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Contando historias. Oona Chaplin
03January

Contando historias. Oona Chaplin

Por: Alexis Triana / Fotos: Nelia Moreno

José Carlos de Santiago me llama, recién salido de la Semana de Cine Español en el cine Chaplin, y me pregunta de golpe: ¿te interesa entrevistar a la nieta de Chaplin? Y no he leído ningún medio de prensa que la cite entre los ilustres invitados.

Así que estamos en pleno Vedado esperándola. En el hotel de 17 y A lo único concurrido es una sala wifi. Llega Oona montada en una bicicleta y la amarra al poste de la luz como si estuviésemos en Holanda. Tiene rostro de persona realizada que no aparece en las películas.

Nos sentamos a hablar en una mesa que hemos dispuesto a un costado de la desierta recepción. Para el lector transcribo, y omito las preguntas hasta el final.



Yo vengo de una tradición familiar intensa y tremenda. Somos cinco generaciones: Jhon Onios, su tatarabuelo Loubouyán Tarandín, mi abuelo Charlie, mi mamá Geraldine y yo. Una rama es irlandesa y americana, y otra británica.

Chaplin se crió en Inglaterra británica, pero mi madre es una británica que nunca ha vivido en Inglaterra. Ella es una diosa. La persona más sabia que conozco, de las más generosas. Humilde de la manera más bella. Hablamos en inglés cuando nos encontramos donde nos encontramos, mas ella se expresa en todos los idiomas. Debe saber chino, porque se le dan con mucha facilidad.

Y hoy somos familia satélite y skype, todos regados por el mundo. Me cabreo en español, pienso en inglés, y cuando quiero ser realmente pretenciosa, hablo en francés. Así que no comparto las fronteras ni los países. Me siento una ciudadana del mundo.

Al principio era una actriz reticente. No quería tener que ver con este mundo, y traté de evitar la actuación. Siempre fui muy académica: quería estudiar política. Los actores me parecían frívolos y vanidosos, en poses estúpidas. Pero a los quince años tuve que hacer una prueba de teatro, y asumí que me había picado el virus. Como lanzar una moneda y asumir que me gusta.

Fue cuando me di cuenta de lo importante que es la narrativa para un ser humano, lo esencial que es para la evolución de un ser humano contar su historia, o al menos una historia. Que es cómo aprendemos, porque todo es una historia. Y las estructuras de poder se mantienen, no solo por la violencia, sino por una narrativa que nos creemos o no. Ahí tienes la fuerza de las historias: me dio mucha libertad conocerlo. Saber contarla, expandir los perímetros del sentimiento.

La gente no cree una historia porque la razone, sino porque la siente, porque tiene una fuerza que quizás logre explicarte lo que no entiendes. Si te digo «el cielo es verde» y te demuestro las pruebas científicas, dirás que no, porque tú lo ves azul. Y desde allí uno busca en su mente los datos para justificar sus sentimientos. Es sentir las historias, y no pasan por las razones del cerebro, porque es algo que percibe el cuerpo.

Y la verdad es que no soy de una sola manifestación, ni del cine o el teatro, porque hay una frecuencia donde resuena la verdad humana, que es efímera y caprichosa, muy sutil, pero palpable. Y puede ser sentida cuando ves una obra de arte, escuchas una canción o te estremece un filme. Cuando el artista es solo el vínculo, ese es el arte que me gusta e interesa.

 

Oona Chaplin

 

Por eso lo mío no se limita a la actuación. A mí me gusta el juego, ofrecer mi energía en lo posible a la belleza, y el gozar lo que es el planeta y el universo. Por eso canto, y llevo varios años de aprendizaje de las canciones indígenas. Y ofrezco mi música y el baile desde siempre, y puedo contar historias alrededor del fuego o en la manera en que se me presente, ahí es donde juego yo.

Y no necesito trabajar en el sector, porque yo hago lo que sea. Tenía que haber estado ahora en Hong Kong, pero me salió otra «pincha», como se dice por acá. Soy igual profesora de yoga, y estudio y practico masajes para alivio cráneo-facial en Los Ángeles. Me pagan por hora. Y ayudo a las personas a que entren en otra dimensión a la historia de su cuerpo, y cómo se encuentra alivio, respiro, hasta placer en una pose del cuerpo —respira profundo—, y mira cómo se me pone la piel de gallina… hacer esto me fascina. Sentir significa que estás vivo.

