Al cumplirse este 6 de julio de 2019 los cien años de vida del excelso pintor ecuatoriano, la Fundación que lleva su nombre ha organizado acciones a lo largo del año 2019 en homenaje al Pintor de Iberoamérica. Una de las más significativas fue la renovación de las obras que se exponen en la Capilla del Hombre. Como novedad se exhiben trece cuadros de la serie conocida como Las manos, que encabezaban desde 2014 la Sala de Presidentes de la Unasur.
También se realizó la primera exposición de Guayasamín con sus retratos a mujeres, con motivo del Día Internacional de la Mujer, en la Casa Museo. Hubo además una emisión postal de Correos de Ecuador por el centenario, con imágenes de sus pinturas y la leyenda «100 años Guayasamín, 1919-2019».
El Gobierno de Pichincha, encabezado por la prefecta Paola Pabón, declaró a Guayasamín Hijo Ilustre de la provincia, y anunció un programa de actividades en su homenaje a lo largo del año, como la exhibición de réplicas a gran tamaño de sus obras.
Una acción inédita fue la colocación de una placa en la casa natal de Guayasamín y una velada cultural en la sede de la Prefectura de Pichincha.
En Arequipa, Perú, fue inaugurada la exposición en ocasión del cumpleaños del Maestro, con la presencia de Berenice Guayasamín, hija del pintor, quien preside la Fundación Guayasamín. Mientras, en la Capilla del Hombre, su obra cumbre, se organizó un taller de pintura para la familia, y hasta allí llevaron su homenaje los participantes en el VI Festival Internacional de Coros «Voces desde la Mitad del Mundo».
Una fiesta popular
Como acostumbraba Guayasamín en vida, su cumpleaños número 100 también fue una fiesta popular en la plaza de la Capilla del Hombre. Se estima que más de 2 mil 200 personas acudieron al encuentro el 6 de julio de 2019. Hasta ese sitio sagrado llegaron cientos de personas, entre ellos familiares, amigos, personalidades y muchos ciudadanos comunes que acudieron a la invitación de la familia.
Una de las infaltables, a quien retrató en varias oportunidades, fue su primera esposa, Marujita Monteverde, la novia con quien fugó de Bellas Artes para ir a casarse, porque los padres de ella no querían que tuviera relaciones con el indígena pintor.
Para esta ocasión, la Capilla del Hombre abrió sus puertas gratuitamente para todos los invitados, desde las 12:30 del día hasta pasadas las 18:30 hora local. En sus exteriores se presentaron grupos folclóricos como Jacchigua y el Ballet Nacional de Ecuador; músicos y poetas, el ballet Armonizarte y el grupo de danza La Gallada; el Comité Mundial de Paz, sede Ecuador-Perú, y Veteranos de Guerra; la banda Tomback Percusión; Olimpiadas Especiales Ecuador; el Taller de Artes Escénicas Kiamaru; y los artistas Juan Alejandro Montero, Sebastián García y Gustavo Cárdenas.
Su hijo Pablito Guayasamín tuvo palabras para quienes no se hicieron de rogar y acudieron al cumpleaños del Maestro. Hubo risas, aplausos, lágrimas y también la certeza de que sigue convocando multitudes. Otros oradores hicieron su homenaje sencillo con una poesía, un diploma y música tradicional.
Con los danzantes de la Diablada de Píllaro y los fuegos artificiales concluyó el largo cumpleaños del que muchos no querían despedirse. Más tarde, en la Casa Museo, hubo una velada solemne.
Testigo de su tiempo
Oswaldo Aparicio Guayasamín Calero, como fue inscrito al nacer, fue el mayor de diez hermanos. Siempre andaba haciendo garabatos en las libretas escolares. Nadie imaginó que serían los primeros dibujos de quien llegaría a ser el más grande pintor de Ecuador.
Vino al mundo el 6 de julio de 1919 en la capital de Ecuador, y a sus escasos 22 años ya estaba exponiendo en Estados Unidos, adonde había llegado por un golpe de suerte. Un hombre de negocios llamado Nelson Rockefeller visitó Ecuador y un amigo del pintor lo convenció para que viera la exposición del joven graduado de Bellas Artes. Allí mismo le compró varias obras y posteriormente le envió una invitación para que viajara a Estados Unidos.
Desde entonces su nombre resonó en los principales museos del mundo. Lo había logrado con un estilo propio que, dijo, emanaba de sus ancestros. Él, según sus propias palabras, solo quería seguir siendo testigo de su tiempo.
Como fue un niño pobre, no podía menos que ver por los más humildes de su país y del mundo, y a ellos consagró su vida y su obra. Por eso tuvo un largo sueño que pudo comenzar a hacer realidad. «Yo soy un indio, carajo, me llamo Guayasamín», dijo cuando se puso la primera piedra de su obra mayor: la Capilla del Hombre. Allí quería colgar en las paredes sus grandes cuadros, para que junto a la Casa Museo este sitio se convirtiera en un gran complejo cultural.
La muerte lo sorprendió casualmente en Estados Unidos en 1999. Había viajado a ese país a atenderse una vieja afección de la vista cuando un infarto le obliga a cerrar sus ojos para siempre.
Los cuadros de Guayasamín están agrupados en lo que denominó el Huacayñán (o camino del llanto); Edad de la ira y Mientras viva te recuerdo (o la Edad de la ternura). Pero también pintó a figuras de relieve internacional, entre ellos músicos y políticos.
Dejó para su pueblo una colección de arte precolombino y de la colonia, así como originales de grandes pintores que adquirió a lo largo de su vida.
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