Roldán Lauzán (San Antonio de los Baños, 1987) es uno de los artistas cubanos que más suena dentro de la Semana del Arte de Madrid, donde lleva tres ediciones exponiendo, en el stand que la galería Collage Habana tiene habitualmente en Art Madrid.
La visibilidad que ha adquirido en estos años ha llevado a este joven (graduado de la Academia de Bellas Artes "Eduardo Abela", en 2006), a exponer en la importante galería portuguesa Nuno Sacramento, y más recientemente, a incorporarse a la nómina de la madrileña BAT Alberto Cornejo.
Desde Arte por Excelencias hace años que le seguimos la pista, así que aprovechamos su reciente visita a la capital española para hablar de su nuevo trabajo para Art Madrid, la feria de arte contemporáneo de la que nuestra revista es media partner y que tuvo lugar en la Galería de Cristal de Centro-Centro Cibeles, entre el 27 de febrero y el 3 de marzo.
Roldán, es la tercera vez que vienes a Art Madrid. ¿Qué te aporta esta feria?
Art Madrid es para mí una especie de ritual. Es como regresar. Yo apuesto mucho por esta feria, y me preocupo por traer algo genuino y diferente. No me gusta repetirme. A veces las piezas dan para más, pero ya venía trabajando con los Hierofantes dos años y quería traer algo completamente nuevo, refrescante para mí y también para el público.
Madrid es el ritual de febrero. Es una feria que me permite hacer lo que yo quiera. Tengo una relación muy íntima con la feria que me encanta. Y si la programación de trabajo me lo permite voy a seguir participando.
¿Qué traes este año?
Este año hice una regresión. Yo venía trabajando la serie Hierofantes, sobre todo las monjas y me dio como una especie de fatiga creativa, producto de la serie de trabajos y compromisos que he ido asumiendo este año, de ferias y demás… llegué a una especie de hastío creativo, una pequeña crisis.
Y lo que hice fue regresar a las primeras cosas que había hecho. Para mí eso de regresar siempre es terapéutico, te restaura y encuentras discursos que ya habías dejado atrás. Y retomarlo siempre devuelve algo nuevo. Así que hice la serie Las muñecas de la infanta, que se basa en imágenes que yo veía en libros de colorear cuando era niño.
Estas fueron las primeras imágenes que, de manera inconsciente, empecé a reproducir en las ilustraciones para libros infantiles –lo primero que hice dentro del mundo del arte- y que luego llevé al lienzo en mis primeras exposiciones en La Habana.
¿Las muñecas de la infanta?
Las muñecas de la infanta se describen solas. Tienen una especie de maldad perturbadora, representada a partir de una estética muy infantil. Esa especie de ambigüedad, que siempre va a estar presente en mi discurso, es el centro de esta serie.
Y esta otra obra la considero como parte de los Hierofantes, concretamente de una obra que se llamaba El padre Abelardo, donde no quedaba claro si el sacerdote era mujer u homosexual. En ella representé, con una imagen glamorosa, todo el conflicto de identidad de género, religioso, espiritual.
Aunque este cuadro creo que avanza un poquito más, tiene la misma ambigüedad que El Padre Abelardo, e incorpora otros elementos de esa serie, como los motivos de la arquitectura eclesiástica y símbolos de la tradición judeocristiana, que apoyan toda esa plataforma espiritual, hermética, que convive con una figura que no es del todo tranquila, sino que aún siendo una figura religiosa o espiritual, evoca su sexualidad, su maldad… Toda esa convivencia antagónica en el personaje es la que le da el cierre al discurso.
¿La obra tiene que ver con el escándalo mundial que ahora mismo rodea a la iglesia católica?
Los Medios están para criticar las conductas reprobables de estos sujetos, pero yo no creo que la pieza vaya directamente a criticar los escándalos sexuales de la iglesia. En un principio esta pieza se iba a llamar Cardenal, pero me pareció tan directo y obvio, que la sustituí por La suma de todos los miedos.
Creo que en realidad va más allá de eso, y lo que puede es que arroje un poco de luz de por qué está pasando eso. Y más que decir algo, está cuestionando qué hay dentro del ser humano para que estas cosas ocurran. Yo creo que la pieza convive con toda esa serie de demonios interiores. Yo no juzgo ni crítico las posturas sexuales de las personas. Somos totalmente libres de decidir lo que queremos hacer. Pero si tu postura sexual le hace daño a terceros, en este caso a niños, para mí es absolutamente reprobable.
La pieza no creo que vaya directamente a abordar esta problemática, pero se aproxima desde el mismo momento que aborda las identidades de género, desde la ambigüedad. No te deja claro si es provocadora, si es un hombre, una mujer, cuál es su rol… creo que el ciclo del discurso se va a cerrar en el espectador.
