Por Jorge Fernández Era
Presentación especial, en la Embajada de Noruega en La Habana, de la obra teatral Mujeres de la luna por el grupo Teatro de la Luna.
«¿Qué veremos?: veremos a las mujeres cubanas en la sociedad actual, mujeres que luchan, que vibran de energía, que lloran, que tienen conflictos sociales, mujeres que cantan, que bailan, mujeres libres. Esta obra va dirigida a todas las mujeres, pero también a los hombres que las apoyamos cada día y nos sumamos a ellas en la lucha contra la violencia y la discriminación por género, por raza y por orientación sexual».
Así más o menos se introdujo la presentación especial, en la Embajada de Noruega en La Habana —calle 21 entre H e I, Vedado—, de la obra teatral Mujeres de la luna por el grupo Teatro de la Luna, bajo la dirección de Raúl Martín. Pero los que tuvimos la dicha de asistir a la velada sabemos que fue más que eso, y que las palabras incluidas en la invitación oficial estaban más cercanas a lo ocurrido:
«La mujer, lo femenino a escena. Actrices que se confiesan apropiándose de momentos de la dramaturgia cubana y universal con canciones de todos los tiempos. La mujer en la sociedad cubana, la mujer en el Caribe, la mujer en el mundo. El humor es, otra vez, la catarsis; la música, la vía; la sátira, una herramienta. Todas ellas padecen, vibran y se divierten. Nos muestran, tras el divertimento, conflictos sociales, humanos, y definitivamente femeninos».
Lo cierto es que cuatro actores —Yordanka Ariosa, Yaikenis Rojas, Yasel Rivero y Luis Manuel Álvarez—, con el acompañamiento musical de Dania Suárez Piorno y Diana Rosa Suárez se desdoblan en casi hora y media sobre la escena y hacen pensar en muchas cosas que, por cotidianas, se han incorporado a la modorra de cada día y nos convierten en presa del inmovilismo y la apatía.
Teatro de la Luna no es una agrupación nueva en estos asuntos de desnudarnos por dentro desde que el director teatral, actor, diseñador y coreógrafo Raúl Martín fundara la agrupación hace ya veinte años haciendo énfasis, como bien lo demuestra en esta pieza, en el trabajo actoral como centro de su discurso escénico, y en poner el dedo en la llaga de ciertos comportamientos humanos.
Gracias a Mujeres de la luna nos enteramos, por ejemplo, de que nuestro problema mayor es que «nunca tuvimos dinosaurios. Y sin dinosaurios no hay petróleo. ¿Cuántos dinosaurios harán falta para llenar un barril de petróleo? Nadie lo sabe. Esos siete países que siempre se están reuniendo allá por Europa deben habérselos cogido todos. Así es la naturaleza: a nosotros nos tocó vivir en la parte del mundo que no tenía dinosaurios».
