El año 1957 fue un año más de éxitos en el Cabaret Tropicana, y se destacan dos revistas con ritmos asiáticos: Un paraíso del Asia y China Town, donde actuaban un grupo de destacados artistas y bailarines chinos con la presencia del tradicional dragón.
Por esta época ya habían abierto nuevos cabarets y nightclubs: el Sierra, el Nacional Mi Bohío, Colonial, Night & Day, Palermo y Faraón, y se proyectaban el Casino del Río y el de las calles 23 y N, al aire libre, estos dos últimos con casino. Mas los espectáculos de Tropicana habían llegado a alcanzar un nivel internacional insospechado, y se consideraban a la altura de los de Follies Bergere de París, El Lido, el Moulin Rouge, y el Sand de Las Vegas, que se disputaban el turismo internacional en el mundo.
Fueron muy aplaudidas las revistas Serenata gaucha, con las actuaciones de Dick y Biondi y la estelarísima Olga Chorens, y Fantasía mexicana, donde se destacaba el exquisito vestuario y sombreros de pluma en forma de abanico, típicos veracruzanos, comprados expresamente en México con un costo de más de doce mil pesos, todo un lujo para la época.
Rodney hacía coreografías muy criollas y llenas de excelente imaginación. No era el clásico espectáculo de cortinas musicales que a menudo encontramos en algunos lugares sin trama, argumento o hilo conductor. Aunque muchos lo catalogaban de ser un mal bailarín, demostró que tenía amplios conocimientos y dominio, para lo que buscó la colaboración de excelentes coreógrafos como Alberto Alonso, Luis Trápaga y Henry Bell.
El cuerpo de bailes ofrecía una estructura que tenía muy poca variación. Un coro compuesto por seis hombres y seis mujeres entre los que se destacaban Mayda Limonta, Celeste Mendoza, Yolanda de la Torre, Idalia Martínez, Emilia Villamil y Tomás Morales; la clásica pareja de rumba compuesta por Ana Gloria y Rolando; otra pareja de bailes clásicos compuesta por Leonela González y el excelente bailarín argentino Henry Boyer; un cuarteto de voces que variaba entre Orlando de la Rosa, las D'Aida, y otras agrupaciones de renombrado prestigio.
Siempre se incluían figuras renombradas del patio o de la escena internacional, como Luis Carbonell, Zoraida Marrero, Las Mulatas de Fuego, Tongolele, Roland Gerbeau, Miguel Ángel Ortiz, María Victoria, los Tex Mex, el Enano de la Filarmónica (llamado Johnny Puleo), Amanda Ledesma, la pareja Brenda y Sicardi para bailes internacionales, las orquestas españolas Los Churumbeles y Solera, y la incomparable Celia Cruz, en una lista interminable de figuras de gran relieve internacional.
La figura que siempre se mantenía en cartelera era la pareja de rumba que, además, invitaba a bailar en la pista a los turistas asistentes. La necesidad de esta pareja surge desde los primeros momentos como atracción turística. La orquesta era un excelente grupo de profesores, y entre ellos se encontraban Bebo Valdés, los Barreto, Lam, Mirabal, Papín, todos dirigidos por el magnífico arreglista Armando Romeu, quien se integró a Tropicana a la par de Rodney.
La música, salvo algunas excepciones como el caso de Chico O’Farrill, era con los excelentes arreglos de Romeu, que suscitaban la admiración de propios y extraños, destacándose entre ellos las excelentes interpretaciones de las composiciones del legendario Gleen Miller, y la presentación del espectáculo bajo la responsabilidad de Miguel A. Blanco, quien se mantenía desde la inauguración de los salones, y a quien se le compuso una canción por sus cualidades.
La atracción especial del show eran las esculturales figuras que representaban las modelos de Tropicana. Cuando se elogiaba una hermosa mujer en la calle se oía decir: «…parece una modelo de Tropicana». Había una selección muy rigurosa, y entre ellas se destacaban Marta Veliz, quien anunciaba la cerveza Cristal en la Televisión, y quien sería la revelación del nuevo año 1958: Rosario Moreno, una escultural trigueña de ojos nesgados.
Con estas modelos figuraban también seis mujeres extranjeras que eran seleccionadas por Rodney y Ardura durante sus viajes en el verano a visitar espectáculos de distintos países y que, además, tenían como misión servir de «palas» en el casino. El primer requisito era la altura que acompañaban el físico y el color, peinado y tamaño del cabello, y semanalmente el primero les revisaba el peso que estaba estipulado en su contratación. La que no cumplía estos requisitos quedaba excluida del elenco hasta que los cumpliera. Así era el rigor de Rodney, quien había logrado desde 1952 que el Cabaret Tropicana fuera considerado el más trascendente de las Américas, «un paraíso bajo las estrellas».
Vea:
La Verdadera historia de Tropicana
La verdadera historia de TROPICANA (II). CORREA, el empresario
La verdadera historia de Tropicana (III). Martín, el guajiro