombre “La ciudad de las columnas” de Alejo Carpentier y una de las obras capitales del cubanísimo pintor Angel Acosta León: su casi zoomórfico Carrousel. El grabador despliega ahí su apego a la representación que surge del enlace entre el dibujo, el diseño ornamental y cierta inclinación a la cartografía, que en ese caso modifica la visión de un plano arquitectónico, convirtiéndolo todo en recinto de fiesta destinado a otorgarle atributos de placer a los signos conservados en la memoria.

Ese grabado La Habana Infinita integra la colección permanente del China Printing Museum, participó en la Bienal de Guanlan en Zhenzhen de 2015, fue exhibido en la Feria Internacional de Gráfica de Bilbao en 2016, estuvo en una exposición del autor titulada La Isla en Acapulco; y próximamente figurará en una muestra personal suya en la galería Covarrubias de Ciudad México. Con todo ese aval, Luis Miguel Valdés decidió donar el derecho de reproducción para que se instituyera como imagen carteliística distintiva del Marabana que ha de efectuarse en este año 2019.  Esa Habana que habita en Luis Miguel saldrá a caminar por la Habana real, entre los  numerosos competidores….