Cuando se abren las cortinas, en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana "Alicia Alonso", en temporadas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), 'asoman' los fantasmas y memorias de tantas grandes figuras, que lideradas por Alicia, han prestado su piel a los más disímiles personajes en el tiempo. Es como si de pronto el ayer, despertara entre luces/ música/baile. Sólo que han cambiado los rostros. Respiramos otro presente en las tablas donde otros artistas, de la misma estirpe, escriben/bailan la historia. El lago de los cisnes, es un ballet que juega con los recuerdos, en el que la danza clásica -como decía Carpentier- "se desdobla en ternura".
Los jóvenes bailarines que han llenado las filas del BNC en estos últimos tiempos, han tenido una buena oportunidad y también un compromiso, de mantener el prestigio de una célebre compañía. En la actual temporada del ballet de los ballets ha habido dos excelentes debuts en el doble papel de Odette (cisne blanco)/Odile (cisne negro): Ginett Moncho (5 de enero) y Claudia García (12).
Con una línea ideal, la bailarina principal Ginett Moncho mostró su talento y clase, en el doble papel de Odette-Odile, en el que se observó el sostenido esfuerzo para ofrecer, amén de una armónica/excelente función (¡en su debut!), una interpretación personal. Fuertes aplausos saludaron, ya al final del adagio del segundo acto, un desempeño cuajado de sensibilidad, en el que lirismo, elegancia y el preciso sentido de la medida rigieron. Para lograrlo, resulta indispensable la técnica; pero, más aún, el sentido poético que debe dominar todo movimiento. Dibujó cada arabesque, mantuvo su cuerpo flexible y siempre suave para delinear el cisne… Buen gusto, balances prolongados…, definieron el desarrollo escénico. No parecía que lo bailaba por primera vez. Luego, el lírico matiz de Odette se transformó en tajante acento cuando le tocó encarnar a Odile, con una bien definida dramaturgia. Sobre las tablas confirmó la audacia y el modo con el que se manifestó dueña de los rasgos expresivos del personaje. Después, la coda, impresionante y digna de todo elogio para concluir los arabesques sautés (vaquita) en un largo balance. Tras el paso inicial, para el desarrollo de la interpretación/baile, en plural del personaje –debe aún limar ciertos detalles de brazos…, para lograr una mayor perfección/proyección requerida-, y recrear, por supuesto, también la técnica. Pero lo exhibido no deja de ser interesante para un debut.
A su lado el muy joven primer solista Adrián Sánchez, con su agradable presencia, -quien el pasado 2018 comenzó a incursionar en personajes protagónicos con muy buen paso-, ahora como el príncipe Sigfrido -también debutante-, se entregó con fuerzas – a pesar de una lesión en su hombro-, y fue creciendo en logros a lo largo del ballet, tratando de mantener siempre el cuidadoso desempeño a la hora de enfrentar los papeles encomendados. Queda ahora revisar el trabajo de interpretación/pantomima para estos roles de príncipes, y, por supuesto, la técnica/limpieza de los movimientos... No caben dudas de que ambos regalaron un dúo armónico que acaparó las más fuertes ovaciones de este comienzo de temporada, a pesar de iniciarse –ambos-, en el ballet de ballets.
Crece la familia de Odette/Odile
En otro excepcional debut, la bailarina principal Claudia García acompañada por el bailarín principal Raúl Abreu, junto al resto de solistas y cuerpo de baile que fueron parte de esta representación, conquistaron muchos aplausos en esta jornada. Y en particular, la novel artista que se estrenaba en tamaña empresa. No es camino fácil para un bailarín llegar en su desarrollo artístico al nivel que le permita asumir con éxito los papeles centrales en los grandes clásicos del ballet. Una sólida base técnica, dominio del estilo y la expresión dramática, por solo mencionar estas, constituyen metas que en el ballet no se consiguen sólo con talento natural, que resulta un requisito sobrentendido, sino con un trabajo arduo/constante, bajo una adecuada dirección artística. Los grandes éxitos no son aquí ni fáciles ni mucho menos, frecuentes. Por ello, cuando una joven figura asume por vez primera el reto, y la responsabilidad en estas obras, los resultados halagüeños se tornan en acontecimientos….
Este y no otro, es el calificativo que corresponde, con toda justicia, al exitoso debut de Claudia García en este difícil doble personaje. Y aunque el público de antemano conocía su fuerza y posibilidades mostradas en la escena en otros trabajos, ella no sucumbió ante su facilidad técnica, mostrando así una dosis de madurez artística. Hubo virtuosismo: altas extensiones, giros múltiples, balances, hermosos arabesques…, pero todo ello servido dentro de una limpia ejecución y muy buen gusto. Como joven talentosa hubiera sido para ella fácil subrayar la actuación con pirotécnicas acrobáticas… Sin embargo, fue lo contrario, mostrando siempre interés en la labor minuciosa de ciertos detalles técnicos/expresivos, sin perder algo sumamente importante: el estilo. De ahí que su cisne blanco se adueñara desde el comienzo de los recursos de técnica, e interpretación que exige el personaje, quizá ensombrecidos en algunos instantes por algunos gestos innecesarios, que poco a poco irán desapareciendo cuando continúe enfrentándose a él sobre las tablas. Hay que sumar el port de bras y las notables extensiones, ella logró acentos de hermosa poesía –como el adagio del segundo acto- y otros instantes. En el tercer acto (cisne negro) estuvo ajustada, mostró con dignidad su impetuoso talento, y recreó con fuerza las célebres secuencias de fouettés y piqués de la coda, en justo balance de los requerimientos dramáticos de la Odile. Queda ahora estudiar, bailarlo y lograr la perfección para la que está destinada.
A su lado, Raúl Abreu –príncipe Sigfrido- fue un solícito acompañante y estuvo atento al quehacer de su compañera, y sin dudas, fue, con su experiencia un apoyo que brindó seguridad a Claudia García en sus ejecuciones. En sus solos, tuvo sus mejores instantes en el tercer acto, pero el tiene para dar mucho más sobre las tablas, y mostrar un arsenal técnico de más calibre. Pero su actuación es digna de elogio en cuanto a la labor de pareja.
Detrás de ellos, de esas buenas interpretaciones –donde incluimos el pas de trois-, entre otros, vibran/respiran los profesores, maîtres y ensayadores, quienes con su experiencia, paciencia y dedicación son también protagonistas de estas historias felices que hablan de una Escuela. Este clásico continuará en cartelera todos los fines de semana de enero y hasta el 3 de febrero, en el coliseo de Prado y San Rafael, para suerte de todos los amantes de la danza.
Fotos: Leysis Quesada
En portada: Debut de Claudia García como Odette / Odile en El Lago de los cisnes junto al bailarín principal Raúl Abreu (Príncipe Sigfrido)