«…siglos atrás inundaron un segundo
debajo del cielo, encima del mundo».
Mariposas, Silvio Rodríguez
No esconde su edad. A sus 57 años, la artista peruano-estadounidense Grimanesa Amorós confiesa ser amante del rap y de la poesía, y une a ambos en un solo concepto. Su arte ha sido definido como un encuentro entre el pasado y el futuro, sin dejar de regresar constantemente al legado de su Perú natal, como cuando trata en sus esculturas iluminadas el tema de las islas flotantes de los Uros en el lago Titicaca, hechas con totora seca y juncos en la época preincaica. Sus esculturas iluminadas son suceso en el mundo entero, y por ello Juanito Delgado la ha tenido en cuenta para su proyecto Detrás del Muro de la XIII Bienal de La Habana. Para Grimanesa, la primera quincena del mes de abril de 2019 se ha convertido en un corto trayecto entre la obra de restauración de la casa Sarrá (Malecón 507 esquina a Lealtad) y el hotel Terral, en la esquina contigua, donde tiene armado su puesto de mando desde horas tempranas de la mañana hasta muy tarde en la noche.
«La obra, que ha sido posible gracias a La Oficina del Historiador de la Ciudad y a su constructora Puerto Carena, se llama Mariposa dorada y está inspirada en la flor nacional de Cuba —me dice en exclusiva para Arte por Excelencias—. La mariposa tiene diferentes conceptos. Mi tarea es hacer pensar a las personas en lo que están viendo. Cada una de ellas va a tener su propia visión, y con la inspiración se hacen más creativas no solamente en el arte, sino en su vida personal».
En la conferencia de prensa fuiste muy generosa hacia el público cubano.
La calidad de la gente en Cuba es algo que yo no he experimentado en ninguna parte del mundo. Es un público muy curioso, le atrae mucho la cultura, ya sea el performance, la música, todo lo visual. Lo experimento con mi obra: los niños quieren saber de qué se trata, el porqué de su nombre, muy diferente a lo que he encontrado en otros países latinoamericanos.
Además de vivir en Nueva York, has exhibido tu obra en escenarios del primer mundo. ¿Qué te atrae de un barrio como este, anclado en pleno centro de La Habana?
Para mí es muy importante la arquitectura, le tengo mucho respeto. Me enviaron las fotos de la casa Sarrá y me impresionó, a pesar de que tenía andamios. Pude ver también cómo había sido antes, muchos años atrás. Me dije entonces que la obra tenía que comunicarse con la arquitectura de la edificación y con el espectador, que ambos se fundieran.
Tuviste éxito en tus inicios realizando pinturas bidimensionales. ¿Por qué el salto hacia lo tridimensional?
Siempre quise hacer escultura. Cuando llegué a Nueva York —era muy joven: veinte años—, no tenía suficientes medios para tener un estudio. Apenas tuve la oportunidad de expandirme un poquito comencé a trabajar en lo tridimensional con papel, ya venía conmigo esa inquietud.
¿Cuánto de arquitecta y de diseñadora hay en ti?
Nunca había pensado en ello. Creo que todo ha surgido de una forma muy orgánica: mi padre era ingeniero civil y me llevaba a todas las obras. Desde chica he ido adsorbiendo el amor por las edificaciones.
Hay en tus realizaciones un ir y venir a la cultura popular. Fue el caso de tu serie Uros y de tu colaboración con Susana Baca…
Con Susana Baca he tenido varias colaboraciones. La primera fue en Perú, hace muchos años, yo había hecho una exposición sobre la caída de las torres gemelas y Susana hizo un performance en la galería. Luego hice una exposición en el Hostos Community College de Nueva York, para la cual ella hizo una composición especial que se llamaba Entre el cielo y la tierra, que formó parte del video, además de un concierto especial en función de la muestra. Fue una composición totalmente diferente a todo lo que ella había hecho anteriormente.
Hice muchos viajes adentro de mi país y pude conocer casi todos sus departamentos. El clima es bastante cambiante; cada vez que quería ir había granizos o alguna otra dificultad. Hace once años tuve la oportunidad de hacer ese viaje y las islas flotantes de los uros me cautivaron mucho porque son efímeras, construidas a partir de una fibra llamada totora. La gente joven prefiere irse al centro, tener más contacto con el día a día, no quieren mantenerlas, y a las fibras hay que cambiarlas constantemente. No es tarea fácil, el clima es fuerte, hay muchas heladas, y de aproximadamente cuatrocientas islas que había antes, ahora solo quedan veinticuatro. Me interesó el hecho de mantener la autenticidad de aquello, porque los uros viven allí hace más de tres mil años, y esa cultura está desapareciendo poco a poco, quise llamar la atención sobre ello.
¿Te consideras una artista del ayer, del hoy o del mañana?
Soy una persona que tiene la suerte de poder tener trabajo, un trabajo que amo apasionadamente y que tengo oportunidad de compartir con la humanidad. El pasado ya pasó, es inevitable, no nos podemos detener en él porque nos convertimos en prehistoria. El futuro es incierto. Lo más importante para mí sigue siendo el presente.
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