El próximo miércoles 28 de marzo, se inaugurará la sexta muestra individual en Siboney del artista andaluz, Juan Ángel González de la Calle (Jerez de la Frontera, 1956), que presentada bajo el título de “A propósito de los libros” supone una entrega de su obra más reciente, con formato de exposición, aunque preparada como si de un proyecto específico se tratase, con un único tema: El libro.
Calificado como uno de los pintores más literarios del panorama nacional, González de la Calle ha frecuentado, desde el intimismo, obras habitadas por imágenes sorprendentes, juegos combinatorios de elementos frontales, o tipologías de seres simbólicos. En estos años, tal como ha dejado clara la huella de sus comparecencias en Santander, el artista ha trazado una reflexión sobre lo real y lo representado en los dos niveles de lo verbal y lo icónico.
Especialmente en sus muestras de la década pasada, en la que se han sucedido exposiciones como “Buscando el norte” o “Paisajes de la memoria”, en las que ha presentado una amplia colección de pinturas -en general de pequeño formato, óleos sobre papel, tabla o lienzo- han ratificado una constante evolución, continuidad y coherencia, a través de la profundización en sus temas, y en la mayor sabiduría en el tratamiento. Juegos que invitan a la mirada del espectador a transitar dentro y fuera de una obra, que habla de la naturalidad de lo posible. Siempre desde lo narrativo y literario, el artista reúne sus imágenes sorprendentes integradas plenamente en el arte contemporáneo.
En un texto de José Mateos, del año 2004 y publicado con el título de “Un retrato dialogado de Juan Ángel González de la Calle”, el escritor hacía una acertada descripción del entorno del artista, y aludía al libro en su obra. Decía: “En su casa, un piso amplio, bien puesto, con ventanas que miran a un inmenso jardín algo descuidado, González de la Calle tiene una escasa representación de su obra en la casa. De todos modos, si levanto la vista puedo ver frente a mí algunos de sus oleos. Cuatro o cinco pinturas de tamaño y épocas diferentes, hechas con oficio y buen gusto, sin malabarismos, con cierto desconcierto estudiado, como esas mujeres que se despeinan un poco para arreglarse. Dan ganas de meterse en algunos de esos cuadros, seguro que en ellos encontraríamos la explicación que se callan. Verdes y rojos vibrantes, azules de un mar metafísico, naranjas y grises que se relajan hasta desmayarse. Y en ellos, niños en escorzo, sillas, animales... Y libros, libros bien encuadernados, libros antiguos, libros en desorden, libros encajonados, muchos libros”, y es que los libros han sido un elemento que ha utilizando el artista desde muy temprano. Han aparecido a veces como lo que son, y también como si fueran ladrillos o muros que formaban habitaciones y estructuras arquitectónicas.