Esta es la entrevista a alguien que no olvida sus raíces, independientemente de por dónde anden sus pies, a quien se desvive por su ciudad porque la siente bella, viva, poderosa y que aún tiene mucho por ofrecer. La doctora María Magdalena Campos-Pons, matancera total, egresada del Instituto Superior de Arte de La Habana y más tarde del Massachussets College of Art de Boston, en Estados Unidos, comparte con los lectores de Arte por Excelencias su sentir profesional y personal, tras el proyecto Ríos intermitentes, realizado en la XIII Bienal de La Habana.
Por vez primera la Bienal de La Habana se extendió más allá de la capital y fijó a Matanzas como… ¿ciudad de destino, no de paso?
La frase «Matanzas destino, no punto de paso» nació de una observación personal de mucho tiempo. Matanzas era siempre considerada como el espacio para llegar a Varadero o La Habana y con el tiempo se olvidó su extraordinario baúl cultural. Muchos de mis colegas me decían: «Sí, pasé por Matanzas, pero nunca he parado». Yo comencé un proceso de hacer mis encuentros cuando estaba de visita en Cuba, en Matanzas, y enseñarles la ciudad. Las sorpresas siempre eran fascinantes. Así empecé a hablar en La Habana de traer la Bienal a Matanzas.
Al principio la respuesta era fría, pero insistí cada vez que hubo una oportunidad. Matanzas fue una ciudad clásica, distinguida por su acervo cultural, ciudad no solo de músicos, poetas, intelectuales, sino también de ciencia, clave en la economía nacional. Una ciudad centrada en el poder y la magia de su abundancia cultural autóctona. Además bendecida por una topografía espectacular.
Importantes capítulos de momentos fundamentales de la cultura cubana vieron su nacimiento en Matanzas. Entonces por qué aceptar esa idea de «ciudad dormida». Mi interés reside en ayudar a los artistas a despertar a Matanzas, una obra que corresponde hacer a los matanceros de aquí y de allá: retornarle a la ciudad su poder ancestral. Con la obra de Guillermo Galindo hicimos un gran llamado con tambores para que todo lo que estaba dormido o atrapado fuera a despertarse y sacudirse.
A Matanzas hay que venir, a ver lo que esta aquí, a descubrir y regenerar nuevas energías. Ríos intermitentes se propuso desde la perspectiva de las artes visuales empezar a pagar la deuda con lo que se ha abandonado, descuidado, destruido, olvidado. ¿Hasta dónde aceptar lo inaceptable? Ríos intermitentes es Oshún y Yemayá pidiendo lo que les toca. Esta ciudad atravesada con sus venas fluviales y ese inmenso útero que es nuestra bahía abierta al mundo, al infinito. Sus catedrales subterráneas llenas de misterio e inagotables energías sagradas.
¿Cómo evalúa la acogida del proyecto?
La ciudad abrazó el proyecto y la gente se enganchó a la voracidad del quehacer artístico. Si tienes la oportunidad de leer uno de los libros de los Molinos de viento es increíble lo que la gente escribió. Los artistas son soñadores. Fue como un fuego que se esparció por la ciudad. Hay obras estremecedoras por su poder y obras sobrecogedoras por las memorias que capturaban. Los intelectuales matanceros se identificaron de forma muy fuerte con la propuesta y también el individuo común. Pienso que ofreció a todos espacio para expresar con claridad a lo que aspiran los matanceros. Fue una exhibición activa y dio una ventana a lo que está más allá de lo posible. El proyecto matancero fue fuerte y por eso pegó.
¿Qué vivencias le aportó en el plano profesional y personal?
Abrir Matanzas desde la plataforma de las artes visuales al mundo. Este no fue un proyecto provinciano, fue una conversación desde la visualidad intensa con importantes figuras de alto rango internacional. Los matanceros se vieron muy bien en este diálogo, expandimos la percepción del arte en la ciudad y la posición de los artistas matanceros en el discurso de las artes visuales en Cuba. Las colaboraciones que se generaron en la ciudad fue algo maravilloso e irrevocable.
Yo amo a Matanzas. Siempre la he tenido y la tengo en mi corazón. Quiero lo mejor para esta ciudad, quiero ver a Matanzas de nuevo revitalizada, limpia, sana, productiva. Gota a gota se llena un cubo, recuerdo esto de mi infancia. Sociedad y belleza es un tópico que estamos discutiendo y analizando. Narváez es parte de la primera gota. En Matanzas hay instituciones musicales, teatrales, danza de primera clase, la Bienal ayudó ofreciendo un fórum con una dimensión nunca antes vista en la ciudad.
Desde mi primera conversación propuse el enfoque en el aspecto curativo y redentor del proceso artístico. En esta ciudad de poetas afortunadamente no hay que hablar mucho, las metáforas son apreciadas. Aquí vine a realizar mi trabajo de curadora/curandera. En lo personal Matanzas es destino, no punto de paso.
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