Skip to main content
 Esteban Insausti: cuando alguien se diferencia de la uniformidad, asusta 
06November

Esteban Insausti: cuando alguien se diferencia de la uniformidad, asusta 

Es imposible que de sus opiniones y reflexiones no salga una obra que permita al espectador mirarse hacia adentro, debatir constantemente sobre las cosas que mueven el mundo. Desde lo particular se expande hacia lo universal, saldando una deuda con sus antecesores y marcando la diferencia con un producto puramente genuino, capaz de suscitar polémicas en torno a nuestra realidad. Su mirada debería inquietar a los más jóvenes, e incluso a quienes se quedaron estancados en la ciénaga del facilismo y lo repetitivo. 

¿En qué momento y por qué razón, decides dar el complicado salto de espectador a realizador de cine? ¿Qué motivos influyeron en esa decisión?

Espectador sigo siendo. En realidad yo estudie música pero me di cuenta que no cubría las necesidades de expresión que tenía, también pinté mucho. De alguna manera el cine era un vehículo ideal para poder reunir todas esas inquietudes en un solo medio. De modo que a los 18 años empecé a estudiar cine, fue mi primer taller de dramaturgia con Tenchi Domínguez, una gran dramaturgia, en San Antonio de los Baños. Y a partir de ahí me inscribí en el Instituto Superior de Arte, en la especialidad de Dirección y hasta hoy. El cine es ese vehículo por el cual me expreso, a pesar de que sea el más complejo y difícil de hacer, hoy por hoy. 

Casi todas las reseñas dedicadas a tu quehacer indican, una y otra vez, que te convertiste desde el principio de tu carrera en “uno de los jóvenes talentos de la generación novel de la industria cubana del cine”. ¿Cuánto pudo pesar sobre tus hombros estos calificativos y cómo hiciste para sostener dicha responsabilidad creativa?

Es terreno de los críticos y de los especialistas colocarte con una suerte de etiqueta de hacia dónde va tu trabajo. Creo que si por algo se ha distinguido mi labor es porque le ha huido a la uniformidad. Yo tengo una obsesión por expresarme de una manera auténtica, pero no me he propuesto en ningún momento convertirme en un vanguardista o diferenciarme de los demás. Es simplemente mi manera de ver y eso ha llamado mucho la atención dentro y fuera de Cuba. Incluso creo que más en el exterior que en Cuba, por esa manera tan peculiar de ver el cine. 

Mi cine no pretende ni manipular, ni seducir. No me gusta ni la lágrima fácil, ni la risa complaciente que todo el mundo se estudia y sabe dónde en qué lugar va. A mí me interesa inquietar y ese camino siempre es el más difícil y probablemente es el que menos espectadores tiene, sobre todo, teniendo en cuenta este retroceso cultural que alarma a todos en cuanto a gustos, esa efervescencia de los años  60, 70, 80 y 90. Esa necesidad de buscar, de experimentar, esa cohesión, ese movimiento artístico que existía. 

De hecho había una gran sintonía entre vanguardia política y artística; hoy de alguna manera se ha disuelto por la propia realidad económica. De modo que la mayoría de todos los realizadores [y lo digo con todo respeto] tienen una obsesión por el premio, la lentejuela  y a mí me interesa dejar claro el momento este que me tocó vivir, porque tengo una hija. Cuando no esté y ella mañana “rastree” quién fue su papá, tiene que saber que su padre fue un hombre consecuente todo el tiempo y coherente con lo que tenía que decir en el momento que le tocó. 

Esa ha sido mi obsesión, si unos lo consideran vanguardista o transgresor como me anunció un vez el The New York Times cuando presenté Larga distancia  en el Lincoln Center, [algo que no había pasado en la historia del cine cubano y sin embargo los medios de aquí no hicieron referencia en ningún momento]. Me anunciaron como la transgresión del cine cubano y eso me molestó mucho porque soy un deudor de Tomás Gutiérrez Alea, Nicolás Guillén Landrián… ese es el cine que yo revisito. Incluso, Club de Jazz es un homenaje en su estructura dramática a Lucía, pues tenía una deuda pendiente con Humberto Solás. O sea, yo he revisitado el cine cubano y he tratado de figurármelo como un salto hacia adelante, de modo que eso me hace inclasificable. También pasa con la música, sucedió con Gonzalo Rubalcaba en otra generación, con el propio Emiliano Salvador a quien está dedicado buena parte de las historias de Club de Jazz.

