NUEVA YORK: La artista cubana Carmen Herrera adquirió renombre a los 94 años, luego de que museos como el MOMA y el Tate Modern compraron sus obras.
En 2004, a la edad de 89 años, Herrera vendió por primera vez una de sus obras abstractas. “Yo siempre pensé que la fama era algo vulgar. Por eso he pintado para mí y he esperado”, dijo entonces.
El director del Museo del Barrio en Harlem, Julián Zugazagoitia, elogió a Herrera durante una entrega de premios: “Alcanzar el punto culminante de una carrera a la edad de 94 años es una expresión de fortaleza personal”.
El periódico británico The Observer calificó a Herrera de “descubrimiento de esta década” y se preguntó: “¿Cómo pudimos pasar por alto sus maravillosas composiciones?”.
Nacida en 1915 en La Habana, donde su padre fue el editor fundador del diario El Mundo, y su madre reportera, Carmen Herrera tomó clases de arte siendo niña, asistió a una escuela en París y siguió la carrera de Arquitectura cubana en La Habana. En 1939, a medio camino de sus estudios, se casó con Jesse Loewenthal y se trasladó a Nueva York.
Aunque estudió en la Art Students League de Nueva York, Carmen no descubrió su identidad artística hasta que ella y su esposo se instalaron en París años después de la Segunda Guerra Mundial. Allí se unió a un grupo de artistas abstractos, influenciados por el Salón de las Nuevas Realidades, que mostraron su trabajo junto con el de Josef Albers, Jean Arp, Sonia Delaunay, entre otros. Allí entabló amistad con el famoso pintor cubano Wifredo Lam.