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Vivo el órgano, al ritmo del son molío
08July

Vivo el órgano, al ritmo del son molío

Por Elizabeth Bello Expósito

En un rincón oscuro un órgano sufre de polvo y dolor. Se degrada entre las sombras sin que nadie recuerde que vive. La sabrosura de la música molida que sale por el tubo de su garganta es desconocida para la generación del pulgar en los iphones y el reggaetón o la disco.

Pero el órgano no se da por vencido, no se acalla; defiende su valor y despierta al manivelero para que lo devuelva a la vida, para que muela la música, que a todo el mundo le gusta, sin importar la edad, porque la música melodiosa y sincera no pasa de moda. Y la gente lo sigue como hipnotizada, como en procesión.

Defender la tradición del órgano y sus valores como patrimonio intangible de la música y el arte cubanos es la esencia del documental Órgano al ritmo del son molío presentado y ganador en la categoría Cine en construcción durante este Festival Internacional de Cine de Gibara (FIC Gibara).

La joven cineasta holguinera Yamila Marrero Montero, productora graduada en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, en representación de su equipo, defiende el documental y para ella “proyectar la película en FIC Gibara es un sueño, una deuda. Le desencadena un montón de sensaciones y emociones participar en este certamen que realza sobre todo porque es una fiesta de arte de pueblo y no de élites.

Dirigido por Rosa María Rodríguez, también holguinera natural, la idea del documental surge precisamente porque las primeras inquietudes de Rosa por el arte se originaron con un organito que tenía en su Círculo Infantil, lo que la llevó a estudiar piano luego. Por eso el interés a acercarse al Órgano de los Hermanos Ajo, cuenta Marrero Montero.

“A mí me agradó mucho la idea y me identifiqué con la preocupación porque yo también crecí escuchando el órgano por la radio y me llamaba siempre la atención. Nos dedicamos a investigar durante varios meses con la familia de los Ajo, con una tradición organística de generaciones, de hace más de 100 años. Llevamos más de un año trabajando en el proyecto y estar aquí ya es un reconocimiento a nuestro trabajo”, resalta la joven realizadora.

Órgano al ritmo del son molío se grabó en el pueblo holguinero de Buenaventura, perteneciente al municipio Calixto García, un sitio que lo más significativo que tiene en el ámbito de la cultura es precisamente el órgano de los Hermanos Ajo, que se llama El Gran Cacique Hatuey.

“Durante el proceso de investigación conocimos personajes íncreibles como los hijos de Pepe Ajo. También conocimos a Ronny, el bisnieto de Pepe Ajo, la persona que se ha encargado de preservar y continuar con la costumbre familiar. Todo el equipo llegó a tener, mucha afinidad y compenetración con la familia, pues nos pasamos meses dialogando e interactuando con todos en su quehacer cotidiano. Lamentablemente dos de estos personajes murieron luego de la grabación: uno ellos era Ada Ajo, una mujer que tenía una fortaleza, una memoria y lucidez admirables y guardaba celosamente mucha información relacionada con la tradición de su familia que compartió con nosotros”, recuerda la joven visiblemente emocionada.

“Casi todos los músicos de órgano son músicos autodidactas, personas que han aprendido la música de oído o porque se la han enseñado sus padres o abuelos, de escucharla con los vecinos”.

“La película nace de la inquietud de que este baluarte de la cultura, que cada año languidece, se pierda. Hace años atrás Holguín tenía varias decenas de órganos e incluso una fábrica-taller para reparar órganos, única en América Latina y la institución cayó en el olvido y el abandono y cerró. Una fábrica que hizo órganos para muchos países de América Latina e incluso Holanda”.

Por otro lado, advierte la joven “los organilleros e igualmente las personas que preparan y fabrican estos complejos instrumentos musicales son, en su mayoría, personas de mucha edad. No hay relevo, no hay jóvenes que mantengan el oficio y los pocos que quedan al no existir la fábrica, al haber tan pocos órganos, se alejan y se perderá la tradición si no hacemos algo al respecto”.