Para mí es una estupidez todo lo que limite la capacidad de sentir placer, el gobierno de tus receptivos sensoriales. Si tienes padres puritanos, tendrás que agradecerle por hacerte la vida más interesante, porque siempre estarás viendo detrás del exceso de vestimenta. Y si son liberales, podrás ir más lejos en tus percepciones. Porque las personas tienen miedo de sentir aquello que desconocen. A mí los gays me encantan. Y me parece importante que nos aceptemos como somos.

Como ven, tengo muchas opiniones sobre todo, y son las mías, mi experiencia es que el ser humano es más feliz cuando comparte, no solo cuando recibe. Y hacerlo significa reconocer la humildad del otro.

No sé si sabes que a mí me hicieron en La Habana, y mis primeros pasos fueron en Varadero. Aquí se criaron mi hermana y mi hermano, y mi padre fue el primer chileno que pidió asilo político tras el golpe de Pinochet, de los que fomentaron toda una comunidad importante de chilenos en Cuba. Aquí tengo tíos, primos… familia, porque mi padre se fue a trabajar al Icaic, y allí hizo su vida profesional.

Después ellos se separaron. Y yo regresé por cuenta propia cuando tenía veintiún años, haciendo un papel de una española que quería aprender a bailar como los cubanos, en una compañía de baile que se improvisa. Es un filme que no es bueno, y la pasamos muy mal gracias a cierto director italiano de cuyo nombre no quiero acordarme, pero me permitió conocer y tener los amigos que hoy son para toda la vida. Conocí mucha gente, y me facilitó la entrada propia al mundo artístico de entonces, como la compañía Rakatán, a conocer a otras personas que no eran solo los amigos de mi padre, por más que lo adore.

Y gracias a esos amigos conocí a un país diverso y plural. Desde entonces siempre viajo de regreso, tanto que Cuba es la única isla originaria del Caribe que conozco, porque la gente de Pinar del Río, por ejemplo, es biodinámica por sí misma, incluso sin saberlo. Es una cultura de sostenibilidad, quizás por la propia falta de recursos. Y a mí, que me gusta el calor, que me fascina el campo, el olor de la hierba recién cortada a las cinco de la mañana. Puedo estar chapeando con una sonrisa de oreja a oreja, arrear bueyes y compartir con ellos. Soy una persona absolutamente ecológica, vegetariana si se puede, aunque aquí soy flexitariana si veo que es carne que no se fabrica.

Por eso vine esta vez a La Habana a la Semana de Cine Español, con un filme llamado Proyecto Lázaro, de Mateo Gil, donde hago la novia Flash Back, un personaje que representa las ganas de vivir, con un protagonista que resucitaron en el año 2084, y yo soy la novia que tenía antes de morir. Mateo Gil es es un director con una sensibilidad muy importante: nos dio mucha libertad para representar los momentos cotidianos que forman el amor, las razones por las que queremos a la gente. Es una película filosófica, y con preguntas que nunca pueden completarse.

¿Qué prefieres? ¿Una vida corta e intensa o larga y tediosa? ¿Cuál es el costo de la sobrevivencia? Hasta dónde es esto de que el paraíso es después de sufrir. Porque en general el cine de hoy es muy aburrido, fortalece siempre la identidad del ser humano como víctima de poderes que no se pueden modificar. Y los héroes son muy pocos.

En Cuba no he podido hacer más cine. Y la verdad que me encantaría, porque el cine cubano es históricamente de los más propios y originales que conozco. Hay un director muy interesante, y con el que hemos hablado de trabajar juntos, pero no se ha dado la oportunidad o la circunstancia. Y hoy hay mucho cine independiente, y yo estoy dispuesta a ver si se da algo. Mi madre y yo lo soñamos para el aniversario cerrado de Charlie, pero no pudo ser. Y preparamos pronto una sorpresa.

Ahora estoy alistándome mentalmente para empezar a filmar en noviembre en Los Ángeles. A ver, ¿cómo puedo decirlo sin contarlo? Es el personaje de una guerrera, una raza que se sobrepone a toda la desgracia, una bruja que levanta a un ejército contra el mal. ¿Se dan cuenta?: el papel de mis sueños.