Siete funciones, la mayoría a tope de espectadores, fueron fértil terreno en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde Eduardo Veitía y sus huestes del Ballet Español de Cuba (BEC), enseñaron nuevamente credenciales de su ARTE –en mayúsculas- con El Fantasma. Sin dudas, conmocionó cada jornada por su originalidad y un baile/música/diseños…, que se reunieron en un todo para llenar las expectativas de un auditorio que ovacionó la puesta hasta el delirio.
El BEC que dirige el coreógrafo y primer bailarín Eduardo Veitía, regresó entre música, baile, misterio y pasión al emblemático teatro habanero con una nueva versión, 18 años después de su estreno (diciembre 2001). En otro tiempo y espacio, el célebre protagonista de la novela El Fantasma de la Opera, del francés Gastón Leroux (1868-1927), reapareció en las tablas traducida en danza, ataviada en flamenco, de la mano de una coreografía imaginativa que involucra mucho talento e imaginación, en el aniversario 32 de esta compañía fundacional…
Destilando un hálito de aventura/romance, el misterioso personaje enmascarado paseó, sobre la centenaria escena donde volvió a cobrar vida… El Fantasma, aquel hombre solitario que desandaba por los pasadizos subterráneos de la Opera de París, en esta singular obra de Eduardo Veitía se enriquece con una versión libre del musical de A. Lloyd Webber, llevado al nuevo flamenco de Cuba por Alejandro Valdés, director del Grupo Palo de Agua, también protagonista de esta pieza, que interpretó en vivo la música. Visualmente, la obra también creció con el novedoso y teatral vestuario, de toque contemporáneo, creado por Maray Pereda Peña/Maite Doménigo, y los inspirados diseños de escenografía de Támine González del Campillo que convocan la atmósfera de encierro, no exenta de elegancia e incógnitas, de la mano de novedosos efectos tecnológicos. Este reto danzario que tanto aplaude el espectador es lo español contemporaneizado. Está presente el flamenco, pero también la danza, y es muy moderno. Es que el estilo del BEC, donde hay una mezcla del ballet clásico, lo español y la danza resulta un todo que se “degusta” equilibradamente en el “paladar” de los espectadores (amantes del género).El director y coreógrafo, como alumno aventajado de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso, directora del Ballet Nacional de Cuba (BNC), sigue la esencia de la Maestra en cuanta obra toca, porque sabe que es algo vivo, en constante cambio que debe “caminar y respirar” siempre en su tiempo. Por eso, sus creaciones van cambiando al pasar los años, son nuevas piezas que nos llegan como la primera vez. El Fantasma no es una excepción Al apreciar los espectáculos del BEC —compañía que ha dejado sus marcas en países como Costa Rica, Ecuador, Colombia, Nicaragua, México, el Principado de Andorra, así como en España, donde en 1992 alcanzó el 2do. Premio en el Primer Certamen Internacional de Coreografías y Danzas Españolas y Flamenco—, aparece nítidamente la influencia del flamenco en nuestros propios ritmos y en la fuerte base percutida de la música y el baile de la Isla grande del Caribe. Se baila con todo el cuerpo, con las manos, con los pies, con la mirada. Hay mucho más, simbiosis, creatividad, ganas de hacer que se multiplica en la escena ante cada nueva salida.
UNA JOYA DANZARIA...
El Fantasma cuenta la historia de “un hombre sensible, que aunque fue marcado por el destino, puede amar con intensidad y es capaz de sacrificarse por la persona que ama”. En dos actos y 15 escenas resume la esencia de la acción, y se arma la pieza donde están reflejadas luchas y tormentos, amores y anhelos, rechazos y crueldades hasta que, antes de morir y como símbolo de su amor eterno, el Fantasma le regala su máscara a Christine, para quien esa deformidad de su rostro no hizo más que sensibilizarla con su sufrimiento. Con instantes de alto vuelo artístico, los bailarines pusieron el resto. Con fuerza y pasión, todos, primeros bailarines, solistas y cuerpo de baile se entregaron al máximo, incluso los más noveles para juntos ofrecer una lección de disciplina y tesón en la escena. Muchas notas alegres coincidieron en la puesta: el regreso, como invitados, de dos figuras cimeras del BEC: los primeros bailarines Liliana Fagoaga/Henry Carballosa. Ambos, realizaron una función inolvidable en los protagónicos de Christine/El Fantasma. Ellos más allá de la excelente técnica, vivieron y vibraron en las tablas en cada gesto, movimiento, taconeo… para recibir el regalo traducido en fuertes ovaciones. Por esos caminos pasearon el resto de los bailarines principales cada noche, durante siete jornadas. El destacado Ricardo D. Quintana, dejó en claro su clase, sus largos giros y fuerza en el baile, su desandar por el escenario, constituyen instantes de pura danza. Junto a él, primero Claudia González, que cada día anima más la escena con su personalidad artística y hermoso porte de “bailaora”, y después, la hermosa, tierna y versátil Diancy Martínez, con su elegancia y sutil línea clásica fue paradigma de estas funciones. Christine vivió momentos para el recuerdo con esa otra primera bailarina de alta clase: Leslie Ung, quien se apodera con su fuerza/lirismo de las tablas para dejar en claro que es de esos artistas indispensables en una compañía, que animan y son ejemplo del buen arte. Su Christine fue excepcional como todo lo que toca. El final, no pudo tener mejor cierre con broche de oro, cuando Eduardo Veitía, asumió el protagónico para entregar una clase de estilo en la difícil técnica del flamenco, enseñar su arte y demostrar, que aun hay, además de un coreógrafo/director, un primer bailarín que late, con fuerza y esmero, en la escena. Valgan estas líneas para ensalzar a los noveles bailarines del cuerpo de baile y a todos los músicos que se entregaron de lleno para animar el éxito de esta obra, donde convergió la ayuda de muchos amigos e instituciones que no se puede obviar.
El Fantasma, es, sin temor a equivocarnos, una joya, danzaría/coreográfica y musical. Eso se demostró con el coliseo repleto casi siempre, con los prolongados aplausos y ovaciones que entregó, sinceramente y con todas sus ganas, el auditorio que fue receptivo y amante de un género que también nos pertenece a los cubanos, porque es parte de nuestras raíces/idiosincrasia, y ellos, lo vuelven a demostrar, son uno de los mejores intérpretes, en esta parte del Océano, por donde hace siglos llegó… para quedarse con nosotros.
Una parte del triunfo de esta puesta, se debe a la coreografía y a la estructura dramática, al decorado y el vestuario, informal y teatral al mismo tiempo, y a las luces, que crean y desaparecen espacios y ambientes. La otra está relacionada con la música de altos quilates, y, por supuesto con los bailarines, que aun y cuando se observa una nueva y juvenil compañía en el elenco que ya se va sedimentando en las tablas, hay un trabajo de equipo de todos y cada uno.
Fotos: Evelio Palomino