Ese es el llamado de atención del documental Órgano al ritmo del son molío que cuenta la historia de esta familia, que en la actualidad se ha unido a la familia de los Marrero y que contra todas las banderas se empeña en preservar este arte.

Sobre las interioridades del proceso de grabación revela la productora: “Cuando conocimos a la familia, el órgano El Gran Cacique Hatuey llevaba más de un año sin funcionar, porque le faltaba una pieza y nuestra historia va sobre eso también, cuenta y vivencia todo el proceso y los esfuerzos que se hicieron para ponerlo en funcionamiento nuevamente”.

“Fue hermoso cómo, luego de muchos avatares para conseguir arreglar el órgano, cuando comenzaron a afinarlo, toda la familia, los vecinos, el pueblo, corrió para casa de los Ajo, fue un acontecimiento. Todos querían volver a escuchar el órgano, lo extrañaban. La familia había trabajado con otros órganos en diferentes actividades y recalcaban ‘pero es que órgano El Gran Cacique Hatuey no suena igual, suena diferente’”.

Sobre las complejidades del proceso de filmación, Marrero Montero revela que: “En la historia quisimos recrear y evocar la vieja costumbre del pueblo de llevar el órgano en una junta de bueyes hasta la plaza principal del poblado (hoy llamada el Conuco Pepe Ajo, en honor al organista) y cómo todos los habitantes lo seguían como en procesión. Por eso lo coordinamos todo, teniendo en cuenta las locaciones y todos los detalles: Buenaventura, visualmente, tiene un “algo” muy interesante y es que es una localidad dominada por la sequía, donde es muy común ver los remolinos de polvo cuando el viento sopla y cómo el transporte que pasa levanta el polvo. No obstante; desde un día antes de empezar el rodaje empezó a llover a cántaros, como hace rato, según nos contaron, no llovía en Buenaventura y estuvo lloviendo todos los días de la filmación. Las personas decían que era insólito. Por eso no pudimos realizar la procesión y Buenaventura tuvo un documental bajo la lluvia”.

Un reto como productora y para todo el equipo dice Marrero Montero fue la urgencia con personajes de tan avanzada edad. “Trabajamos con sus historias, sus vivencias y ellos nos abrieron su alma, por eso es muy duro para nosotros que ya no estén. Sin embargo, la familia reafirmaba lo positivo y bueno de que hubiésemos podido hacer el documental a tiempo, porque era una manera de preservar esa memoria histórica”.

Según detalla la realizadora: “El documental es un largomentraje que dura 70 minutos. Cada vez que seguimos trabajamos -pues la película crece-, se profundiza, pero lo más valioso que tiene es que es honesta. Para su realización contamos con el apoyo del Fondo Noruego para el cine cubano y cooproduce Wajiro Films. La fotografía está a cargo de Kevin Álvarez. También tuvimos mucho apoyo del Gobierno y el PCC local. Las personas de Buenaventura querían que se hablara del órgano, porque para ellos es muy importante. Aplicamos a la Beca El Reino de este Mundo de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) pero todavía no tenemos respuesta. Todos los miembros del equipo somos miembros de la AHS”.

Con respecto a Gibara y la oportunidad que representa para ellos estar participando en el certamen Marrero acota:

Gibara es de esos pueblos únicos en el universo, tú nos sabes qué es lo que más te gusta de Gibara, tiene una magia que te atrapa. Además, el cine en Cuba y por ende igualmente en la Villa Blanca tiene algo especial y es que las personas dialogan con las películas, se ríen, comentan, chotean, se molestan…ello te permite interactuar con el auditorio. Muchos realizadores dicen que para probar si realmente una película tiene impacto, si el mensaje llega al auditorio, hay que probarla en Cuba”.

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