Por: Ivón Peñalver
De lo que te has perdido la noche de anoche por no estar conmigo… así hubiera entonado en una de sus frases más conocidas, la singular intérprete cubana, Elena Burke, a quien la noche del 28 de febrero toda la Isla le decidió celebrar sus noventa años, más aún cuando la vida, caprichosa e injusta, no quiso que ella en persona lo agradeciera.
Varias generaciones de cantantes la trajeron a sus vidas, regalándole al público su propia Elena. Unos asumieron el repertorio de La Burke; otros le obsequiaron canciones propias: todos le ofrendaron el merecido respeto y la responsabilidad de no dejar morir el recuerdo de esa mulata gozosa, carismática y dueña de un envidiable registro de contralto, con el cual transitó por el bolero, el feeling, son, el cha, cha, cha y la guaracha…
Una vez más la incansable promotora cultural, Nisia Agüero, compañera de los años de Elena, cumplió su firme propósito de celebrar el cumpleaños de quien fuera nombrada la Señora Sentimiento, y tal como ocurre desde 1992, por la ausencia física de La Burke, juntó almas sensibles para celebrar esta fiesta por los inmortales 90 años de la intérprete.
En esta oportunidad fue la Sala Covarrubias del Teatro Nacional la escogida para el festín. La complicidad fue la palabra de orden en esta cita, y la primera mirada cómplice fue la de Lester Hamlet, director artístico de la gala, que no dejó de recordar la presencia de Elena en lo que ha sido la banda sonora de su vida. Por eso, en la noche del 28, decidió armonizar la presencia de sus invitados con el rodaje de videos de época de la homenajeada que demostraban su versatilidad. En ellos igualmente hubo espacio para la aparición de Malena, hija agradecida por el cariño del pueblo hacia su madre; y un Meme Solís, amigo entrañable que, desde la distancia, aseguró llevar consigo, perennemente, la voz de Elena.
Yaíma Sáez y su grupo regalaron la sobria interpretación de temas que, aunque dados a conocer por La Burke, con ellos adquirieron la impronta de estos tiempos y Vania Borges, con su gracia natural hizo cómplice al público. En cualquier escenario los seguidores de Ivette Cepeda la acompañan y agradecen su entrega por la obra de Elena y aplaudieron a través de ella a Marta Valdés; por su parte, la ya internacionalmente conocida Daimé Arocena desplegó ternura y exquisito gusto. Nelson Díaz, también reverenció a su padre, Ángel, queriendo a Elena; Luis Téllez fue toda emoción, mientras Raúl Torres, impuso ese decir trovadoresco de nuestros días con la calidez de pocos. Rember Egües y Rolando Luna, dueños absolutos de dos decires pianísticos diferentes, aplaudieron a Elena desde sus negras y blancas, y una vez más ante ellos hay que quitarse el sombrero. Fueron estas las voces e instrumentistas que concedieron el sentimiento que la noche necesitaba.
Como nota especial una inmensa Omara Portuondo recordó porqué es la novia del feeling, y se mostró como la serena y excepcional protagonista de una historia compartida cuya mejor manera de entender es escuchando la canción que Vera les compusiera a sus queridas amigas: Moraima Secada, Elena Burke y Omara Portuondo.
Una noche como pocas: sencilla y exquisita, altruista y encantada, amorosa y entregada. Siempre corrieron caprichosas alguna que otra lágrima de quienes invitados a la fiesta, parafraseando a la homenajeada, le pidieron permiso para poder compartir con ella, la noche del 28 de febrero, donde encontraron todo el calor que emanaba de su cariño.