 

Club de Jazz Cartel

 

Formas parte de una generación que vivió el antes y el después del Período Especial en Cuba, que sufrió también el éxodo de cubanos hacia otros países… ¿Cuánto de biográfico o anecdótico tienen tus propuestas?

Hay dos trabajos en especial: Existen, un documental experimental que yo hice con locos hace más de 20 años y muchas de las propuestas de ellos es lo que hoy está sucediendo en el país y parecían insensatas en aquel entonces. Y Larga distancia que es una película sobre la pérdida de la amistad. La Patria también son los amigos, cada vez que se nos escapa uno pues algo en la estructura se va resquebrajando. Debemos darnos cuenta que en el beneficio de la totalidad está el nuestro también y que cada logro de un cubano es mí logro. 

Si eso no lo entendemos nos quedaremos solos en algún lugar, en el olvido y eso lo vemos todos los días: la negación de lo diferente. Un día José María Vitier, con esa lucidez y pedigrí que tiene, me dijo una cosa para el documental Las manos y el ángel dedicado a Emiliano Salvador, una máxima que siempre me acompaña: La maravilla asusta. 

Cuando alguien se diferencia de la uniformidad, asusta mucho. Y esto es lo que más necesitamos precisamente: personas que se diferencien más allá del coral de oro o de la malanga de plata… esos premios que damos nosotros y que los creemos y hasta nos fajamos por ellos. Yo creo que hay que apostar por un movimiento artístico nuevamente en Cuba, de solidez, en todos los géneros y en todos los niveles. Con gente lúcida acompañado eso, porque cada artista lleva a un país detrás.

Las crisis dejan huellas y en el cine cubano son visibles. Desde tu punto de vista ¿cuáles han sido esas heridas que todavía no han sanado en nuestra cinematografía?

Nosotros tenemos muchas asignaturas pendientes. Siempre lo he dicho con toda honestidad: de que exista un cine nacional es casi un milagro en la situación económica sostenida en la que se ha encontrado el país, durante tantos años. Esta es una industria del entretenimiento y creo que si hay alguna deuda pendiente es precisamente el acompañamiento del cineasta y su cine cuando es absolutamente nacional. No me refiero al cine de coproducciones que ya tiene una garantía de visibilidad porque ese productor, que invirtió en ese producto va a tenerlo que recuperar. Pero al película que es ciento por ciento cubana, esa es la que casi nunca se ve y no quiere decir por esto que sean peores y esa es una asignatura pendiente: la cohesión de un movimiento. 

Ahora mismo hay un déficit generacional grave. Mi generación se creyó caminar por los pasillos por donde caminó Titón, yo me sentía orgulloso de pertenecer a un movimiento que tenía una historia, pero estas generaciones más jóvenes, con toda honestidad, ni siquiera tiene conciencia qué representa el cine como arte, no veo un compromiso con ese cine y eso se ve en su propia estética, en sus inquietudes. 

Sin embargo no todo está perdido, la vanguardia tiene nombres y apellidos, no va a existir nunca una vanguardia masiva, eso es imposible. Lo que sí existe es una inquietud por reflejar la sociedad, a veces de manera honesta, a veces de manera provocadoramente oportunista. He sido jurado de varias Muestras de Jóvenes Realizadores y he visto ese problema semántico entre ambas generaciones. 

Muchos de estos muchachos no saben quién es Nicolás Guillén Landrián, por ejemplo o ni siquiera saben quién es el Ciudadano Kane… no veo esa conciencia de reflejar la realidad que les tocó vivir desde un nuevo lenguaje. También noto mucha frivolidad, no veo esa necesidad de expresión como sí la necesidad de reconocimiento: “soy cineasta”. 

Creo que estaba muy bien enfocado, cuando estudiamos en la Escuela de Cine, exigirte como mínimo, dos años de experiencia. No había un curso diurno, era una escuela para profesionales, no para niños. Al cine se llega por decantación, ningún niño le dice a su mamá que quiere ser cineasta, (quizás músico) y como resultado de eso muchos no terminan la carrera. 

