Se presentaron tres investigaciones que abordan aristas de la cultura local hoy en el olvido.
Por: Jorge Fernández Era
Soy fan del coloquio que en cada edición del Festival de Música Popular Benny Moré se realiza. Y créanme que he asistido a un montón de eventos de ese tipo en que la melodía es la misma y la letra suena fofa. Pero este que acontece en el Centro Cultural Benny Moré, frente al parque José Martí del Cienfuegos gustado por el Sonero Mayor de Cuba, tiene la particularidad de aferrarse a temas que discursan sobre la salvaguarda del patrimonio cultural de la nación y de la provincia en particular, en tiempos en que la juventud —segmento poblacional al que se le dedica el Festival este año— se desatiende de nuestros géneros más autóctonos y prefiere —culpa nuestra— hacer coro a los sonidos rompetímpanos y espantasensibilidades.
Por ello es de aplaudir que en la cita del 2007 en la Sala Aragón del CCBM, coordinada por David Soler Marchán y Giraldo Pérez Calderón, se hayan discutido tres investigaciones que abordan aristas (artistas) de la cultura local hoy en el olvido: «La obra compositiva de José Manuel Vázquez del Rey en el siglo XX» (Bronia Mejías Polo, profesora de la Escuela Provincial de Música Benny Moré), «Historia sociomusical del Movimiento de la Nueva Trova en Cienfuegos» (Aleida Stivens Portela, profesora de la Universidad de Cienfuegos) y «Los Naranjos: institución paradigmática en la ejecución del son en Cienfuegos» (Samantha de Zayas Muñoz, musicóloga recién graduada del Instituto Superior de Arte).
La primera aborda la vida y obra de un artista singular: José Manuel Vázquez del Rey, quien hizo de la composición un refugio ante las graves deformaciones físicas que sufrió desde edades tempranas, y logró componer una considerable obra en la que se incluyen setenta y dos danzas para piano, seis danzones e igual cantidad de valses. Su destreza ante las teclas quedó demostrada en cierta ocasión en que fue finalista, junto a Ernesto Lecuona, de una beca para piano en Estados Unidos. La profesora Bronia —quien ha formado junto a sus alumnos una orquesta para rescatar la obra de Vázquez— recuerda que, en 1962, solo tres años después del triunfo revolucionario, el también director de orquesta fue el principal artífice de la fundación del Conservatorio de Música de Cienfuegos.
Aleida Stivens, por su parte, analizó en su ponencia —Premio Florentino Morales de Investigación Histórica— los elementos comunes entre la trova tradicional cienfueguera y los jóvenes que en la década de los setenta, al amparo del influjo de las transformaciones revolucionarias, se sumaron al Movimiento de la Nueva Trova y dieron continuidad a un legado de canciones de amor y patrióticas que han marcado a varias generaciones, fruto del tesón de cantautores cubanos como el propio Benny Moré, y que hoy defienden compositores de la talla de Lázaro García y los Hermanos Novo. «Hay un legado —concluyó Aleida—, pero hay una continuidad también».
En «Los Naranjos: institución paradigmática en la ejecución del son en Cienfuegos», Samantha de Zayas hace un estudio a fondo del quehacer musical de una de las orquestas más longevas del país: el Conjunto Tradicional de Sones Los Naranjos, agrupación insignia de la ciudad de Cienfuegos. Para ello disecciona las cuatro etapas fundamentales en la historia de la nonagenaria agrupación —de 1926 a 1930; las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta; entre 1959 y 1970; y el periodo transcurrido desde la década del ochenta hasta la actualidad—, que ha abordado las más variadas manifestaciones musicales, desde el bolero y el son hasta la guaracha, el guaguancó y el danzonete.
Así transcurrió la primera sesión del evento teórico del Festival Benny Moré. Y así se fueron revelando las sinrazones del olvido y de la desmemoria.
La música se oye, no se ve, dirán aquellos que no observan (escuchan) más allá. Y es que en materia de salvar la memoria histórico-cultural de una nación hay que graduarse la vista de cuando en cuando para no pecar de miopía. El futuro —ese que se nos pregonó desde que éramos niños— está al doblar de la esquina, y no hay derecho a que lo hagamos divorciarse del pasado si queremos que los veteranos del mañana —y lo que es peor: nuestros nietos y bisnietos— no tengan suelo en que afincar sus pasos, ni Vázquez del Rey, Naranjos ni trova nueva o vieja que tararearle a su pareja en una serenata.
Le puede interesar: