El barrio Pogolotti recrea la realidad de un centenario sitio de la capital cubana, con sus contrastes no solo de luz, sino sociales, y toma como referencia sobre todo a la gente que lo habita.
Por Jorge Fernández Era
La exposición fotográfica El barrio Pogolotti, del artista italiano Alfredo Cannatello, ha sido inaugurada —con la presencia del Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal Spengler y del embajador italiano, Andrea Ferrari— en el Convento de San Francisco de Asís del Centro Histórico como parte de la vigésima edición de la Semana de la Cultura Italiana en Cuba, que tendrá lugar hasta el 3 de diciembre, organizada por la Embajada de Italia, el Ministerio de Cultura cubano, la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y el comité cubano de la Sociedad Dante Alighieri, y que Arte por Excelencias viene siguiendo desde su anuncio.
Cannatello arribó a Cuba en 2002 y ha hecho de la Isla —de la que, según sus propias palabras, no ha podido separarse— su segunda casa. «La luz de Cuba es completamente diferente a la que tenemos en Europa, y particularmente en el norte de Italia, que tiene un clima típicamente continental», declaró a la periodista Estrella Díaz.
En El barrio Pogolotti recrea la realidad de un centenario sitio de la capital cubana, con sus contrastes no solo de luz, sino sociales, y toma como referencia sobre todo a la gente que lo habita. «Teniendo a la “dignificación” de los retratados como premisa —nos dice en el catálogo el periodista y editor Argel Calcines, director de la revista Opus Habana—, esta muestra personal confirma la singularidad de su estilo: el manejo de los altos contrastes y claroscuros como recursos casi pictóricos. Su óptica perceptiva de lombardo “aplatanado” imprime a sus imágenes un aliento caravaggista, entre realista y barroco, que capta misteriosamente las esencias de lo cubano».
Pogolotti debe su nombre a su principal proyectista, el arquitecto italiano Dino Pogolotti, dueño de la Compañía Nacional Constructora, quien llegó a Cuba en 1899 y fue padre del destacado pintor cubano Marcelo Pogolotti y abuelo de Graziella, una de las más insignes intelectuales cubanas, presidenta hoy día de la Fundación Alejo Carpentier.
La creación de ese asentamiento del suroeste de La Habana fue iniciativa del representante a la Cámara Luis Valdés Carrero, quien presentó un proyecto de ley —aprobado el 14 de junio de 1910— mediante el cual se autorizaba al Gobierno para que dispusiera de un crédito de seiscientos cincuenta mil pesos con destino a la fabricación de mil casas para los obreros tabacaleros. De entonces a acá ha llovido bastante en la capital cubana, y aunque el barrio de Pogolotti languidece ante la acción del tiempo y de no poca desidia, su gente se empeña en vivirlo con vida. Más o menos eso nos dice Alfredo Cannatello con sus imágenes.
«El artista del lente no se reprime —es la opinión del crítico de arte Reny Martínez— a la hora de captar a los vecinos de Pogolotti, los más jóvenes o más ancianos, en sus aptitudes dialogantes del día a día, en busca de una mayor calidad de vida que nos hacen pensar en las mejores secuencias de los célebres filmes del neorrealismo italiano».
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