También al mundo del video clip se le ha querido dar el estatus de cinematografía. Recuerdo en una premiación de Lucas un premio a la mejor a la mejor actuación, algo delirante. Hay críticos que han comparado un video clip con una película, como si compararas la ópera con el judo, algo absurdo y lo reflejan en los medios. Todo es parte de este nivel de confusión que es una transición. Si no hay crisis no hay evolución.

 

Imagen del filme Club de Jazz
Imagen del filme Club de Jazz

 

Repetidamente has dicho que Club de Jazz no es una película musical, sino un drama sobre la envidia. ¿Por qué escoger como subtexto a un club de jazz?

Quizás estoy matando el enano o la deuda que tengo con el jazzista que fui alguna vez; cuando no hago cine produzco discos de jazz y uno tiene que hablar de lo que sabe. Podía haber escogido el ballet o un circo, no es exprofeso. Pero sí había una atmósfera que me permitía transitar por tres épocas diferentes. Lo escogí sobre todo por su complejidad: es una música que debería estar más cerca del cubano. No es que los jazzistas sean envidiosos y los bailarines no. El mundo es envidioso, es la más inconfesable de las emociones humanas, es universal y ha sido un acicate en mi carrera. 

He apostado siempre por conflictos que desde lo particular se disparen a lo universal y puedan funcionar en cualquier mercado. De hecho hay quienes miran el tráiler de la película y creen que es europea, así pasó con Larga distancia y a muchos les molestó que fuera tan diferente estéticamente, cuando eso es lo que tiene que alegrarnos. Club de jazz es un pequeño estudio sobre seres humanos

¿No te atemoriza que lo que llame la atención a los críticos y especialistas pueda alejar al público?

Yo no trabajo ni para una cosa, ni para la otra. Cuando intentas comunicarte con todo el mundo, intentas caerle bien a todo el mundo, probablemente no estés haciendo tu película, sino la de mucha gente. No me imagino rodar una película porque voy a llenar el Yara y me van a dar un coral, ya pasé esa etapa. Lo popular no es símbolo de calidad, ni de rigor, hay mucha confusión con eso.

Lo que me emociona es saber que yo hice la película que soñé, con mi lenguaje, con mi propia caligrafía, con la libertad de hacerla como quería y eso va a estar, inevitablemente, dirigido a un público. Sobre todo si hay honestidad, te vas a comunicar con alguien. Si eso es masivo o no, la vida es la que dirá. 

La crítica se ha equivocado mucho en la historia del cine durante siglos, por eso todo el que se diferencia de esa uniformidad, asusta mucho. Nosotros tenemos muy buenos críticos, en el margen, en la periferia. Quizás no tienen una voz suficientemente oficial pero sí una preparación importante, pero de igual manera hay un segmento de la crítica que se quedó viejo, han querido seguir viendo lo mismo en un cine que ya cambió. 

Se hace mucho cine para que la gente se mire en el espejo. Me interesa que la gente mire hacia adentro y ese es el viaje que ha hecho el arte contemporáneo actual. La gente ha comenzado a descubrir que es Dios también y en ese sentido te digo que mi compromiso es con mi verdad.

 

Imagen del filme Club de Jazz
Filme Club de Jazz

 

Cada obra tiene vida propia, sin embargo hay paralelos entre cada una. En Larga distancia también afloran sentimientos humanos de todo tipo y en Club de Jazz vuelve tu mirada sobre las pobrezas humanas. ¿Marcaría esto un estilo?

Creo que ha sido mi estilo desde el primer corto que hice, más de lo mismo. El ser humano va a estar en conflicto siempre, somos la peor plaga del planeta, también somos lo peor y lo mejor de la creación y desde que somos civilización no ha parado el mal de funcionar. Afortunadamente eso es muy buen combustible. 

¿Qué otro proyecto pueden esperar los seguidores de tu verdad?

Tengo varios, entre ellos una película sobre Ana Mendieta, una pintora cubana-norteamericana, desconocida en Cuba. Es un proyecto complicado, sobre todo en el asunto del derecho y su título es Pincel con sangre. Tengo otro que se llama Erección, sobre la prostitución masculina, pero desde el cazador cazado, quizás el que más rápido haga. También estoy preparando una serie con Telemicro, sobre los pintores latinoamericanos más importantes.