Por Jorge Fernández Era
Fotos: Gustavo Rivera/ Cubarte
Un concierto por los cuatrocientos años de la muerte de dos colosos de las letras universales: Miguel de Cervantes y Saavedra y William Shakespeare, fue realizado en el Teatro Martí de la capital cubana como parte de las conmemoraciones que en todo el mundo se hacen para rendir tributo al «Príncipe de los Ingenios» y autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y a «El Bardo de Avon», el escritor más importante en lengua inglesa.
Dicho así, el lead periodístico podría parecer uno más de los que circulan en estos días en que se rememora a los dos paladines de la cultura universal, pero la velada realizada en La Habana posee dos méritos que la encumbran: el haber sido organizada y contar con la participación de Leo Brouwer, uno de los más trascendentales guitarristas, compositores y directores de orquestas del mundo, y por significar el debut en Cuba de Pilar Jurado, una de las más importantes voces hispanoamericanas, quien obtuviera en 1992 el Premio Iberoamericano Reina Sofía.
Leo recitó —y también actuó— en inglés fragmentos de la obra shakesperiana, como los Sonetos no. 121, 128 y 130, acompañado de Charles Wrapner, quien se encargó de la versión en castellano de dichos textos.
Pilar Jurado declaró a los presentes que el concierto era un homenaje que se daba ella misma al poder presentarse por primera vez en suelo cubano. Y lo hizo, entre otras obras, con dos de su propia inspiración: Del alba al alma (1968), premier en Cuba, y Tres cantos sefardíes (2016), estreno mundial.
Además de obras de Joaquín Rodrigo (1901-1999), el concierto abarcó a otros importantes compositores como Enríquez de Valderrábano (1500-1557), Alonso Mudarra (1510-1580), John Dowland (1563-1626), Thomas Campion (1567-1620), Benjamin Britten (1913-1976), Tomas Marco (1942) y Roger Quilter (1877-1953).
Para interpretarlos, además de la presencia del Maestro Leo Brouwer y de Pilar Jurado, estuvo el contratenor Frank Ledesma, acompañado de Ricardo Gallén en la guitarra y Fidel Leal en el piano.
En la platea, dos personajes del siglo XVII aplaudían como el que más.