Por Martha Sánchez
En Cuba, un arte elitista como el ballet no está circunscrito a La Habana, pues esa manifestación desata pasiones encendidas también en una ciudad del centro del país: Camagüey, que cuenta hace cincuenta años con una compañía propia.
Arribar a medio siglo de vida fue para el Ballet de Camagüey (BC) una oportunidad de festejo y reafirmación como uno de los conjuntos artísticos de excelencia en la Isla. Sin embargo, la cultura cubana está en deuda con esta compañía a la que bastante poca atención se le brinda en los medios de prensa del país, pese a tener una raíz común con el Ballet Nacional y defender un repertorio propio, diferente.
«El Ballet Nacional de Cuba (BNC) surgió en 1948, pero con el triunfo de la Revolución y la visita de Fidel a casa de Alicia y Fernando Alonso fue que se constituyó en una gran compañía con el respeto y el apoyo incondicional del Estado. Gracias a eso, en 1959 se produjo un renacer del conjunto. Somos resultado de lo mismo: de un proceso y de una revolución socialista que es grandiosa, con todos los defectos que se le pueda señalar, pero ha apostado porque Cuba sea una potencia cultural. Deberíamos poder actuar juntos, cooperar, conectarnos, porque en definitiva gana la cultura cubana, y eso es lo más importante», considera Regina Balaguer, directora del BC desde hace dos décadas.
Para la celebración de las bodas de oro de la compañía, la maître invitó a una de las joyas del ballet cubano, Aurora Bosch, a iluminar con su sabiduría y elegancia clases, ensayos y otras actividades. «Los bailarines de esta compañía tienen mucho arrojo y ganas de hacer y de bailar», destaca la maestra que durante dos semanas los inspiró con su sabiduría e impresionante capacidad física a los 75 años de edad. «El arrojo es una cualidad difícil de medir cuando se selecciona a niños y niñas para estudiar ballet, porque se revela poco a poco durante el desarrollo de la personalidad del ser humano. Me da tremendo gusto encontrar aquí esa cualidad tan importante», profundizó la Bosch en declaraciones a Arte por Excelencias.
Aurora, en sus clases y ensayos, recordó los consejos y enseñanzas del padre del ballet cubano, Fernando Alonso, quien fuera director del BC de 1975 a 1992. Para Regina Balaguer resulta crucial ese conocimiento y lo demuestra con hechos, con una reverencia continua a quienes la precedieron y a quienes siguen marcando la historia.
«Todos deberíamos saber de dónde venimos y a quiénes le debemos que haya ballet cubano y una escuela reconocida en el mundo entero. Hay tres personas imprescindibles en el desarrollo del ballet en Cuba; se habla mucho de Alicia, esa espectacular bailarina, pero muy poco se menciona a Alberto y a su hermano Fernando Alonso, y creo que es hora de hacer justicia. Eso sería darle a cada cual su justo valor», alerta la profesora, que pese a ser la directiva con mayor cantidad de años al frente del BC, nunca habla de sí misma.
A Regina le tocó enfrentar el llamado Período Especial, con la consiguiente escasez económica, y lejos de recibir solidaridad por parte de la dirección de la compañía nacional, esta le exigió pagar cada versión coreográfica atribuida a Alicia Alonso. Semejante demanda se convirtió en reto y este en victoria, pues poco a poco ha conseguido forjarle versiones propias de los clásicos a su conjunto, con la colaboración de artistas cubanos y foráneos.
En los próximos meses, el BC presentará en Suiza y España una versión de Carmen, del coreógrafo alemán Peter Breuer, director del Ballet de Salzburgo, Austria, ganador en 2015 con dicha pieza del premio internacional Maya Plisetskaya. A juicio de la Balaguer, la nueva obra plantea otra manera de expresión, distinta a la que el público cubano acostumbra a ver, y enriquece el espectro de sus jóvenes bailarines, pues les permite desarrollar la versatilidad y ductilidad necesarias en un profesional de la danza. La mayoría de los cuadros apelan al lenguaje contemporáneo y apenas en una escena se utilizan las zapatillas de punta.
Comparada con otras versiones coreográficas, la pieza de dos actos y aproximadamente dos horas de duración se apega más —desde el punto de vista narrativo— al original literario del escritor francés Prosper Mérimée, y contiene personajes nunca incluidos en anteriores formulaciones danzarias ni en la ópera.