Pero no voy a ser ingenuo y en el momento en que hice la obra sentí la aproximación que había con todo este tema. Sabía que iba a ser un poco polémica en un país tan católico como España. Pero mi intención no es ofender la fe de nadie. De hecho, nunca ha sido mi intención criticar ni cuestionar a la iglesia católica ni a ninguna otra iglesia.
Yo lo que, como heredero de la cultura universal, me apropio de la iconografía judeocristiana para argumentar mi discurso, para crearlo como plataforma de diálogo dentro de mi obra, pero no voy directamente a lo que es la religión.
¿Has tenido alguna crítica por el uso de las monjas dentro de la serie Hierofantes?
No, porque las monjas nunca cruzaron la frontera de lo obsceno, de lo vulgar. Sobre todo porque no era mi intención. Yo creo que en la mesura, en la sutileza, está realmente lo profundo. Es fácil ser un exhibicionista y salir en cueros, lo difícil es sugerir tu sexualidad, enseñarte sin ofender. Y así es en todo.
Hay una canción de Carlos Varela que a mí me gusta mucho, que dice “en vano fue soltar las riendas y no saber cómo parar”. Yo no creo mucho en esa catarsis de evocar todo, sacarlo todo de dentro y ser agresivo porque sea un derecho. Prefiero la mesura.
Aunque en alguna que otra ocasión algún público más religioso sí me censuró o me dijo las monjas no son así… Yo no estoy hablando de lo que pasa dentro de los conventos, porque no lo sé. Solo estoy diciendo que el vestuario de las monjas es un arquetipo para la sociedad y un símbolo de santidad.
Y cuando eso tú lo contrapones a una imagen un poquito perturbadora, pues sucede dentro del espectador un cuestionamiento de hasta qué punto una persona puede ser santa y hasta qué punto puede ser lujuriosa; este es uno de los antagonismos de los que habla la serie Hierofantes.
¿Qué tal fue la experiencia, el año pasado, con la galería Nuno Sacramento en Portugal?
Fabulosa. Nuno y José Sacramento son dos profesionales espectaculares, y unas personas maravillosas. Tienen un interesantísimo movimiento de arte en Aveiro y Ílhavo, que es donde tienen la galería. Y son muy inclusivos, va mucha gente de pueblo a ver arte. Han hecho una especie de proyecto didáctico, vinculado a su academia que hace que gente de diferentes opiniones se pasen por la galería.
Y siempre logran traducir sus exposiciones en ventas, que es muy importante. Tienen un trabajo muy sólido en Portugal y para mí fue un honor trabajar y hacer proyectos juntos.
Recientemente has entrado en la nómina de la galería madrileña BAT Alberto Cornejo…
Alberto Cornejo me ha dado una oportunidad increíble y hemos estado hablando de hacer trabajos juntos. Lo que pasa es que yo he tenido este año muchos compromisos, sobre todo en Nueva York, con Jorge Camejo Art, además de otros compromisos que tenía en La Habana y Portugal.
Y como te decía al principio, esto me llevó a una especie de cansancio creativo que no me ha permitido trabajar a toda la velocidad que he querido. Por eso todavía no hemos hablado Alberto y yo de un proyecto más sólido, aunque ya soy parte de su nómina y tienen en venta un par de obras mías.
¿Cómo ves el mercado del arte en Cuba actualmente?
Yo no niego el mercado del arte. El mercado del arte es algo que muchas personas satanizan; yo no lo hago, siempre y cuando lo asumas con responsabilidad. Es el mercado quien encuentra al artista y no al revés. Pienso que si eres cuidadoso y no te dejas viciar y eres responsable con tu propia obra, eso te va a abrir muchas puertas.
En Cuba no se puede decir que hay un mercado nacional, porque la mayoría de los cubanos no pueden adquirir arte. Por tanto, la venta de arte en Cuba está necesariamente ligada al público que visita el país. No es un secreto para nadie que mientras más turismo llegue a Cuba más oportunidad tendrán los artistas de vender, sobre todo aquellos que no tienen la posibilidad o no han encontrado la estrategia de sacar su obra fuera del país; aunque hay muchísimos artistas haciendo cosas muy interesantes fuera de Cuba.
El arte en Cuba se sigue moviendo de manera interna. Sigue evolucionando y se siguen haciendo proyectos interesantísimos. Hay un arte muy serio, a pesar de que no exista un mercado interno. Por ejemplo, Collage Habana, con sus tres galerías, se mantiene haciendo exposiciones y moviendo el arte cubano. Ahora mismo estamos en Art Madrid gracias a su apoyo.
Fotos: @yricardo