Aunque a la dirección del BC le hubiera gustado contar con más artistas, el BNC envió una pareja a Camagüey para participar en las galas por el medio siglo de la compañía de esa provincia del centro del país. La primera figura Sadaise Arencibia y el primer solista Raúl Abreu interpretaron allí escenas de dos obras imperecederas del repertorio mundial: El lago de los cisnes y Giselle. La compañía Danza Combinatoria, que dirige la coreógrafa Rosario Cárdenas —Premio Nacional de Danza 2013— exhibió su más reciente estreno: Afrodita, ¡oh espejo!, inspirada en el paralelismo entre deidades de Cuba y Chipre.
Las funciones por el aniversario 50 mostraron, del 2 al 8 de diciembre, en el Teatro Principal, la valía del conjunto en clásicos como Las sílfides, La fille mal gardée, El talismán, y una versión propia de Las llamas de París, coreografía de la camagüeyana Lila Martínez.
De la línea más contemporánea, se expusieron Fatum, de José Antonio Chávez; y algunas piezas del Premio Nacional de Danza 2004, Alberto Méndez, como Suite generis, Fantasía y En tus ojos.
Los protagonistas principales de las piezas fueron los bailarines Rosa María Armengol, Yanny García, Sara de Miranda, Elizabeth Pagés, Zaida Henríquez, Oleydi Labrada, Jonathan Pérez, Thalía Diegues y Raúl Calzadilla, entre varios jóvenes del elenco actual.
Una de las virtudes de la compañía sigue siendo su apertura a múltiples estilos coreográficos y el estímulo a la creación, así como la interacción constante con la historia, porque, al decir de la Balaguer, quien la olvida o desconoce es propenso a perder lo que tiene, y existen deudas eternas. Por eso, en el BC, el 28 de noviembre pasado no comenzó con la tradicional clase de ballet, sino con la siembra de tres árboles, frente a tres pequeños tinajones, símbolo cultural de esa ciudad que en época de la colonización española era empleado para sobrellevar la sequía. Uno de ellos rinde tributo a la cultura cubana, base sobre la cual se erigió una escuela de ballet con carácter propio, según reconocieron mundialmente críticos y especialistas en arte desde la década de los sesenta. Otra planta se consagró al padre de la escuela cubana de ballet, Fernando Alonso, quien luego de dirigir el BNC de 1948 a 1975, ocupó el mismo cargo en el BC hasta 1992, y allí consiguió la sede actual, moldeó una compañía más clásica y elevó su rango dentro y fuera del país.
La base de ambas entidades, BNC y BC, radica en la Academia de Ballet Alicia Alonso, donde inició sus estudios una generación clave en el desarrollo de la primera compañía que incluyó a las llamadas «cuatro joyas» y a Vicentina de la Torre, gestora del BC y de una academia en esta provincia. La escuela de arte en la ciudad homónima, localizada a unos quinientos kilómetros de La Habana, lleva su nombre, y los actuales integrantes del conjunto recién realizaron una peregrinación hasta la tumba de la pedagoga para rendirle homenaje. A De la Torre dedicaron el tercer tinajón en la sede del BC, preciosa edificación colonial a cuya entrada también se le colocó una tarja de veneración al exdirector Alonso, con una expresión merecida: «Diga, maestro».
«Él y sus contemporáneos vivían por la danza, pero además tenían una formación muy culta, que le está faltando a las nuevas generaciones, pese a la tecnología. Hoy la juventud, en su gran mayoría, no cultiva la lectura, ni el estudio siquiera, y aun cuando algunos ingresan a los cursos del Instituto Superior de Arte, se ciñen a las asignaturas, pero no buscan más allá. Los fundadores del ballet cubano eran jóvenes cuando forjaron compañía y escuela, mas se distinguieron por su vasta cultura, profusión de conocimientos, que les permitieron dar pasos hacia lo que querían lograr, a partir de un gran amor por la danza», observó Balaguer. De acuerdo con ella, la historia del ballet cubano tiene deudas también con Camagüey, con Hilda Zaldívar, Vicentina de la Torre, Marta Matamoros, de quienes incluso en la ciudad natal se habla poco. Fueron las simientes de una parte de la riqueza cultural apreciada actualmente allí.
«En las escuelas se da historia de la danza, pero hay que dar la de siglos pasados y hacer similar hincapié en la reciente, para que las generaciones conozcan la evolución real de la danza en Cuba. Y se debe hablar del BNC y también del BC, que tiene repertorio propio y una manera particular de bailar, de asumir coreografías, pese a pertenecer a la misma escuela cubana de ballet», insistió la maître, que se considera a sí misma una aprendiz y una soñadora.